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¿Existieron los hobbits? El caso de la isla de Flores

«El mundo ha cambiado. Lo siento en el agua. Lo siento en la tierra. Lo huelo en el aire. Mucho de lo que una vez fue está perdido. Porque nadie vive ahora que lo recuerde»
Galadriel

Corría el año 2003 y en la mente de muchos rondaban estas palabras, procedentes de una de las sagas más populares del momento: El Señor de los Anillos. La espera por conocer el desenlace de la trilogía en la gran pantalla estaba a punto de llegar a su fin, y todos se preguntaban si Frodo y Sam lograrían finalmente completar su misión. Sin embargo, aunque poca gente lo supiera entonces, en ese mismo año 2003 vio la luz por primera vez en mucho tiempo otro hobbit, que desarrolló un papel fundamental quizás no en la historia de la Tierra Media, pero sí en la de la evolución humana.

Figura 1. Cráneo de Homo floresiensis. Fuente.

Todo vino a raíz de unas excavaciones realizadas en la cueva de Liang Bua (isla de Flores, Indonesia), donde aparecieron los restos de un esqueleto bastante bien preservado (denominado «LB1») de una especie que hasta ese momento no se había dado a conocer: el Homo floresiensis, a quien cariñosamente se le apodó «el Hobbit» debido a su pequeño tamaño.

Poco tiempo después, en 2004, fueron excavados otros 9 individuos con características similares, lo que demostró que el sujeto LB1 localizado el año anterior no era una rareza, sino la primera evidencia que se tenía de una posible nueva especie (Morwood et al., 2005, p. 1012). Su datación más reciente era además de 18.000 años, y por tanto coetánea del humano moderno (Morwood et al., 2005, p. 1012). No obstante, a medida que han ido avanzando las investigaciones, se ha descubierto que esta fecha era errónea, y que la extinción del Homo floresiensis se habría dado hace 50.000 años, que coincide además con los momentos en los que el Homo sapiens se expandía por Asia y Australia (Sutikna et al., 2016, p. 366).

Figura 2. Cueva de Liang Bua, lugar de descubrimiento del Homo floresiensis. Fuente.

¿Cuáles eran las características de estos pequeños seres? En primer lugar, como hemos comentado antes, destacaba su reducido tamaño. Apenas alcanzaban el metro de estatura, y su capacidad craneal rondaba los 400 cc. (Brown et al., 2004, p. 1055), muy similar a la de los chimpancés y a la del Australopithecus afarensis (la especie de la querida Lucy). Por otro lado, junto a los restos de estos individuos se encontraron también herramientas hechas de piedra y evidencias de uso de fuego (Morwood et al., 2005, p. 1012), lo que nos muestra una especie con comportamientos bastante avanzados y sofisticados, similares a los del Homo sapiens. De hecho, se le atribuye una estructura cerebral bastante similar, teniendo muy desarrollada la zona asociada con la planificación futura (Falk et al., 2005, p. 243). A esto se le suma además el hecho de que podemos señalarlo como una especie bípeda, si bien su forma de caminar no sería exactamente igual a la de los sapiens (Jungers et al., 2009, p. 81).

¿Cómo encaja esta especie en el complejo entramado de la evolución humana?

A día de hoy sigue siendo bastante incierto el origen evolutivo atribuido al Homo floresiensis, aunque podemos desarrollar tres bandos o hipótesis principales entre los que se sitúan los principales investigadores:

1.    Homo sapiens «anómalos»

Los restos hallados pertenecerían realmente al Homo sapiens, y su pequeño tamaño se debe o bien a su naturaleza pigmea o bien a alguna patología que afectase a estos seres (Aiello, 2010, p. 171). Esta teoría se sustenta en el trabajo publicado por Jacob et al. (2006), fruto de su estudio aplicado a los restos óseos originales del Homo floresiensis, y que evidenciaron signos que podrían entenderse como patológicos, como la asimetría facial o escaso desarrollo muscular (Aiello, 2010, p. 171).

2.    Desarrollo de enanismo insular a partir del Homo erectus

Ya había evidencias previas de población de Homo erectus en Indonesia (no así en la propia Isla de Flores), y esto, unido a algunas características compartidas (especialmente en la zona mandibular) dio luz a una hipótesis en la que los pequeños hobbits fueran descendientes de una población aislada de erectus. Su aislamiento en la isla habría provocado su adaptación al medio reduciendo su tamaño, para así poder adaptarse a los recursos disponibles de su entorno (Aiello, 2010, pp. 169-175; Dennel et al., 2014, p. 99).

3.    Descubrimiento de una nueva especie

El equipo protagonista del hallazgo de los restos de estos homininos apuesta en cambio por la opinión de que estamos ante el descubrimiento de una nueva especie. Esta posiblemente procedería de un antepasado más lejano y anterior al Homo erectus, cercano a los primeros Homo o incluso vinculado a los Australopithecus (Dennel et al., 2014, p. 99). El estudio de las mandíbulas ha dado fundamento a esta hipótesis, ya que tanto su morfología como las características analizadas en los dientes premolares sitúan al Homo floresiensis fuera del rango de variación conocido entre el Homo sapiens y el Homo erectus asiático (Brown y Maeda, 2009, p. 588). Otro de los elementos clave que sustentan esta idea es la disposición y tamaño de los huesos del pie. En ellos se observan, como se ha mencionado antes, similitudes con el pie humano; pero también una longitud desproporcionada con respecto a la tibia y fémur, siendo esto más propio de los primates africanos (Jungers et al., 2009, p. 81). Por desgracia, nos es imposible conocer si estos pies además serían tan peludos como los descritos en la obra de Tolkien.

Figura 3. Vistas medial y dorsal del pie izquierdo de LB1, junto a su tibia derecha y fémur izquierdo. Fuente.

Pero lo que realmente ha hecho que esta teoría se imponga a día de hoy en el panorama científico sobre las otras dos anteriores es un trabajo publicado en 2017 donde se analizaban las relaciones filogenéticas y/o de parentesco de nuestra especie protagonista junto con otras 7 especies de Homo y 3 de Australopithecus. La conclusión obtenida es que el Homo floresiensis pertenece a un linaje temprano del género Homo, pudiendo ser o bien especie hermana del Homo habilis, o bien un taxón basal, es decir, un linaje que ha evolucionado desde su raíz y que se ha mantenido sin ninguna ramificación (Argue et al., 2017, p. 24).

Conclusiones

El descubrimiento del Homo floresiensis y todo el debate que se generó a raíz del mismo solo pone de manifiesto una realidad de la que no hay que olvidarse en ningún momento: lo que conocemos de la evolución humana es muy poco, e incluso estos conocimientos no deben entenderse como verdades absolutas. Es muy importante desarrollar una actitud ante las investigaciones que se caracterice por una mentalidad abierta a las novedades que se nos presenten. Con ello podremos proporcionar siempre un discurso científico actualizado y adaptable a los posibles cambios, ya que, citando para finalizar de nuevo a Galadriel, «incluso la persona más pequeña puede cambiar el curso del futuro» (o del pasado).

Bibliografía

Aiello, L. C. (2010). Five years of Homo floresiensis. American Journal of Physical Anthropology: The Official Publication of the American Association of Physical Anthropologists, 142(2), 167-179.

Argue, D., Groves, C.P., Lee, M. S. Y. & Jungers, W. (2017). The affinities of Homo floresiensis base don phylogenetic analyses of cranial, dental, and postcranial characters. Journal of Human Evolution, 107, 107 – 133.

Brown, P. & Maeda, T. (2009). Liang Bua Homo floresiensis mandibles and mandibular teeth: a contribution to the comparative morphology of a new hominin species. Journal of Human Evolution, 57, 571 – 596.

Brown, P., Sutikna, T., Morwood, M.J., Soejono, R.P., Jatmiko, Wayhu Saptomo, E. & Awe Due, R. (2004). A new small.bodied hominin from the Late Pleistocene of Flores, Indonesia. Nature, 431 (7012), 1055 – 1061.

Dennell, R. W., Louys, J., O’Regan, H. J., & Wilkinson, D. M. (2014). The origins and persistence of Homo floresiensis on Flores: biogeographical and ecological perspectives. Quaternary Science Reviews, 96, 98-107.

Falk, D., Hildebolt, C., Smith, K., Morwood, M.J., Sutikna, T., Brown, P., Jatmiko, Wayhu Saptomo, E., Brunsden, B. & Prior, F. (2005). The brain of LB1, Homo floresiensis. Science, 308, 242 – 245.

Jungers, W. L., Harcourt-Smith, W. E., Wunderlich, R. E., Tocheri, M. W., Larson, S. G., Sutikna, T., Rhokus Awe Due, & Morwood, M. J. (2009). The foot of Homo floresiensis. Nature, 459 (7243), 81-84.

Morwood, M. J., Brown, P., Jatmiko, Sutikna, T., Wahyu Saptomo, E., Westaway, K. E., Due R.A., Roberts R.G., Maeda T., Wasisto, S. & Djubiantono, T. (2005). Further evidence for small-bodied hominins from the Late Pleistocene of Flores, Indonesia. Nature, 437 (7061), 1012-1017.

Sutikna, T., Tocheri, M.W., Morwood, M.J., Saptomo, E.W., Jatmiko, Awe Due, R., Wasisto, S., Westaway, K.E., Aubert, M., Bo Li, Zhao, J., Storey, M. Alloway, B.V., Morley, M.W., Meijer, H.J., van den Bergh, G.D., Grün, R., Dosseto, A., Brumm, A., Jungers, W. & Roberts, R. G. (2016). Revised stratigraphy and chronology for Homo floresiensis at Liang Bua in Indonesia. Nature, 532 (7599), 366 – 369.

1 comentario en “¿Existieron los hobbits? El caso de la isla de Flores”

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