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Las Monarcas como embajadoras: Leonor de Aquitania y Berenguela de Castilla (II)

BERENGUELA DE CASTILLA

Como en el caso anterior con Leonor de Aquitania, Berenguela también se preocupó por el matrimonio de sus hijos e inclusive de sus propios hermanos. De hecho casará a su hija, también llamada Berenguela, con el rey de Jerusalén Juan de Brienne, el cual pasó por la península en su camino de peregrinación hacia Santiago.

Litografía de la reina Berenguela en «Mugeres célebres de España y Portuga», 1868, Barcelona : Víctor Pérez, 1868. Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla. Fuente.

Volviendo a las negociaciones matrimoniales realizadas por esta reina respecto a su hijo Fernando III, principalmente hay que fijarse en el primero de los matrimonios que gestionó para él. Cabe señalar que ella buscó un matrimonio para solventar el problema de la herencia en Castilla, dado que venían de unos momentos turbulentos frente al padre de Fernando III, Alfonso de León, el cual intentó hacerse con la corona de Castilla que pertenecía a su hijo. Por lo tanto, la búsqueda de este matrimonio para Fernando realmente tenía el objetivo de solventar el problema sucesorio y así evitar enfrentamientos con otros reinos. 

Es importante tener en cuenta la elección de esposa y mandar a las personas adecuadas para que se formalice, tarea nada fácil en esta época, ya que los reinos peninsulares estaban muy entrelazados entre ellos y había que evitar intervención papal que pudiese anularlo, como ya le habría sucedido a Berenguela con Alfonso de León, padre del propio Fernando III, por lo que principalmente se buscaba a posibles esposas fuera de la península. También había que evitar los enlaces con Francia y con Inglaterra pues eran de los principales países con los que también se realizaban alianzas matrimoniales, por lo que la tarea de Berenguela de buscarle una esposa a su hijo no fue fácil. 

Finalmente, y posiblemente gracias a la ayuda desde París recibida por su hermana Blanca, pronto surgió un nombre, Beatriz de Suabia. Dicha muchacha era hija del emperador Felipe de Suabia y de su esposa Irene, a su vez hija del emperador Isaac de Ángel y de su esposa Margarita, hija del rey de Hungría.  Esta joven estaba bajo el cargo del emperador Federico II, su tío, por lo que la embajada enviada por Berenguela a mediados del año 1219 estaba encabezada por don Mauricio obispo de Burgos, los abades cistercienses de San Pedro de Arlanza y de Santa María de Río seco, por el camerario de San Zoilo de Carrión, el maestre de la Orden de San Juan o del Hospital, y por el maestre de la Orden de Santiago.

Estatuas de Fernando III y Beatriz de Suabia en el claustro alto de la Catedral de Burgos. Fuente.
Árbol genealógico de Alfonso X. / CRISTINA G. RIVERA (Fuente

La embajada llegó a la corte alemana donde permaneció durante cuatro meses hasta que el emperador dio su consentimiento para dicho matrimonio. Ya empezando el otoño, Federico despediría a Beatriz y a su solemne cortejo, el cual pasó por París, donde fue bien recibido y continuó su viaje atravesando los Pirineos en dirección a Burgos. Precisamente es aquí cuando vemos que Berenguela forma una pequeña embajada, tras ser avisada de la proximidad de la novia, y dispuso una comisión de bienvenida a las afueras de Vitoria para recogerla ella misma y acompañar a la nueva reina hasta Burgos donde permanecía esperando su llegada Fernando III.

Ya a la entrada de Burgos, el rey Fernando recibiría de forma triunfal con una gran recepción y con el pueblo de Burgos a su nueva y futura reina. La boda y sus celebraciones duraron varios días. Así pues, vemos en este caso sobre todo el papel de organizadora y directora de dicha embajada a la propia reina Berenguela, eligiendo personalmente a la nueva reina y a quien debía de llevar dicha embajada al emperador. Podemos observar también su gran implicación al salir al encuentro de Beatriz y acompañarla hasta Burgos.

En el segundo matrimonio de Fernando III,  que también fue organizado por su madre Berenguela, se aprecia tanto su actividad como reina madre como de embajadora, posiblemente y conjuntamente con su hermana Blanca de Castilla.

Fernando III apenas estaría dos años viudo. En 1237 será cuando vuelva a casarse con una nueva mujer, Juana de Ponthieu. Tras la muerte de Beatriz, Berenguela vuelve a trazar un plan para que su hijo vuelva a casarse. Pues según palabras del arzobispo de Toledo y cronista don Rodrigo Jiménez de Rada, se deja entrever «que la reina doña Berenguela preocupada por la gran nobleza de su hijo y porque no se viera menoscabada por otras mujeres», se pone en marcha en la búsqueda de una nueva esposa.

Juana de ponthieu grabado en Memorias de las Reynas Catolicas de Enriquez Florez (Madrid, 1770). Fuente.

En esta ocasión, como se puede observar por el nombre de la nueva esposa de Fernando, se tratará de una mujer de origen francés. Aunque es posible tener en cuenta que este matrimonio no lo llevó por sí sola Berenguela, sino que pudo ser ayudada por su hermana Blanca de Francia, ya que este matrimonio beneficiaba a la corona francesa frente a Enrique III de Inglaterra, que era una amenaza para los intereses franceses, y que había intentado casarse con Juana de Ponthieu por poderes.

La participación de Blanca y Berenguela en este matrimonio fue posible mediante la petición de la nulidad del matrimonio por poderes que Enrique III de Inglaterra había llevado con Juana, nulidad concedida por Inocencio III, por lo que el matrimonio quedó anulado por motivos de consanguinidad de los contrayentes. Posteriormente, por este último motivo, Fernando y Juana deberán pedir el permiso papal para poder casarse ya que contaban con un parentesco de consanguinidad de tercer y cuarto grado. En este caso, el papa sí que dará su consentimiento para que el matrimonio se lleve a cabo a pesar del mismo. Habiendo conseguido el consentimiento de los reyes de Francia, de los padres de la futura novia, Simón de Danmartín y María de Ponthieu, además del consentimiento papal, la novia sería recibida en Burgos a principios de noviembre de 1237, realizándose la boda probablemente en la misma ciudad.

Berenguela no se desplazó, que sepamos, en este caso. Pero sí que es posible que realizase junto a su hermana las debidas acciones pertinentes para que dicha negociación matrimonial finalizase con el matrimonio entre Fernando III y Juana de Ponthieu.

CONCLUSIONES

Cabe señalar que en este aspecto de la diplomacia podemos ver a dos reinas y embajadoras enteramente volcadas, buscando un resultado final satisfactorio de estas negociaciones en los enlaces matrimoniales. Es fundamental la participación en dichas negociaciones de ellas, y también en llevar a cabo el casamiento de los novios con el acompañamiento de las futuras esposas. Es importantísima la labor que estas reinas madres  ejercieron como embajadoras con el poder concedido, en el caso de Leonor de Aquitania por su marido, Enrique II, para la boda de Leonor y Alfonso, y por su hijo, Juan de Inglaterra, en el caso de Blanca con Luis. Y en el caso de Berenguela, concedido ese poder por su hijo Fernando III, para que las negociaciones llegasen a buen puerto en sus dos matrimonios. Es destacable también su capacidad de negociación y de saber elegir a las personas adecuadas para llevar a cabo dicho fin y de saber cómo tratar y negociar con la otra parte vinculada en estos enlaces. Resulta curioso que precisamente en este ámbito de las relaciones matrimoniales entre monarquías no se destaque más el papel que ejercieron estas reinas. Podemos concluir que su papel como negociadoras y embajadoras fue fundamental para el futuro de estos reinos y sus reyes.

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