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Grandes maestras de la caligrafía española (ss. XVII-XIX)

La caligrafía ha supuesto un avance para la enseñanza de la escritura dirigida a distintos grupos sociales y una vía para la aparición de la docencia femenina. Es ardua tarea enmarcar la caligrafía en una vertiente en concreto, pues no se considera una disciplina individual, sino que siempre se relaciona con otras. La caligrafía propone que sea estudiada a partir de los manuales que nacieron sobre ella en el siglo XVI.

Con el nacimiento de la imprenta un siglo antes, la labor amanuense o del copista se ve relegada y lo que parece el principio del fin resulta ser todo lo contrario: es el comienzo de una era de renovación en la cultura escrita, que simultáneamente se traduce en una impactante transformación de la vida laboral. A consecuencia de esto, la perspectiva social cambia en todos los niveles de manera paulatina. Cada vez se exige con más necesidad la inclusión de la mujer como maestra debido a la popularización de la enseñanza del leer y del escribir (Negrín Fajardo, 1987, pp. 334-340). 

Es por eso que durante estos tiempos volubles de los siglos XVII y XVIII, la mujer pasará de ser primeramente alumna, para después ser colaboradora, consiguiendo llegar a convertirse propiamente en maestra y experta calígrafa.

El Humanismo del siglo XVII abre las puertas del aprendizaje y se crean numerosas escuelas y talleres (Gutiérrez Cabero, 2014, pp. 73-79). Ante esto, se observa que a las mujeres se les va permitiendo poco a poco el acceso a los libros, aun todavía encontrándose relegadas en cuanto a la escritura.

Dentro de este contexto, la letra humanística se asienta y llega a España de la mano del sevillano Francisco Lucas. Será renovada con un estilo patriótico y conocida en las lindes castellanas como «bastarda», cuyo representante por excelencia es Pedro Díaz de Morante, preceptor de los siguientes calígrafos, y de hecho, llegando a tener una de las primeras alumnas de la escritura: Isabel Angulo, cuyo nombre aparece mencionado hacia el final del manual del calígrafo. Esta letra «bastarda» difiere de su predecesora en que es más inclinada y las letras tienden a juntarse entre sí (Galende Díaz, 1998a). 

Más adelante, en el siglo XVIII, Carlos III de España realiza una serie de reformas, y es de interés la década de 1770 porque hay una reforma educativa. Esta reforma está marcada por el despotismo. Desde la burguesía se intenta formar en lo laboral a sectores de la población que no habían tenido antes los mismos recursos, como la población femenina, a la que se le ofreció trabajos que los hombres estaban dejando de ocupar, véase la docencia (Negrín Fajardo, 1987). En 1783 fue emitida la Real Cédula por la que se establecen las escuelas de niñas en España de manera oficial y es a partir de este momento cuando la figura de maestra empieza a formarse (Giró Miranda, 2009, pp. 39-41).

Durante esta época surge la bastarda redonda, tachada de artificiosa y muy forzada que muchos especialistas rechazarán. Entre estos ilustres pendolistas se destaca a Santiago Palomares, quien realizó un nuevo manual a partir del de Morante, y a Torucato Torio, reivindicando la preservación de la letra bastarda española (Gutiérrez Cabero, 2014).

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Figura 1. Hoja de lámina de Arte nueva de escribir de Francisco Javier de Santiago Palomares, 1776. Imagen procedente de la Biblioteca Nacional de España. Fuente.

A propósito de este siglo en concreto, nos encontramos en distintos manuales caligráficos densos epígrafes dedicados a Josefa Bahamonde (Rico y Sinobas, 1903, p. 16), quien con tan solo doce años fue discípula y colaboradora de Palomares. Las láminas finales del manual de este maestro toledano trataban de ser muestras de sus alumnos haciendo gala de esta forma de lo que habían aprendido, y de hecho, una de estas láminas finales de Arte nueva de escribir (1776) está realizada por Josefa Bahamonde. A partir de ello surgieron menciones por parte de calígrafos de renombre como Servidori o Torcuato Torío acerca de esta niña prodigio y cómo realiza la bastarda española, tan similar a la de su maestro que resultaban apenas indistinguibles (Cotarelo y Mori, 2004, p. 141).

Y será a lo largo del siglo XIX cuando circularán muchos manuales de firma femenina con gran influencia de sus instructores. Durante el primer tercio de siglo, se da un retroceso en la educación, principalmente debido a la Guerra de la Independencia Española. A pesar de ello, en 1812 se publica el Informe Quintana, un documento clave para la igualdad de una educación pública y gratuita. Sin embargo, tarda en efectuarse por el panorama del país. En 1857, se impulsa la Ley Moyano que exige la escolarización para niñas, pero esto no se dará del todo realmente hasta el siglo XX (Colmenar Orzaes, 1988).

Paralelamente se produce un auge de la caligrafía a medida que crece el alumnado, surgiendo como gran referente  José Francisco Iturzaeta en cuanto a las reglas de confección de la letra, aunque también lo seguirá siendo Palomares. Los trazos poco a poco dejan de ser tan rígidos y se da más margen a la personalidad de la letra a través de las cartas y otros documentos personales del día a día. Hay que destacar también que la letra inglesa, con sus trazos inclinados y cursiva fina, recibe buena acogida en España, pero no será decisiva pues se seguirá el método de la littera nacional.

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Figura 2. Hoja de lámina de Teoría de la lectura y de la caligrafía explicadas con arreglo al programa de esta enseñanza en la Escuela normal de Badajoz por doña Walda Lucenqui de Pimentel regente de la Escuela práctica agregada a dicha Normal, 1885, p. 165. Imagen procedente de la Biblioteca Nacional de España. Fuente.

A continuación, se enumeran cuatro autoras del arte de escribir que sobresalieron durante el siglo XIX y principios del XX. Se ha realizado esta selección en cuanto a su papel como docentes dentro de su sociedad y la influencia que tuvieron sobre sus sucesores pendolistas, y también debido a la información que se ha podido recobrar sobre ellas entre muchas grandes olvidadas.

Walda Lucenqui de Pimentel

Walda Lucenqui es una calígrafa de Badajoz perteneciente a una familia militar y artística. Formó parte de manera activa de un movimiento progresista que iba tomando fuerza en la Extremadura del siglo XIX que apoyaba la educación igualitaria. Se convierte de esta forma en una figura importante del feminismo nacional. Así también se forma como regente de la Escuela Normal de Maestras de Badajoz (Rico y Sinobas, 1903, p. 242).

Con Walda ya se puede hablar propiamente de un manual publicado por una mujer, siendo considerado el primero en España. Sigue al calígrafo Iturzaeta como modelo de la letra bastarda, aunque en comparación, Walda la hace con más envergadura (Cotarelo y Mori, 2004, p. 435).

Filomena Amor Arias

La obra de esta vallisoletana, Ortología y Caligrafía para la enseñanza de la lectura y escritura, es sobre todo teórica y no tiene muestras prácticas, pero supone un buen compendio de las diferentes escrituras hasta ese momento y los procedimientos para aprender caligrafía. Explica la caligrafía desde una perspectiva historicista y hacia el final de la obra resume los principales puntos de la bastarda española (Rico y Sinobas, 1903, p. 211).

María Encarnación de la Rigada y Ramón

María Encarnación de la Rigada es una importante pedagoga natural de Cádiz, que dedicó su trayectoria profesional mayormente a la aritmética y a las matemáticas, pero tiene una obra a mencionar que realizó mientras se formaba como regente para la Escuela Normal, que se llama La Caligrafía como arte bello, como arte útil y como arte bello-útil. Sus labores como educadora se han preservado como hechos anecdóticos en comparación con su ingente obra aritmética y estudios clínicos de pedagogía versados especialmente en niños con discapacidades, hecho bastante adelantado para su época (Rico y Sinobas, 1903, p. 258).

Así pues, no solo fue una excelente profesora, sino que se erigió como uno de los grandes referentes dentro de la pedagogía española. Además, fue una gran periodista, dirigiendo el Periódico de la Gaceta, uno de los grandes periódicos de la historia de España (Colmenar Orzaes, 2009, pp. 593-604).

Fidela Ruiz Celorri

Fidela Ruiz compone con su hermano Cipriano el Tratado de Caligrafía y Ortología (1887), en el cual se basan en reglas aritméticas para la confección de la letra. Está firmado por los dos hermanos y poco se sabe acerca de su vida, salvo que Fidela fue regente de la Escuela Normal de Maestras de Lérida (Rico y Sinobas, 1903, p. 259; Cotarelo y Mori, 2004, p. 226).

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Figura 3. a) Intitulado de Teoría de la lectura y de la caligrafía de Walda Lucenqui, 1885. Fuente. b) Intitulado de Lecciones de ortología y caligrafía para la enseñanza de la lectura y escritura por Filomena Amor y Arias, 1892. Fuente. c) Firma de María de la Encarnación de la Rigada y Ramón en Aritmética elemental, 1896. Fuente.  d) Hoja de lámina de Tratado de caligrafía y ortología para que pueda servir de texto en las Escuelas Normales y para prepararse a oposiciones a escuelas de primera enseñanza por Cipriano Ruiz y Fidela Ruiz, 1887. Imágenes procedentes de la Biblioteca Nacional. Fuente

Conclusión

Con la introducción de la imprenta surge la alfabetización de clases y, por consiguiente, empieza a reconocerse un alumnado femenino. Se puede hablar propiamente de un comienzo de la caligrafía femenina abocada a la publicación de manuscritos con María Josefa Bahamonde, cuando Palomares cuenta con ella como prodigiosa alumna en las láminas finales de su manual. 

De forma gradual, las mujeres serán formadas para dar clases, y esto cristaliza del todo a partir del siglo XIX. Así también surgen los primeros manuales de calígrafas españolas, como se pueden ver los de Walda Lucenqui, Filomena Amor, María Encarnación de la Rigada y Fidela Ruiz con su hermano Cipriano, los cuales siguen principalmente la obra de Iturzaeta, pero tomando en cuenta a otros grandes como Palomares o Morante pese al nuevo recelo insurgente acerca de la imitación por reglas y por muestras, pues en estos tiempos ya se abogaba por aprender a escribir mediante el dictado y a pesar de seguir una serie de pautas, se dejaba margen a que la escritura personal se desenvolviera teniendo rasgos propios.

Bibliografía

Colmenar Orzaes, C. (1988). Historia de la Escuela Normal Central de Maestras de Madrid (1858-1914). Universidad Complutense de Madrid.

Colmenar Orzaes, C. (2009). Contribución de Mª Encarnación de la Rigada a la Educación Especial y a la Educación Social. El largo camino hacia una educación inclusiva: la educación especial y social del siglo XIX a nuestros días: XV Coloquio de Historia de la Educación, 593-604.

Cotarelo y Mori, E. (2004). Diccionario biográfico y bibliográfico de calígrafos españoles, I y II. Visor Libros.

Galende Díaz, J. C. (1998). La escritura humanística en la Europa del Renacimiento. Espacio, tiempo y forma. Serie III, Historia medieval, 11, 187-230.

Galende Díaz, J. C. (1998). La Paleografía y las Escuelas Caligráficas Españolas. Conceptos: actas del III Congreso de Historia de la Cultura Escrita, 137-148.

Giró Miranda, J. (2009). Mujer y educación, las maestras: un análisis sobre la identidad de género y trabajo. Instituto de Estudios Riojanos.

Gutiérrez Cabero, Á. M. (2014). La enseñanza de la caligrafía en España a través de los Artes de Escribir de los siglos XVI al XX: la construcción de un estilo de escritura. Universidad Complutense de Madrid.

Negrín Fajardo, O. (1987). Educación popular en la España de la segunda mitad del siglo XVIII. Universidad Nacional de Educación a Distancia.Rico y Sinobas, M. (1903). Diccionario de calígrafos españoles. Imprenta de Jaime Ratés.

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