En nuestro artículo anterior pudimos explorar todo lo relacionado con las creencias y motivaciones que llevaron a los hombres y mujeres de la época moderna a fundar capellanías. Para ello nos detuvimos en aspectos como la creencia en las almas del purgatorio o la importancia de las misas para acudir en auxilio de las mismas. En definitiva, abordamos la importancia que esta amalgama de creencias e ideas tuvieron para la vida y la cultura del momento.
UNA INSTITUCIÓN QUE BENEFICIABA A TODOS
Pues bien, este mundo mental acerca de la vida y la muerte, este marco de ideas, tuvo efectos en la vida terrenal. Como sucede siempre en la historia, los marcos mentales y las creencias se sustancian en acciones concretas y en fenómenos tangibles. Y es que, como vimos, se creía que las almas estaban desvalidas en el Purgatorio y que dentro de este misterioso lugar podían permanecer siglos y siglos hasta alcanzar la salvación eterna. Pero los vivos podían hacer algo por estos desvalidos entes: ofrecer misas. En efecto, se creía que con estas celebraciones se sacaban almas del fuego purgante, «rescatándolas» por así decirlo, y guiándolas, esta vez sí, al Cielo. Esta idea abría un gran abanico de posibilidades, pues solo había que idear un modo de ofrecer cuantas más misas mejor, y de garantizar su celebración. Pues bien, es aquí donde hacen su aparición las capellanías como fenómeno cultural, social y económico. Pero , ¿en qué consistieron estas fundaciones? La definición del término «capellanía» es un aspecto complicado, ya que hubo multitud de tipos y son muchos los autores que se han encargado de su estudio. Sin embargo, podemos utilizar la propuesta por Juan Pro, que define cada capellanía como:
«Fundación perpetua por la cual una persona segregaba de su patrimonio ciertos bienes –en vida o por testamento- y formaba con ellos un vínculo que se destinaría a la manutención o congrua sustentación de un clérigo, quien quedaba por ello obligado a rezar un cierto número de misas por el alma del fundador o de su familia» (PRO, 1989)
Es decir, que a través de una capellanía se podía encargar la celebración de un número determinado de misas gracias a la existencia de un vínculo -es decir, a unos bienes concretos- que permitían mantener a un clérigo encargado de las celebraciones. Pensemos en el significado de estas palabras. Gracias a la fundación de una capellanía se podía garantizar la celebración de las tan necesarias misas, y lo que es más importante: se aseguraba una cierta periodicidad en su celebración. Pero aunque este fue el punto fuerte de las capellanías, no es el único aspecto e interés. Para poder funcionar, estas fundaciones necesitaban la participación de al menos tres personas: un fundador, un capellán y un patrono.
¿QUIÉNES INTERVENÍAN? LOS IMPLICADOS
Los fundadores podían ser una o varias personas -no fue extraño que muchos matrimonios diesen el paso- que establecían todas las condiciones de las capellanías, es decir, quiénes iban a ser los capellanes, quienes los patronos, cuántas misas se iban a dar, con qué fondos se iban a costear y otros muchos aspectos. Sin duda fueron los verdaderos artífices de estas iniciativas, ya que les daban forma y contenido. Y lo cierto es que siempre tuvieron total libertad para hacerlo. De hecho, incluso se ha sostenido que esta libertad, esta autonomía para diseñas los legados a su antojo, fue una de las claves del éxito de las capellanías en los siglos XVI y XVII (VÁZQUEZ, 1992)
Las otras piezas del rompecabezas de las fundaciones fueron los capellanes y los patronos. Los primeros quedaron al cargo de oficiar las misas por las almas, y en muchas ocasiones eran familiares de los propios fundadores ¿por qué? Las capellanías se convirtieron en una forma de asegurar no solo misas, sino también la financiación de la carrera eclesiástica de los capellanes, que gracias a las rentas podían iniciar y desarrollar sus estudios hasta ordenarse presbíteros. Por ello, no puede extrañarnos que muchos capellanes fueran hijos o sobrinos de los fundadores ya que al incluirlos como capellanes en sus legados les aseguraban una formación que les podía conducir a un modo de vida más o menos seguro como fue el clerical.
No podemos olvidar a los patronos. Se trataba de personas encargadas de velar porque se cumpliese todo lo dispuesto por los fundadores. Quedaban encargados de verificar que se diesen las misas en caso de haber problemas, de cobrar las rentas y en definitiva de velar por el buen funcionamiento de todo el sistema. A diferencia de los capellanes, que naturalmente debían ser personas físicas, los patronos podían ser también las propias parroquias en las que se fundaban las capellanías o incluso las cofradías.
Junto con el aspecto social hay otro de igual o mayor importancia: la economía. Todo lo que hemos visto sobre las creencias, la cultura y la sociología de estas fundaciones religiosas es cierto, eran motivos de peso para instituirlas, pero no podemos negar el papel protagonista que tuvo la economía en todo el proceso de fundación y desarrollo de la vida de las capellanías. En definitiva, para que todo lo visto anteriormente funcionase, era imprescindible contar con medios económicos ¿cómo, si no, se podían afrontar los costes de las misas o el pago de la formación de los capellanes, entre otras cuestiones? Naturalmente hacía falta dinero, pero ya que las capellanías estabas pensadas para durar para siempre, había que encontrar una forma de proporcionarles ingresos continuos a lo largo del tiempo. La solución a este problema llegó de la mano de casas, tierras, y todo tipo de bienes inmuebles sobre los que se imponían censos o hipotecas y que generaban rentas anuales. Cualquier activo era válido para financiar las fundaciones, por lo que también se recurrió a juros y rentas reales sobre todo en el siglo XVII, cuando sabemos que la monarquía estaba deseosa de vender el derecho del cobro de determinadas rentas a cambio de dinero para financiar sus costosas campañas militares.
La fórmula para asociar los bienes a las capellanías fue la espiritualización, estudiada en detalle por Soledad Gómez Navarro (GÓMEZ, 2003). Esta estrategia de espiritualización de bienes permitía a los fundadores poner sus propiedades al amparo de la Iglesia, evitando que el rey pudiera intervenir y previniendo de esta forma la expropiación de bienes que, sin embargo, no pudo evitarse del todo con las grandes desamortizaciones del siglo XIX. Este aspecto fue fundamental a la hora de explicar la supervivencia de las capellanías en el tiempo. Sabemos que durante el siglo XVI pero sobre todo el XVII fueron muy populares en la España moderna, y en algunas zonas como Barcelona durante el siglo XVIII (GARCÍA, 1984) La práctica de fundar capellanías se mantuvo hasta el siglo XX de forma efectiva, aunque claramente en proporciones mucho menores que en momentos anteriores de la historia.
CONCLUSIONES
Tanto en este texto como en el anterior, hemos podido conocer de modo general el origen de las creencias que llevaron a fundar capellanías y, sobre todo, las vicisitudes que rodearon su fundación y su desarrollo. Hemos indagado también por las motivaciones que llevaron a sus fundadores a instituirlas, y los motivos por los que duraron tanto tiempo. Lo cierto es que en muchas ocasiones la historia de los grandes hechos y acontecimientos más relevantes nos hace poner el foco en batallas masivas, grandes guerras y situaciones similares, pero pocas veces prestamos atención a fenómenos como los de la piedad y las fundaciones religiosas, que tanto contribuyeron a mantener la economía de su tiempo en manos de instituciones muy concretas y que tuvieron una enorme importancia en las sociedades del pasado desde un punto de vista cultural. Los archivos están llenos de evidencias de estas y otras muy interesantes instituciones. De nosotros depende rescatar su memoria y, dicho sea de paso, saber algo más sobre la vida y ventura de los hombres y mujeres que nos precedieron.
BIBLIOGRAFÍA
García Cárcel, R., (1984). La muerte en la Barcelona del Antiguo Régimen (aproximación metodológica). En II Coloquio de Metodología Histórica Aplicada. La documentación y la historia (I). (pp. 115-124). Universidad de Santiago de Compostela.
Gómez Navarro, M. S., (2003). Espiritualización de bienes: Sociología de una práctica singular en la Andalucía Moderna. En Actas del III Congreso de Historia de Andalucía. (pp. 109-124). Obra Social y Cultural Caja Sur.
Martínez Gil, F., (1993). Muerte y sociedad en la España de los Austrias. Siglo Veintiuno de España Editores
Pro Ruiz, J., (1989). Las capellanías. Familia, Iglesia y propiedad en el Antiguo Régimen. Hispania Sacra, 41 (84), 585-602
Vázquez García-Peñuela, J. M., (1992). Las capellanías colativo-familiares. Régimen legal vigente. Universidad de Navarra