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Miguel de la Paz: La última esperanza de los Reyes Católicos

Es posible que los Reyes Católicos sean dos de las figuras más conocidas de la historia de la península Ibérica. Con su matrimonio unen las Coronas de Castilla y Aragón, y a lo largo de su reinado consiguen destacadas victorias militares en Granada y Nápoles, además de financiar los viajes de Cristóbal Colón al continente americano y hacer una amplia reforma administrativa. Toda su suerte en las labores de gobierno no se transmite a lo referente a su sucesión, perdiendo varios de sus herederos (Francisco Olmos, 2002). Miguel de la Paz es el último de estos príncipes que fallecen antes de poder suceder en los reinos de sus abuelos, una última esperanza de mantener su obra.

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Figura 1. Virgen de la Misericordia con los Reyes Católicos y su familia. Se puede apreciar a sus hijos Isabel, Juan y Juana detrás de los monarcas. Fuente.

El heredero natural de los Reyes Católicos es el príncipe Juan, su único hijo varón. Enfermizo desde su infancia, el príncipe Juan fallece a causa de unas fiebres el 4 de octubre de 1497. En una carta de su sobrino, el emperador Carlos V, a su hijo, el futuro Felipe II, se menciona que la muerte del príncipe Juan se debe a un exceso de agotamiento al mantener relaciones con su esposa (Fernández Álvarez, 1975, pp. 90-103). La viuda de Juan, Margarita de Austria, espera un hijo de su esposo que habría de convertirse en heredero de los Reyes Católicos. Sin embargo, aborta poco después.

Con la extinción de su descendencia patrilineal, la heredera de los Reyes Católicos pasa a ser su hija mayor, Isabel. La nueva princesa se acaba de casar con el rey Manuel I de Portugal, por lo que esta sucesión supondría un «reajuste positivo» que permitiría la unión dinástica de tres reinos (Carretero Zamora, 1988, p. 191). El derecho de los reyes de Portugal a la herencia de los Reyes Católicos es cuestionado por el archiduque Felipe de Austria, quien reclama el título de príncipe de Asturias como esposo de la infanta Juana, segunda hija de Isabel y Fernando. Esta reclamación produce un conflicto diplomático entre los Austria y los Trastámara, pero no debilita los derechos de la princesa Isabel (Aram, 2001, p. 94).

Las Cortes de Toledo de 1498 reconocen a Isabel como heredera de Castilla (Carretero Zamora, 1993, pp. 73-76). Sin embargo, las Cortes de Zaragoza se niegan a reconocerla como princesa de Aragón por ser mujer. El debate sobre la sucesión de Aragón se alarga durante meses, en los que la princesa desarrolla su embarazo. Antes de que las Cortes lleguen a una conclusión, Isabel de Aragón muere en el parto de su hijo el 23 de agosto (García Gallo, 1966, pp. 89-92).

Este niño recibe el nombre de Miguel por deseo póstumo de su madre. Está destinado a ser heredero tanto de su padre como de sus abuelos maternos, y por tanto a unir la península Ibérica con excepción de Navarra. Tanto Manuel como Isabel y Fernando desean la custodia de su nieto, ganando finalmente la posición de los abuelos (Martínez Alcorlo, 2021, pp. 291-294).

Figura 2. Virgen de los Reyes Católicos. Sus hijos Juan e Isabel aparecen junto a ellos. Fuente

Las Cortes de Zaragoza no muestran a Miguel la misma oposición que a su madre por ser un varón, y le reconocen como heredero de su abuelo Fernando. Posteriormente, los monarcas se trasladan a Castilla con el príncipe, donde es reconocido como sucesor de su abuela en las Cortes de Ocaña de 1499. Debido a la avanzada enfermedad de la reina Isabel, los procuradores temen que no sobreviva hasta la mayoría de edad de su nieto, por lo que le piden que designe un regente que gobierne en caso de que el príncipe Miguel acceda al trono siendo demasiado joven (Carretero Zamora, 1993, pp. 76-78). En el juramento se permite que la reina refleje esta decisión en su testamento.

Paradójicamente es el reino de Portugal, en el que Miguel ha de ser el heredero como primogénito de su rey, donde se dan más objeciones a su juramento como heredero. En ausencia de su hijo, el rey Manuel solicita a las Cortes de Lisboa de 1499 que reconozcan a Miguel como su príncipe. Al crecer fuera de Portugal es de suponer que heredará una cultura extranjera, por lo que Manuel debe suscribir los llamados Artículos de Lisboa de 1499 o Capítulos del Rey don Manuel en los que garantiza la independencia de Portugal en caso de que su hijo herede tres reinos distintos (Bouza, 1998, pp. 121-133).

Miguel es la última esperanza de los Reyes Católicos de tener un sucesor que continúe su obra, motivo por el reclaman su crianza. La reina Isabel se instala con él en Granada, donde el príncipe fallece a los dos años el 20 de julio de 1500.

Le sucede como heredero de Castilla y Aragón su tía Juana, quien llegará a reinar como Juana I durante medio siglo, aunque nunca gobernará de manera efectiva (Fernández Guisasola, 2022). Su subida al trono supone el fin de los Trastámara y el ascenso de sus descendientes, los Austria, no solo desde un punto de vista dinástico, sino también por tener unos intereses políticos distintos.

Fernando el Católico intenta continuar su obra, al menos en Aragón y los reinos recién adquiridos de Nápoles y Navarra. Para ello contrae segundas nupcias con Germana de Foix poco después de la muerte de la reina Isabel (26 de noviembre de 1504) a fin de tener descendientes que impidan que Juana I herede también los territorios de su padre. Sin embargo, el único descendiente de este matrimonio es un niño llamado Juan que muere meses después de su nacimiento en 1509.

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Figura 3. Sepulcros de la Capilla Real de Granada. Fuente.

En un primer momento, los restos del príncipe Miguel reposan en el convento de San Francisco de la Alhambra junto a los de sus abuelos. Más tarde, Carlos V ordena el traslado de los tres cuerpos reales a la Capilla Real de Granada, donde también descansan Juana I y Felipe I de Castilla. El príncipe es el único de los inhumados que no tiene una efigie que señale su lugar de entierro (Redondo Cantera, 2010).

En conclusión, Miguel de la Paz nace con el potencial de ser el rey de la mayor parte de la península Ibérica, o de su totalidad si se tiene en cuenta que Fernando el Católico conquistará el reino de Navarra en 1512. Su fallecimiento, y el cambio dinástico de los Trastámara a los Austria, trunca las esperanzas de los Reyes Católicos de tener un sucesor que continúe su obra política. El propio rey Fernando tratará de evitar las consecuencias de este cambio tratando de tener nuevos descendientes para romper la unión con Castilla. Pese a la importancia que pudo haber tenido, su fallecimiento a una temprana edad le convierten en una figura exigua cuyo lugar de inhumación ni siquiera está señalado.

Bibliografía 

Aram, B. (2001). La reina Juana. Gobierno, piedad y dinastía. Marcial Pons.

Bouza, F. (1998). Imagen y propaganda. Capítulos de historia cultural del reinado de Felipe II. Akal.

Carretero Zamora, J. M. (1988). Cortes, monarquía, ciudades. Las Cortes de Castilla a comienzos de la época moderna. Siglo XXI de España.

Carretero Zamora, J. M. (1993). Corpus documental de las Cortes de Castilla (1475-1517). Cortes de Castilla-La Mancha.

Fernández Álvarez, M. (1975). Corpus documental de Carlos V, vol. 2. Consejero Superior de Investigaciones Científicas.

Fernández Guisasola, L. F. (2022). Juana I, ¿reina propietaria, nominal, honoraria? Dificultades jurídicas de la sucesión de los Reyes Católicos. Hidalguía: la revista de genealogía, nobleza y heráldica, 391, 633-662.

Francisco Olmos, J. M. (2002). La sucesión de los reyes católicos (1475-1504). Textos y documentos. Cuadernos de investigación histórica, 19, 129-166.

García Gallo, A. (1966). La sucesión al trono en la Corona de Aragón. Anuario de Historia del Derecho Español, 88-89, 5-187.

Martínez Alcorlo, R. (2021). Isabel de Castilla y Aragón, princesa y reina de Portugal (1470-1498). Sylex.Redondo Cantera, M. J. (2010). Los sepulcros de la Capilla Real de Granada. En M. A. Zalama Rodríguez (Dir.), Juana I en Tordesillas: su mundo, su entorno (pp. 185-214). Ayuntamiento de Tordesillas.

1 comentario en “Miguel de la Paz: La última esperanza de los Reyes Católicos”

  1. Es indudable el amplio conocimiento sobre los Trastamara que el Sr. Fdez-Guisasola plasma en su artículo.
    Ánimo a editores y patrocinadores, que le encomienden una serie de capitulos cortos, que relaten la saga de los Trastamara.
    Como aficionado a la historia, escaparse a la Villa de Tordesillas y próximamente a Medina del Campo, con mis pocos conocimientos, me trasladan en un túnel del tiempo, a esa época y os aseguro que es fabuloso.
    Enhorabuena.

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