ArqueoTimes.es

Hildegart Rodríguez: la Pigmalión española

Muchas son las historias que han nacido a raíz del mito clásico de Pigmalión. De Goethe a Shakespeare; de My Fair Lady a Frankenstein. Podríamos enumerar cientos de autores y textos y no abarcaríamos la totalidad de su influencia. 

Para aquellos que lo desconozcan, la historia de Pigmalión relata cómo el joven rey de Chipre se enamoró perdidamente de la escultura que él mismo había tallado (fig.1). Tras quedar espantado por las vergonzosas conductas de las mujeres chipriotas y decidir mantenerse en celibato, había esculpido a una bella doncella que encarnaba todas las virtudes: una mujer perfecta, que sin embargo carecía de vida. En la locura encendida de su amor, le imploró a Afrodita que le concediera a una mujer igual a su creación y esta, finalmente, atendió a su plegaria otorgándole vida a la bella estatua, ahora llamada Galatea.

Figura 1. Jean-Baptiste Regnault (1786). Pigmalión [Óleo sobre lienzo]. Museo Nacional del Palacio de Versalles. Fuente.

Evidentemente, se trata de una historia ficticia, como todas las que llenan el amplio mundo de la mitología griega. Sin embargo, por inverosímil que pueda resultar, existió una mujer que encarnó el mito de Pigmalión; que se concibió, se educó y vivió bajo la estricta y detallada planificación de su madre, que siempre la consideró su propia «escultura de carne». Esta es la historia de Hildegart Rodríguez Carballeira

Figura 2. Fotografía de Hildegart, tomada en torno a 1931, autoría de Almazán. Fuente.

Nacida el 9 de diciembre de 1914, esta joven llegó al mundo como parte fundamental de un plan utópico detalladamente elaborado por su madre Aurora. Ésta pretendía liberar a la humanidad de la desigualdad y la injusticia y redimir a las mujeres de la opresión que habían padecido a lo largo de la historia y, para conseguirlo, decidió crear un ser excepcional. Su plan era que este ser popularizara las ideas libertadoras del socialismo y la educación sexual femenina y consiguiera instaurar un régimen acorde a ellas. 

Aunque pueda parecer ridículo, Aurora creía firmemente en su proyecto y se entregó a él por completo. Seleccionó al idóneo «colaborador fisiológico» que necesitaba para quedarse embarazada, inscribió a Hildegart en el registro como hija natural, evitando con ello que pudiera serle arrebatada, y se dedicó por entero a su educación.

Durante sus primeros años de vida, lo procuró todo para fomentar en ella un desarrollo completo, rápido y excepcional. Los juguetes, horarios, comidas y salidas estaban programados al detalle. Como consecuencia, en detrimento de su entretenimiento y diversión, Hildegart pronto se convirtió, bajo los estrictos cuidados maternos, en una niña prodigio. Sabía leer, escribir —a mano y a máquina— y tocar el piano con tan sólo cuatro años. A los diez, ya dominaba a la perfección el inglés, el alemán y el francés, y había estudiado la filosofía racionalista y la sexología. Consiguió el título de bachillerato a los trece años, y a la misma edad obtuvo el Premio Extraordinario de Reválida Universitaria e inició sus estudios en Derecho en la Universidad Complutense de Madrid.

Combinó la carrera universitaria con el resto de sus estudios filosóficos, políticos y lingüísticos, con sus trabajos como periodista, conferenciante y escritora y con su militancia política y feminista en las Juventudes Socialistas —a la que ingresa a los quince años, en 1929—. Aprendió griego, latín, portugués e italiano; escribió decenas de artículos para distintas revistas del momento —El Socialista, Renovación y La Tierra, principalmente—; y leyó y estudió a los grandes filósofos socialistas. 

A los diecisiete años, la muchacha se graduó en Derecho, convirtiéndose en la abogada más joven de España, y en la primera mujer en obtener el título con nota media de sobresaliente. Por entonces ya era famosa por su militancia obrera, social y feminista. Se alzaba en el panorama intelectual como especialista de la cuestión femenina desde la perspectiva de la sexualidad y había publicado más de diez libros y una centena de artículos en los que expresaba sus ideas revolucionarias (Pérez Sanz, Bru Ripoll, 1987: 19). Podemos destacar, como ejemplo, La rebeldía sexual de la juventud, en la que anima a sus coetáneos a disfrutar de la sexualidad con higiene y responsabilidad; El problema sexual tratado por una mujer española (1931), en la que denunciaba las terribles consecuencias que tenía para la mujer la inexistencia de una educación sexual; y su popular monografía La revolución sexual (1931), que alcanzó los 8.000 ejemplares vendidos tan sólo en Madrid durante la primera semana tras su publicación (Alvarado, 2013:14).

Figura 3. Portada de Educación Sexual, de Hildegart (1931). Fuente.

Respecto a su vida política, fue elegida vocal del partido de las Juventudes Socialistas por la gran popularidad de la que gozaba entre los jóvenes y la forma en la que llenaba atrios, provocando ovaciones, reseñas e interés en los periódicos y revistas de la época. 

Parecía que el plan de Aurora estaba saliendo a la perfección, salvo por un pequeño detalle: la propia Hildegart. Conforme iba cumpliendo años, la joven era más consciente de la asfixiante realidad en la que vivía. Aurora acompañaba a Hildegart a todas sus reuniones, le prohibía salir a cualquier acto que no estuviese relacionado con su «objetivo vital», cartearse y hablar con personas no pertenecientes a los círculos intelectuales o ajenas a la vida política, le imponía aún un riguroso horario… vivía completamente enclaustrada por su madre, algo que advertían sus amigos y conocidos.

Hacia el final de su vida la joven trató de huir del férreo y exigente control de su madre. Su ansia de libertad fue el detonante de interminables e intensas discusiones que tornaron la convivencia en insoportable. Había sido educada para ser libre, había predicado la libertad en su militancia obrera y feminista, y había nacido con el objetivo de liberar a la humanidad, pero, como ella misma señala en una de sus conferencias: «no puede pensar en liberar a nadie quien no ha empezado por liberarse a sí mismo» (Guzmán y Muiña, 2014: 164). Cuanto más quería alejarse Hildegart, más violenta se volvía la situación, debido a la tajante negativa de Aurora a dejarla marchar: «[Hildegart] era enteramente mía, sin más voluntad ni más pensamiento que mi pensamiento y mi voluntad, mi escultura de carne» (Guzmán y Muiña, 2014: 153). 

Hildegart pretendía escapar a Londres. Antes de que pudiera hacerlo, su madre Aurora, con la autoatribuida legitimidad que le otorgaba el considerarla una creación de su propiedad, la mató. Hildegart murió al amanecer del 9 de junio de 1933 mientras dormía en su casa. Tenía tan solo 19 años. Tres disparos muy juntos, dos a la cabeza y uno al pecho –directo al corazón–, acabaron con su vida. En el juicio, su madre declaró: «El escultor, tras descubrir la más mínima imperfección en su obra, la destruye. Y eso es lo que hice» (Rámila,  2012: 14).

A diferencia de la Galatea del mito, Hildegart no aceptó el destino que su «creadora» tenía para ella, se rebeló y tuvo ideas y creaciones propias. Fue mucho más que la escultura de carne de Aurora: política, escritora, periodista, revolucionaria, militante feminista, reformadora sexual y niña prodigio. Hildegart acumuló múltiples logros a lo largo de su vida que, sin embargo, no fueron suficientes para librarla del olvido al que se ven relegadas la mayoría de las personalidades femeninas en la historia.

Bibliografía

Alvarado, E. (2013). La Virgen roja y la madre muerte: lo abyecto y lo siniestro en la vida de Hildegart Rodríguez. Contextos. 29. pp. 11-23

Álvarez Junco, J., Shubert, A., (eds.). (2018) Nueva historia de la España contemporánea (1808-2018). Barcelona: Galaxia Gutenberg. pp.128-158

Ferrer Pérez, V. A., Bosch Fiol, E. (2011). Mujeres en escenarios complejos: el caso de Hildegart Rodríguez. Revista Venezolana de Estudios de la Mujer. 16 (37). pp. 207-220

Giesecke, A. (2022) Mitología de la A a la Z. Una enciclopedia de dioses y diosas. Héroes y heroínas. Ninfas, espíritus, monstruos y lugares (trad. Pilar Ramírez Tello). Barcelona: Foliosocopio. pp 242

Guzmán, E., Muiña, A. (ed. lit.) (2014) Aurora de sangre: vida y muerte de Hildegart. Madrid: La linterna sorda.

Interesante Conferencia de la señorita Hildegart Rodríguez (5 de mayo de 1931). El Cantábrico: diario de la mañana, Año XXXVII, Núm. 13103. p. 11. [Consultado el 30/04/20]. Recuperado de: https://prensahistorica.mcu.es/publicaciones/verNumero.do?idNumero=1000450287

Montero, R. (2018) Nosotras. Historias de mujeres y algo más. Madrid: Alfaguara. pp 115-118

Pérez Sanz, P., Bru Ripoll, C. (1987) La sexología en la España de los años 30. Tomo II: Hildegart o la historia de Aurora Rodríguez, su madre. Revista Española de Sexología, núm.32.

Rámila, J. (2012) Hildegart Rodríguez: La historia que conmocionó a la II República Española. Quadernos de criminología: revista de criminología y ciencias forenses (18). pp. 8-19

Vigneron, D. (2015). Hildegart Rodríguez Carballeira: la educación feminista de una Amazona que no pudo ser. Cuadernos del Hipogrifo. Revista de Literatura Hispanoamericana y Comparada. 4(2). pp. 154-16Wittenzellner, J. (2015). Cómo escenificar la erudición: Hildegart Rodríguez y la sexología. Iberoromania: Revista dedicada a las lenguas y literaturas iberorrománicas de Europa y América81. pp.46-62.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *