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Curiosidad y ciencia. Las cámaras de maravillas

A lo largo de la historia de la humanidad han sido muchos los que han dedicado su vida a la investigación, la ciencia y el conocimiento. Lo  sobrenatural, lo extraño o simplemente lo desconocido ha llamado siempre la atención de los hombres y mujeres del pasado. Pero junto con las inquietudes científicas han existido siempre también la curiosidad y la fascinación por todo tipo de aspectos del mundo natural. Precisamente estos dos elementos fueron los principales responsables de que durante los siglos modernos proliferaran en toda Europa auténticas joyas del coleccionismo de productos o elementos considerados raros o valiosos. Nos referimos a las cámaras de maravillas, también llamadas gabinetes de curiosidades.

En la actualidad tenemos a nuestro alcance todo tipo de museos, exposiciones o eventos de cualquier tipo donde podemos contemplar importantes hallazgos científicos o descubrimientos realizados a lo largo de la historia, por no hablar de las enormes cantidades de información a las que podemos acceder de manera instantánea y automática. Gracias a los modernos medios de transporte, nos es posible viajar a las antípodas de nuestro país en cuestión de horas. Todo ello, lógicamente, hace que nuestro concepto de lo «exótico» sea muy limitado. 

Huelga decir que esto no era así hace siglos. Las poblaciones eran mucho menos dinámicas geográficamente de lo que lo son en la actualidad y los medios de transporte disponibles convertían cualquier ruta que podamos imaginar hoy en una travesía no solo larga, sino incierta por la inseguridad de los caminos de las rutas terrestres o los peligros de las tormentas en las marítimas. Todo ello hacía que para vivir, ver y experimentar lo exótico fuera necesario estar físicamente allí donde se encontraba lo raro y lo desconocido, y visitar todo tipo de regiones del globo. Y eso era imposible en la Europa de Cervantes. Así pues, incluso los nobles y los reyes podían poco más que imaginar la cantidad de maravillas naturales y no naturales que se escondían en los confines del mundo. Pues bien, las cámaras de maravillas venían a suplir esta necesidad.

Pero, ¿qué eran estas cámaras?, ¿en qué consistían? Alberto Castán nos cuenta que el origen de estas peculiares colecciones se encuentra en el schatzkammer alemán tardomedieval, o el studiolo italiano (Castán, 2015, p. 251), pero encontraron su momento de mayor esplendor en las décadas finales del siglo XVI, cuando proliferaron por toda Europa. Sin embargo, la idea de reunir piezas consideradas maravillosas por diversos motivos en una estancia es anterior. María Eugenia Alcatena, por ejemplo, nos dice que ya el rey sasánida Cosroes II, que gobernó entre el 590 y el 628 d.C., tomó la cruz en la que Cristo murió y la colocó en una habitación que mandó construir (Alcatena, 2023, pp. 12-13). Arthur Mac Gregor destaca la importancia de estas cámaras maravillosas, a las que considera una construcción central en la cultura occidental (Mac Gregor, 2007) 

Figura 1.Una cámara de arte y curiosidades. En la pintura podemos ver restos de animales, obras de arte, retratos y esculturas. Los elementos artísticos y naturales aparecen juntos, evidenciando que para los coleccionistas todos ellos eran objetos de valor cultural. Frans Francken the Younger. Fuente

Estos gabinetes eran por tanto grandes colecciones que incluían todo tipo de elementos llamativos para las mentes de la época. En ellas era posible encontrar elementos de la naturaleza como minerales y animales de todo tipo, ya fueran fósiles o ejemplares disecados, y plantas, destacando en este grupo los herbarios y las colecciones de vegetales exóticos. Pero los coleccionistas no solo mostraban admiración por todo lo relativo al mundo natural, sino también por los artefactos. Así pues  no era raro encontrar todo tipo de antigüedades y objetos antiguos que ahora consideraríamos arqueológicos pero que en ese momento, antes del nacimiento de las ciencias de la Antigüedad, eran más elementos de admiración y curiosidad que objetos de estudio científico propiamente dicho. Dentro de este capítulo hay que destacar muy singularmente la aparición de autómatas, es decir, de artefactos que podían moverse, predecesores, con muchos matices, de los robots actuales. El gusto por este último tipo de ingenios, de hecho, fue muy común. En España, destaca el «papamoscas» de la catedral de Burgos, un peculiar personaje que aún hoy puede contemplarse y que cada hora toca una campana en un curioso y llamativo gesto que resulta un atractivo para los visitantes que cada año se dirigen al templo. También había lugar para objetos de naturaleza casi mitológica o fantástica, como aletas de sirenas o sangre de dragón, junto con dibujos o representaciones gráficas de otros objetos o partes de animales extraños. 

Figura 2. Xilografía de una cámara  de maravillas, conservada en el libro “Dell´historia naturale”, de Ferrante Imperato. Libro XXVIII, publicado en Nápoles en 1599. Wellcome Library, London. Fuente

Naturalmente, estas estancias eran del gusto de refinados coleccionistas que no solo poseían las inquietudes necesarias para contemplar estos raros seres y artefactos, sino también el capital necesario para coleccionarlos. Ello hace que la mayor parte de los usuarios de dichas «habitaciones maravillosas» fueran nobles o comerciantes enriquecidos, pero en todo caso hablamos de personas con posibles que podían o bien viajar por el mundo recolectando varios de estos objetos, o bien comprarlos a marchantes de toda clase. Entre los demás destacados coleccionistas del siglo XVI encontramos al doctor Hans Worm, que atesoraba una gran colección de objetos naturales, antigüedades y artefactos de distintas civilizaciones (Gutiérrez, 2015, pp. 784-785).

Figura 3. Museo de Historia Natural en Madrid. Los gabinetes de curiosidades  son, con perspectiva, los antecedentes de nuestros modernos museos. Luis García. Fuente

Visto lo anterior, podemos decir que las cámaras de maravillas representan el mejor ejemplo del interés por lo desconocido y lo exótico, y nos muestra que durante toda la historia ha existido una admiración por toda clase de antigüedades u objetos considerados especiales, ya sean estos naturales o creados por el ingenio humano. No obstante hay que decir algo al respecto de este interés por el mundo que rodeaba a los coleccionistas. En muchas ocasiones, el objetivo de estos gabinetes y la recolección de sus piezas no obedecía a un interés científico o un deseo de estudiar sistemáticamente el medio natural, sino que respondía a la pura curiosidad y el gusto por lo desconocido. En la Europa de los siglos XVI y XVII todavía faltaba algún tiempo para que las ciencias tal y como las conocemos ahora se desarrollasen, pero parece indiscutible que las inquietudes de estos selectos grupos legaron a la posterioridad una valiosa herencia: la curiosidad y el deseo de conocer. 

Bibliografía

Alcatena, María Eugenia (2023). “Artificios mecánicos: autómatas y cámaras maravillosas en la Gran conquista de Ultramar”. Revista chilena de estudios medievales, 23, 7-26.

Castán, Alberto (2015). “”Todo lo raro y hermoso” las “cámaras de maravillas”, pervivencia estética y museográfica del modelo”. De las ánforas al museo: estudios dedicados a Miguel Beltrán Lloris. Diputación Provincial de Zaragoza e Institución Fernando el Católico, 251-263.

Gutiérrez Pla, Coro (2015).”Coleccionismo extravagante: “monstruos”, “fenómenos”, “portentos” y sus imágenes en las Cortes de la Edad Moderna”. Líneas recientes de investigación en Historia Moderna, Universidad Rey Juan Carlos, 783-801.

Mac Gregor, Arthur (2007). Curiosity and Enlightenment. Collectors and Collections from the Six-teenth to the Nineteenth Century. Yale University Press. 

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