ArqueoTimes.es

La foca monje en el Mediterráneo antiguo

Desde los albores de su existencia, las focas han convivido junto al ser humano coincidiendo en zonas costeras y marítimas. En específico, la foca monje del Mediterráneo, considerada una de las más primitivas de la familia de las Phocidae, subsiste aún hoy en día a través de los vaivenes temporales de las graves circunstancias medioambientales y obstáculos pesqueros. Repudiada y temida, a la vez que venerada y querida, la foca monje nunca ha pasado por alto en tanto que su huella ha quedado patente desde las escrituras más antiguas. En este artículo veremos las apreciaciones más representativas durante la Antigüedad y, a través de estas, palparemos la percepción que tendrían las sociedades más arcaicas sobre este «lobo del mar».

Figura 1. a) Primer plano de foca monje del Mediterráneo. Fuente. b) Estátera o hecte de Focea, Jonia, con detalle de foca nadando en círculos. Fuente.

La foca monje del Mediterráneo, conocida por su nombre científico como Monachus monachus, pertenece a la tribu Monachini y tiene como hermanas a la que sería la primigenia del grupo, la foca monje del Hawaii (Monachus schavinslandi), y a la ya extinguida foca monje del Caribe (Monachus tropicalis) (Cebrián Menchero, 1998, pp. 10-23).

Se puede decir que el punto de referencia por excelencia de las focas mediterráneas era la ciudad de Focea (Φώκαια), en la actual Turquía. Constituían el emblema de la πόλις y, de hecho, posiblemente ellas fueran la razón de su nombre debido a la gran cantidad que frecuentaba el golfo. Tampoco debemos pasar por alto su papel en las regiones de la Fócide (Φωκίς) y demás pueblos y aldeas donde se han podido hallar yacimientos arqueológicos de monedas con figuras de focas. Todavía se conservan nombres de lugares en honor a ellas, como la Cova del Llop Marí en Tarragona o la Grotta del Bue Marino en Cerdeña.

Por otro lado, el origen del nombre «monachus» se asoció en un principio a que antiguamente serían avistadas transitando por las playas a modo de procesión y a que su aspecto humanoide las hacía parecer monjes cristianos, sin embargo, esto es una vinculación anacrónica que fue desechada por los expertos más contemporáneos al ser con toda seguridad errónea (Johnson y Lavigne, 1999, p. 3). Si el nombre viene de estas anécdotas cotidianas, probablemente se asignase más tarde, y lo que se afirma es que su nombre debió asociarse al carácter solitario que se concibió sobre ellas. Aunque no siempre fueran así.

Son variopintas las alusiones que se conceden al vell marí (tal como se le conoce en las aguas de Baleares) y pueden resultar contradictorias. En las playas helenas estas focas acampaban a sus anchas y es razón por la que se consagrasen al dios Apolo, debido a una de sus tendencias favoritas: tomar el sol, y de ahí su correlación mediante este elemento. Las fuentes más antiguas que nos remontan a ellas son, indudablemente, las citas en la Odisea, donde entre los versos 398 y siguientes Menelao relata su regreso de vuelta, cuando, mientras se encontraba el mar embravecido, se echó a dormir bajo las cuevas junto a las focas, que son referidas como la prole de la bella hija del océano, posiblemente Anfítrite. También se señala de estas que sus cuerpos rezuman el olor más profundo del mar (ἁλὸς πολυβενθέος ὀδμήν) (Homero, 1919, pp. 148-149).

Aun vinculadas a portentosas divinidades marinas, ya había cierta controversia en torno a la expulsión de las focas monje de su hábitat. Sabemos que siempre se han alimentado de un poco de todo y que no rechazan ningún espécimen al que puedan engullir (Bartolomé Zofío y Vega, 2000, p. 31), por lo que los pescadores de antaño podrían ya haberlas considerado potenciales contrincantes. La reacción social hizo que la relación entre el pueblo griego y estos mamíferos marinos se viese truncada, apostando por la confrontación y, en gran medida, la aniquilación de estos seres, poniendo en práctica la búsqueda y captura sin precedentes.

Moneda de color dorado

Descripción generada automáticamente con confianza baja
Figura 2. Hecte de Focea, Jonia, perteneciente al siglo VI a.C., con detalle de tres focas monje nadando en torno a una esfera. Con permiso de Wildwinds.

Sin embargo, según los estudios sobre estas persecuciones, se podría entrever un atisbo de culpabilidad en estos actos a través de las fuentes (Johnson y Lavigne, 1999, pp. 8-15), asignando a la foca cierta divinización, con poderes oraculares y presentándola acompañando a Proteo en sus viajes (Grimal, 1981, pp. 456-457), al cual se le otorgó la capacidad de transformarse en una. 

Por otro lado, sus chillidos se consideraban malos presagios. Esta culpabilidad subconsciente ha sido teorizada por una factible compasión propia del ser humano hacia un animal que sufre, pues ya se testimonia desde el siglo XIX que durante su captura estos animales no paran de llorar (Johnson, 2004, p. 71). Aparte de esto, se ha constatado que el pudor también puede provenir de la tangible semejanza física a una persona.

Para hacernos una idea del aspecto de una Monachus monachus hay que saber que su cuerpo mide aproximadamente tres metros, no tiene orejas y sus aletas son cortas. El lanugo de la foca mediterránea difiere en cuanto a su sexo, pero la paleta de color va desde grisáceo en lo femenino hasta negruzco en crías y machos, y también a destacar que su morro es más achatado al de sus congéneres (Cebrián Menchero, 1998, p. 7). Por ello, en la Antigüedad, más de una vez fueron fácilmente atisbadas a lo lejos debido a su enorme tamaño, y confundidas con seres antropomorfos que resultarían en la imaginería colectiva como ninfas y otros entes mitológicos.

Autores como Aristóteles, describen a la foca monje ávidamente, describiéndola como un «cuadrúpedo mutilado» (πεπηρωμένον τετράπουν) porque parece moverse como si la hubieran amputado las patas (Aristóteles, 1937, pp. 182-183) y en más de una ocasión recalca que las focas «están malhechas» (κακῶς δ᾿ ἐστίν) (Aristóteles, 1937, pp. 540-541).

Si bien las pretensiones que tenían muchas de estas fuentes, en oposición a paliar la culpa anteriormente descrita, eran las de justificar y redimir los actos del ser humano en contra de este mamífero marino, presentándolo como un animal non grato y repugnante, cuyos poderes proféticos lo hacían más misterioso y temido aún (Johnson y Lavigne, 1999, p. 20).

Como ya se llevaba haciendo desde el Paleolítico, se aprovecharía su piel, grasa y carne. En los pueblos antiguos, sin embargo, la carne de foca en un principio no estuvo apenas valorada en el mercado debido a su probable dureza y proliferación. No obstante, debido a la retirada de las focas a zonas rocosas, poco transitadas y lejanas a la civilización, el material de foca sería encarecido, convirtiéndose en primicia especial cada ciertos meses. En términos etológicos, es posible que debido a este cambio de hábitat se produjese en el comportamiento de la foca monje un visible retraimiento y hostilidad.

Virgilio las mencionó en sus Geórgicas, como animales durmientes, varados en costas: «sternunt se somno diversae in litore phocae» (Virgilio, 1916, pp. 248-249). Pero realmente cuando por vez primera se expuso a la foca monje del Mediterráneo al borde de su extinción fue durante el Imperio de Roma. Plinio el Viejo en Naturalis historia aseguraba que las focas poseían propiedades curativas, así como mágicas. Una de estas alusiones se da en su octavo libro, donde asegura que el vómito de su hiel tiene propiedades, así como su cuajo ayuda a los epilépticos: «evomit fel suum ad multa medicamenta utile, item coagulum ad comitiales» (Plinio el Viejo, 1938, pp. 78-79). Esto parece que se convirtió en creencia popular por la población romana aparte de que su calidad se revalorizó: la piel de foca se vendía como aislante de rayos y protectora de males, sobre todo marítimos. 

A esto hay que sumarle que, desde la época de los circos romanos, muchas focas, aparte de ser domesticadas, también encontraron muerte en la arena junto a otros muchos animales sacrificados. Su número descendió hasta tal punto que la piel y la grasa de foca pasaron a ser materiales de lujo, irónicamente a cómo se habían considerado siglos atrás (Johnson y Lavigne, 1999, pp. 31-43).

Foca de color gris

Descripción generada automáticamente con confianza media
Figura 3. a) Tarjeta de Telefónica de los años 90. Fuente: La autora. b) La foca monje Billy descansando cerca del puerto de Patitiri, Grecia. Fuente. c) Moneda de la colección de 2022 Animales en Peligro de Extinción (APE) de la FNMT-RCM. Fuente: La autora.

A lo largo de su existencia, la foca monje ha sido mencionada en numerosas fuentes por parte de otros autores grecorromanos, dados Plutarco, Nono de Panópolis y otros. Ha supuesto inspiración de mitos y motivo de investigación para remedios medicinales. Así, en épocas posteriores, ha sido representada en multitud de obras. Es cierto que, siendo un animal salvaje, utilizado para alimento y demás recursos, igualmente podía convivir con el humano de forma pacífica, y lo que se vio de su agresividad al aproximarse a sus entornos desterrados no era sino una reacción defensiva que el propio ser humano había provocado en ellas.

Por desgracia, el típico cliché de que «la historia se repite» se hace eco una vez más, pese a lo trillada y vacua que resulte tal afirmación. El ser humano siempre ha tenido un defecto: una gran necesidad de adaptar el medio a él. Y es que ciertamente estas focas llegaban hasta hace unos años a las costas españolas, pero desaparecieron debido al poco margen de espacio del que disponían a consecuencia del turismo masivo, su rechazo en el mundo de la pesca y los estragos del medio ambiente. Más de una vez se han intoxicado con plásticos, crías se han herido mortalmente con las rocas o también ha llegado a envenenarse un grupo entero con algas no comestibles pertenecientes a las aguas tan inhóspitas donde viven.

Actualmente se están llevando a cabo programas para la reintroducción de la foca monje en las costas marítimas de España de manera eficiente para los sectores, pues su extinción sería contraproducente. Una sociedad concienciada con preservar su fauna ibérica ayudaría a que los proyectos de los científicos den resultado.

A fin de cuentas, lo que trata de exponer este artículo es que no somos muy diferentes a nuestros predecesores. Cicerón ya mostró conmiseración por los animales de los circos. Y quizás, esta misma conmiseración, respetándolos y aprendiendo de ellos, nos hace ayudarlos al mismo tiempo que también nos ayuda a nosotros mismos, porque eso es, para bien y para mal, lo que nos hace ser humanos.

Bibliografía

Aristóteles (1937). Parts of Animals. Movement of Animals. Progression of Animals. Loeb Classical Library.

Bartolomé Zofío, J. y Vega, I. (2000). Gran fauna ibérica e insular 8. La foca monje, WWF/Adena.

Castillo, E. (22 de agosto de 2023). El Coliseo de Roma, gladiadores y luchas de fieras. Historia National Geographic. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/coliseo-roma-gladiadores-y-luchas-fieras_7275 

Cebrián Menchero, D. (1998). La foca monje (Monachus monachus Hermann 1779) en el Mediterráneo oriental (Grecia y Croacia). Universidad Complutense de Madrid. https://docta.ucm.es/entities/publication/18f12370-f2b9-4a11-b443-c54ea9fba7b4 

Grimal, P. (1981). Diccionario de mitología griega y romana. Ediciones Paidós Ibérica.

Homero (1919). Odyssey, Volume I: Books 1-12. Loeb Classical Library.

Johnson, W. M. y Lavigne D. M. (1999). Monk Seals in Antiquity. The Mediterranean Monk Seal (Monachus monachus) in Ancient History and Literature. Nederlandsche Commissie voor Internationale Natuurbescherming.

Johnson, W. M. y Lavigne D. M. (1999). Mass tourism and the Mediterranean monk seal. The role of mass tourism in the decline and possible future extinction of Europe’s most endangered marine mammal, Monachus monachus. The Monachus Guardian, 2. https://www.monachus-guardian.org/mguard04/04scien11.htm

Johnson, W. M. (2004). Monk Seals in Post-Classical History. The role of the Mediterranean monk seal (Monachus monachus) in European history and culture, from the fall of Rome to the 20th century. Nederlandsche Commissie voor Internationale Natuurbescherming.

Jover, A. (30 de noviembre de 2020). Los fósiles que reescriben la historia de la foca monje. El País. https://elpais.com/ciencia/2020-11-30/los-fosiles-que-reescriben-la-historia-de-la-foca-monje.html

Muñoz-Santos, M. E. (15 de noviembre de 2017). Sangre en la arena: animales en la antigua Roma. Antigua Roma al Día. https://antiguaroma.com/animales-antigua-roma/ 

Plinio el Viejo (1938). Natural history, Volume III: Books 8-11. Loeb Classical Library.

Virgilio (1916). Eclogues. Georgics. Aeneid: Books 1-6. Loeb Classical Library.

1 comentario en “La foca monje en el Mediterráneo antiguo”

  1. Muy interesante, este artículo no es solo educativo, sino que también logra transmitir una sensación de aprecio y respeto por las focas y de promover la coexistencia armoniosa entre los humanos y estas criaturas maravillosas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *