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Libros de horas negros: la liturgia más distinguida

Con el asentamiento de las lenguas vernáculas en los países europeos y la instrucción religiosa dirigida principalmente a los laicos, se produce una accesibilidad a la comprensión de los dogmas cristianos por medio de la cultura escrita que irá ascendiendo desde el siglo XIII. Ante este acrecentamiento popular, el latín se ve relegado en su uso, pero en contraposición adquiere un valor elitista y propio de alta alcurnia. Los salterios, que se habían dado con anterioridad para la recitación de los salmos durante las misas, se verán diluidos por la aparición de los libros de horas, que responden a la necesidad de la nobleza para distinguirse y son manufacturados expresamente para una persona concreta.

Los libros de horas suponen la consecuencia de la devotio moderna, que, lejos de tratar de ser una corriente disruptiva, tiene como pretensión realzar aún más los valores espirituales del Medievo (López Montilla, 2012, pp. 31-40), pero concibiendo el cristianismo como una relación interpersonal más intensificada entre creyente y fe, de meditación interior y autocrítica, considerándose como un retorno a la pureza que pretendía el estoicismo en sus raíces y más adelante el ascetismo.

Con este contexto presentado, el fenómeno de los libros de horas, cuyo lugar de origen fue presumiblemente Francia, se extiende rápidamente por toda Europa central y pronto llega a España, introduciéndose en Cataluña y Valencia a lo largo de los siglos XIV y XV, y así en la Corona de Castilla y Aragón a finales del XV y comienzos del XVI (López Montilla, 2012, pp. 55-56).

La proliferación de libros de horas producidos en las regiones europeas da distintos tipos de confecciones, también debido a que el carácter individualista propio de estos manuscritos genera un estilo personalizado. Por regla general se realizan en pergamino, con texto en escritura gótica textual para dar más permeabilidad, enmarcado con letras iluminadas y detalles florales, animalísticos y figuras antropomorfas con distintas tintas de colores, y algunos de estos pasajes acompañados de una miniatura en la página contigua que ilustraba el rezo o el pasaje bíblico pertinente.

Apenas se puede subcategorizar estos códices por su inmensa variedad, pero destaca un pequeño grupo de ellos marcadamente distinguibles por sus páginas teñidas de negro. Con el duque Felipe III, Borgoña floreció como epicentro de las artes, y desde 1445, los talleres de Brujas, Valenciennes, Gante, Bruselas y Tournai se convierten en centros brillantes para la confección de libros de horas, y también en concreto para los manuscritos negros por encargo.

Existen conservados hasta siete libros de horas negros. Probablemente se produjesen más, pero el agresivo efecto químico del pigmento negro, conseguido a partir de una solución de hierro y cobre, no ha ayudado a la perdurabilidad de muchos. Esta tipología evoca el uso tardoantiguo y carolingio de impregnar o teñir el pergamino (pero de púrpura) y escribir sobre él con un nuevo color (Montuschi, 2013, p. 703).

Así sus procesos de restauración y conservación han sido complicados, y la mayoría se mantienen separados en láminas, por lo que, dejando a un lado las Horas Negras de Morgan (figura 3b), el resto no tiene una encuadernación que haya subsistido.

Debido a la delicadeza y la disponibilidad que ofrecen los repositorios, algunos de los libros de horas negros que vamos a ver son facsímiles.

Una placa con letras y números

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Figura 1. Horae Beatae Marie Secundum usum curie romane, c. 1455, Sociedad Hispánica de América (Hispanic Society of America), Nueva York. Fuente

El primer libro en aparecer en escena tiene recepción castellana: el Libro de Horas Negro de la Sociedad Hispánica de América o también por su nombre más arcaico Horae Beatae Marie Secundum usum curie romane. El autor de este magnífico manuscrito probablemente trabajó para la corte aragonesa, debido a que el calendario tiene santorales así como festividades locales de Zaragoza, Cataluña y Valencia (Manzari, 2012, p. 205). Se ha mantenido en el tiempo notablemente y conserva hasta 152 folios, pero está considerado como inacabado, puesto que se hallan varios espacios probablemente reservados para miniaturas. Se ha llegado a pensar que este libro fuera una entrega para María de Aragón como ofrenda de duelo por la muerte de su marido Alfonso V en 1458 (A Collection in Context: The Hispanic Society of America). 

Sin embargo, es importante tener en cuenta que de ninguna manera todos los libros de horas negros tienen una finalidad de duelo, sino puramente estilística. Y es que el negro se convirtió en el color definitorio bajo la corte de Carlos I.

Figura 2. a) Facsímil del libro negro de oraciones, c. 1466-1476, Biblioteca Nacional de Austria, Viena, Codex Vindobonensis 1856 (ff. 32v-33r). La página izquierda muestra la miniatura de los cuatro evangelistas, mientras que la página derecha empieza con las primeras palabras del Evangelio de san Juan: in principium erat verbum. Fuente. b) Bifolio unio del libro negro de horas de Carlos I el Temerario, c. 1466, Museo del Louvre, París, MI 1091 (verso). Las dos hojas constituyen el pasaje del Cruce del Mar Rojo. Imagen procedente del Museo del Louvre. Autor: Phillipe de Mazerolles. Fuente.

El libro de oraciones de Galeazzo Maria Sforza tuvo su origen en Brujas y fue confeccionado para Carlos I el Temerario. Sus páginas se conservan entre planchas acrílicas por la conseguida pintura azabache. Está compuesto de colores vívidos que resaltan aún más por el esplendor de los acabados plateados y dorados, con los evangelios decorados al detalle y miniaturas muy bien definidas (figura 2a) (Walter y Wolf, 2018, pp. 362-363). Se desconoce cómo pudo acabar tan rápidamente en manos del duque de Milán Galeazzo Maria Sforza. Se determina que el iluminador de este libro fuese Philipp de Mazerolles, al igual que del bifolio del Louvre (de Schryver, 1999, pp. 50-57).

A propósito de esta mención, este fragmentado libro de horas negro dedicado a Carlos I el Temerario se encuentra conservado en un bifolio, en la Sala de Estudios de Dibujos y Grabados del Louvre, y en un folio en la Biblioteca Nacional de Francia (Nouv. acq. lat. 149). En dicho bifolio, fileteados florales y medallones de oro bruñido enmarcan el pasaje del Éxodo sobre pergamino negro (figura 2b).

Figura 3. a) Facsímil del libro de horas de María de Borgoña, c. 1470-1480, Biblioteca Nacional de Austria, Viena, Codex Vindobonensis 1857 (f. 14v). Miniatura que representa a María de Borgoña, o en su defecto a Margarita de York. Se adjunta con el folio anejo en el que se da el texto en negro, a modo de ventanales. Fuente. b) Facsímil de Las Horas Negras de Morgan, c. 1475, Biblioteca y Museo Morgan, Nueva York, MS 493. Miniatura de La Crucifixión de Jesús (ff. 14v-15r). Fuente.

El libro de horas de María de Borgoña (figura 3a) se considera uno de los libros más importantes de la Baja Edad Media y una auténtica obra maestra en sí misma (Hamel, 2019, p. 598). Realizado en Flandes, bien de Gante o Brujas, se atestigua que fuera su primer receptor Carlos I, pero también se ha teorizado que se tratase de un libro luctuoso para la hija de Carlos I a la muerte de éste. Sea como fuere, con toda seguridad Margarita de York se lo habría regalado a su hijastra María de Borgoña, y de ahí es conocido por el nombre de la duquesa (Walter y Wolf, 2018, pp. 366-367). En cuanto a la autoría se asocia con varios artistas, entre ellos el maestro de María de Borgoña como miniaturista o Spierinc para la caligrafía. No es enteramente negro: sus 34 primeras páginas se componen de miniaturas de color intenso y textos que se encuadran sobre una viñeta azabache dentro de la misma página de pergamino blanco. 

Atendiendo a esta disposición se concibe como libro negro de horas también el de Valenciennes Ms. 836 (618) (Flandes, s. XV), en su biblioteca municipal, compuesto en latín y flamenco. Las oraciones se componen sobre un recuadro negro, pero no en el resto de la hoja de pergamino.

Pero sin duda alguna el de Las Horas Negras de Morgan (figura 3b) es el libro negro de horas por excelencia. Se pudo fabricar sobre 1470 y terminar casi en el año 1480 en un taller de Brujas o Gantes. Se desconoce su íter archivístico, pero perfectamente pudo permanecer en su lugar de nacimiento hasta el siglo XIX hasta recibirlo el cardenal Yemeniz (Walter y Wolf, 2018, pp. 372-373), pasando por distintas colecciones hasta llegar en 1912 a la biblioteca de John Pierpont Morgan, habiéndolo comprado a Leon Gruel en una subasta de Chicago.

Con excelsas miniaturas de las Horas de la Virgen y la vida de Jesús, lo que tiene de especial es el uso de un azul potente en sus páginas no visto en otros libros, que pudo haberse conseguido a base de pigmentos como la azurita, el ultramar y el lapislázuli. Por su gran elaboración se discierne que su destinatario era de un cargo muy importante.

Una de las razones de su buen estado es por la utilización de vitela gruesa que resistió mejor los químicos de los colores. Es el único además conservado como un códice, encuadernado en piel de cerdo del siglo XIX. Este factor ha hecho cuestionarse a expertos sobre si su reencuadernación es conveniente, ya que cada hoja tiene una atadura muy fuerte y es complicado desatarlo entero sin que la pintura se desquebraje y por eso este libro tiene dificultades para abrirse del todo (Trujillo y Wieck, 2020).

Por último, tenemos el manuscrito de horas negro Vat.lat.9488, digitalizado y conservado en la Biblioteca Apostólica Vaticana (Montuschi, 2013, pp. 701-767) en láminas restauradas. 

Tras explicar los siete conservados, a modo de síntesis, podemos recabar que los libros de horas negros surgen a mediados del siglo XV con una producción especializada en los distintos talleres flamencos de Flandes para distinción y elegancia que el negro imponía en muchos aspectos de la corte, como la vestimenta. En cuanto a contenido y otros aspectos formales, no difieren del resto de libros de horas más comunes y su finalidad seguía siendo el deleite personal de la religiosidad de sus demandantes. Pese a ser de gran costo y realizados con suma exquisitez, han pervivido pocos debido a la aleación muy corrosiva de cobre y hierro que se hacía para conseguir el pigmento negro. Además, las ilustraciones y textos se trazaban con otros componentes que contribuían a su frágil protección. Es por ello por lo que la gran mayoría se conservan laminados en planchas y no suelen encontrarse encuadernados.

Bibliografía

A Collection in Context: The Hispanic Society of America. https://projects.mcah.columbia.edu/hispanic/ 

Hamel, C. (2019). Grandes manuscritos medievales. Ático de los Libros.

Manzari, F. (2012). Un libro de horas iluminado para Alfonso de Borja. Influencias de los grabados alemanes en la miniatura de la Corona de Aragón a mediados del siglo XV. En M. C. Lacarra Ducay (Coord.), La miniatura y el grabado de la Baja Edad Media en los archivos españoles (pp. 203-224). Institución «Fernando el Católico» (CSIC).

Montuschi, C. (2013). La rara eleganza della pergamena nera: il libro d’Ore Vaticano latino 9488. Studi e testi, 478, 701-767.

López Montilla, M. J. (2012). El Libro de Horas. Un libro selecto de devoción privada. La Ergástula.

De Schryver, A. (1999). Philippe de Mazerolles: le livre d’heures noir et les manuscrits d’Ordonnances militaires de Charles le Téméraire. Revue de l’Art, 126, 50-67.

Trujillo, F., & Wieck, R. S. (2020). The Black Hours at the Morgan Library & Museum. Perspectives from a Conservator and a Curator [Webinar]. The Morgan Library & Museum. https://www.youtube.com/watch?v=fTz0JIw5xys&t=55s 

Walther, I, & Wolf, N. (2018). Codices illustres. Los manuscritos iluminados más bellos del mundo desde 400 hasta 1600. Taschen.

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