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Falsificaciones en la Historia: el Falso Beroso

Una verdad sin interés puede ser eclipsada por una falsedad emocionante.

Aldous Huxley.

A lo largo de la Historia podemos encontrar numerosos ejemplos en los que esta ha sido manipulada o malinterpretada, ya sea con fines políticos, sociales, o simplemente porque la cultura popular ha creído ciertos algunos hechos que realmente no los eran. En este artículo presentaremos uno de esos bulos históricos que durante mucho tiempo fue grandemente aceptado en toda Europa: el Falso Beroso.

Todo comienza en el siglo XV, cuando aparece en escena un fraile dominico que será conocido en España como Annio de Viterbo, desarrollando su carrera teológica y escritora en Roma. Allí, en 1498, publica la obra que lo llevará a la fama: los Commentaria super opera diversorum auctorum de antiquitatibus loquentium (Caballero López, 2002: 106).

Figura 1. Retrato de Annio de Viterbo (Museo Cívico de Viterbo). Fuente.

Estos libros, dedicados a los Reyes Católicos, estaban enfocados a comentar una serie de obras originales e inéditas de autores de la Antigüedad, entre los cuales encontramos a un tal Beroso de Caldea, sacerdote de Babilonia durante el reinado de los Seléucidas. De él sabemos que escribió Babiloniaká, una obra que tenía como objetivo realizar una introducción a la cultura babilónica y en la que daba a conocer a todos aquellos monarcas previos a Alejandro Magno (Mayer Burstein, 1978: 7-8). 

Sin embargo, no es solo Beroso quien aparece citado en la obra de Viterbo. Tenemos también a otros autores –tanto historiadores como poetas– del ámbito babilónico-persa, griego y romano, así como fragmentos de la Biblia, que utiliza para complementar la información aportada por unos y otros (Caballero López, 2002: 108). La razón por la que a esta obra se la ha conocido popularmente como el «Beroso» no es otra más que por ser el autor que con mayor frecuencia aparece citado (Caballero López, 2002: 107).

Los Commentaria se dividen en diecisiete libros, siendo el más famoso el número XII, dedicado a los reyes y las antigüedades de España. En él, se mostraba una lista de reyes españoles pertenecientes al linaje de Túbal, hijo de Jafet y nieto de Noé. La vinculación con estos personajes bíblicos ya era tradicional en España y en otros reinos, por lo que la novedad se presenta con el resto de monarcas a los que el autor hace alusión: Ibero, Iubelda, Brygo, Tago, Beto, Gerión, Trigemino, Hispalo, Hispano, Hércules Lybio, Romo, Palatuo, Caco, Erithreo y Mellicola (Caro Baroja, 1992: 63). Muchos de estos nombres pueden relacionarse con topónimos o incluso personajes legendarios, como por ejemplo Hispalo con Hispalis (actual Sevilla) o Hércules, haciendo referencia al conocido héroe de la Antigüedad (Caro Baroja, 1992: 68). 

Figura 2. Representación de mapa de T en O donde los continentes aparecen como territorios de los hijos de Noé: Sem (Asia), Jafet (Europa) y Cam (África). Fuente.

De este modo, la historia de España quedaba así vinculada desde su origen con personajes bíblicos y míticos. Con ello se buscaba defender la primacía de la monarquía hispana frente a sus principales competidoras, como por ejemplo la Casa de Valois en Francia (Ballester Rodríguez, 2013: 227). Y por otro lado, además, se desligaba a la dinastía del pasado godo del territorio peninsular, tachados de bárbaros y de «destructores del Imperio romano» por parte de los humanistas italianos (Ballester Rodríguez, 2013: 227). 

Como ya habíamos adelantado al inicio del artículo, esta obra era sin duda una falsificación, pero fueron muchos quienes creyeron en su contenido, llegando a expandirse incluso al resto de Europa. En el caso de España, tenemos el ejemplo de cómo el cronista de Carlos V, Florián de Ocampo, continúa con el discurso y señala a Túbal como figura introductora de la civilización y sabiduría mucho antes de la llegada de griegos y romanos, convirtiendo a la población española en superior al resto (Ballester Rodríguez, 2013: 228). Esto hace que poco a poco se instaure una nueva concepción peyorativa sobre la monarquía visigoda, que ya no es vista como el modelo a recuperar, sino como una monarquía extranjera que había sustituido a la verdadera dinastía originaria, heredera de Túbal (Ballester Rodríguez, 2013: 229).

Conclusiones

Pese a que desde sus inicios ya contaba con escépticos que dudaban sobre la veracidad de los libros de Annio de Viterbo, pasará mucho tiempo hasta que estos comiencen a perder peso en la Historiografía española. En concreto, el mito sobre la presencia del nieto de Noé estará presente en los libros de texto de las escuelas españolas incluso hasta mediados del siglo XX (Ballester Rodríguez, 2013: 241). Esto nos hace reflexionar en cómo de necesaria es la presencia del pensamiento crítico y científico en disciplinas como la Historia, ya que sin dicha presencia a saber cuántas falsedades más daríamos a día de hoy por ciertas. El revisionismo histórico es fundamental, puesto que debe analizarse no solo el contenido, sino también las diferentes perspectivas con las que se han examinado esos datos.

Bibliografía 

  • Ballester Rodríguez, M. (2013). La estirpe de Tubal: relato bíblico e identidad nacional en España. Historia y Política, 29, 219 – 246.
  • Caballero López, J. A. (2002). Annio de Viterbo y la historiografía española del siglo XVI. En Humanismo y tradición clásica en España y América: VI Reunión Científica sobre Humanistas Españoles, 102 – 120. 
  • Caro Baroja, J. (1992). Las falsificaciones de la Historia (en relación con la de España). Barcelona: Seix Barral S.A, 63 – 68.
  • Mayer Burstein, S. (1978). The babyloniaca of Berossus (Vol. 37). Malibu: Undena Publications, 6 – 8.

1 comentario en “Falsificaciones en la Historia: el Falso Beroso”

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