Si algo se nos viene a la mente cuando hablamos del ejército romano, es la uniformidad de las tropas: todos los soldados de una misma cohorte usando armaduras y equipamientos iguales, una marea roja de metal y cuero que avanza implacablemente sobre el enemigo. Al menos esa es la visión que los medios de entretenimiento nos han transmitido desde siempre.
La arqueología y la historia nos aclaran que, por ejemplo, distintos tipos de cascos convivieron entre las filas romanas debido a que no todos los soldados podían permitirse adquirir las últimas innovaciones de protección corporal (Fernández, 2019, p. 69). Entonces, ¿qué le daba a los romanos su aspecto cohesionador en la batalla? Nada más y nada menos que el color de sus túnicas.
La túnica
El equipamiento de los soldados partía de la vestimenta civil típica, la túnica, que podía ser de diferentes estilos y tejidos (lana o lino). Las variaciones geográficas (y por consiguiente culturales) provocaban que los soldados fueran adquiriendo gustos diferentes a los de las calles de Roma (aunque principalmente los centros de producción de estos textiles fueron Egipto y la Galia (Speidel, 2009, p. 246). Las túnicas, al igual que el resto de equipamiento, debía ser costeado por el soldado comprándolo a un vendedor o a la propia Roma, y si no lo hacía, el Estado se lo proporcionaba restándole el valor a su sueldo (Matyszak, 2009, p. 55).
Sin embargo, algo que parece ser común hasta aproximadamente el siglo III d.C es el uso de una prenda más larga que la civil, con mangas cortas o sin ellas y sujetada con un cinturón que la ajustaba por encima de las rodillas (Nalda, 2018, p. 21). A partir de ese momento, las túnicas de manga larga, los pantalones ajustados y las capas de colores vivos dejaron de considerarse como una costumbre bárbara y femenina y fue adoptada por todo el ejército romano, en especial por el emperador Marco Aurelio Antonino (quien se cree que comenzó la moda), conocido popularmente como Caracalla, un sobrenombre que le fue atribuído por vestir contínuamente con la caracalla, un manto germánico (Speidel, 2009, p. 246).
Ahora bien, independientemente de la forma y el tipo de tejido escogido, los colores iban de la mano de la ocasión en la que se fuese a emplear, variando así entre el blanco, (una túnica sin teñir y una tunica alba) y el rojo (tunica russea) (Speidel, 2009, p. 245), con la excepción del azul para el uso militar marino (D’Amato, 2009, p. 18).
Túnicas blancas
Dentro del mundo de las túnicas blancas diferenciamos dos tipos de usos: el castrense y el ceremonial. Por lo general, se ha asumido que los soldados en los ejercicios castrenses usaban una vestimenta blanca cruda (probablemente del color de la lana), reservando el color rojo para el combate. Aún así, cabe mencionar que se ha debatido sobre el uso del rojo exclusivamente para centuriones y decuriones para diferenciarlos del resto de las tropas que vestirían de blanco (Menéndez, 2010, p. 243).
Uno de los argumentos idóneos que apoya la idea de los historiadores que se decantan por el primer color (y que no se suele mencionar), es que cuando surgía una emergencia en tiempos de la república de tipo militar, se colocaba frente al capitolio un estandarte rojo para la infantería y uno azul para la caballería (Gilbert, 2004, p. 40).
En cuanto a aquellas que se usaban en ocasiones especiales como las celebraciones de victorias, los soldados también vestían de este color, aunque debía ser con una túnica blanqueada, a la que conocemos como tunica alba (Speidel, 2009, p. 245), quizás para dar sensación de pureza. Una de las maneras usadas para blanquear la ropa para la ocasión era usando orina, aunque no solía ser considerado higiénico entre los propios romanos. Estas ocasiones especiales podían ser las marchas, como la organizada por Vitelio, en la que los legionarios exhibieron sus túnicas blancas con sus condecoraciones (Méndez, 2010, p. 245).
Una excepción que tenemos que añadir en este apartado es la mención del uso de túnicas blancas en el ámbito marino, que según Suetonio, se usaron en la flota del este (D’Amato, 2009, p. 19).
Túnicas rojas
Si las armaduras no tenían por qué ser iguales, los tonos de rojo tampoco tenían motivo para serlo. El motivo principal es que el tinte era obtenido de la planta herbácea rubia o madder, cuyas raíces se hervían junto al tejido para obtener dicho color y acabar enjuagándolo en agua de mar para fijarlo (Martínez, 2014, p. 287) adquiriendo así una tonalidad que dependería del suelo en el que hubiera crecido el vegetal (Martínez, 2014, p. 272).
Lo que sí es cierto es que a la hora de limpiar las prendas el tinte que se desprendía en las tinajas con agua pasaba a las demás, por lo que los colores acababan siendo parecidos (Matyszak, 2009, p. 57). Una de las características de este tinte es su poca resistencia a la luz solar, por lo que al final de una campaña, lo normal era que el soldado regresara con una túnica de color rosa (Matyszak, 2009, p. 57).
Cabe destacar que este color no quedaba limitado a su uso en tierra, sino que también se empleaba en el mar, al menos así lo atestiguan las trazas de tinte rojo que se han encontrado de la flota de Miseno de Julio Sabinianus (D’Amato, 2009, p. 19).
Túnicas azules
El uso del color azul parece que quedó reservado para la marina romana, concretamente para los rangos más elevados. La razón de su uso iba más allá de lo militar, pues era el color de Neptuno, el dios de los mares (D’Amato, 2009, p. 18), algo que presagiaba buena suerte.
Durante el Bajo Imperio Romano, las tropas embarcadas ya vestían con túnicas azules-verdosas para camuflarse más fácilmente con las olas del mar durante el día y la noche (D’Amato, 2009, p. 19), cosa que se complementaba con las velas de los navíos teñidas de azul celeste (D’Amato, 2009, p. 34).
Conclusiones
Algo que debemos de tener en cuenta, tal y como nos explica María Julia Martínez García en su tésis doctoral, es que los colores en la Antigüedad (al igual que hoy en día) tenían un significado más allá de lo económico-social y que el humano, de manera natural, lo puede asociar a varias cosas. Por ejemplo, el rojo con el fuego, la valentía o la fuerza.
Esto ya era sabido en la Edad Antigua y muestra de ello es la descripción de Cayo Julio César en la obra La guerra de las Galias, donde describe a los britanos como «enemigos que se pintaban de color azul para tener un aspecto aterrador en la batalla» (César, 2021, Libro V, 15, p. 381).
Los romanos no se quedaban atrás en este aspecto, y es que la elección del color rojo (de manera intencionada o no) pudo haber sido una de las elecciones más acertadas para su contexto: egipcios, griegos y romanos creían que este pigmento tenía poderes mágicos (Martínez, 2014, p. 269). Además, era el color de la sangre; por lo que ocultaba el fluido de las heridas ante el enemigo (Fernández, 2019, p. 69) e igualmente era barato de producir ya que casi siempre estaba disponible (Matyszak, 2009, p. 57). Los otros colores también tenían significados como hemos visto: la pureza del blanco, o la representación de Neptuno mediante el uso del azul. Lo que está claro, es que los colores son un reflejo de que, aparte de la utilidad, tenían un significado que acompañaba a su portador.
Bibliografía
César, J. (2021). La guerra de las Galias. Edición bilingüe de Antonio Ramírez de Verger . Ediciones Cátedra.
D’Amato, R. (2009). Imperial Roman Naval Forces 31 BC-AD 500. Osprey Publishing.
Fernández Rojo, B. (2019). Breve historia de los ejércitos: la legión romana. Nowtilus.
Gilbert, F. (2004). Le soldat romain a la fin de la République et sous le haut-empire. Éditions Errance.
Martínez García, M. J. (2014). Sucedáneos, adulteraciones y falsificaciones de materias primas tintóreas en la industria textil del Mediterráneo Antiguo: la transmisión de una tradición técnica a través de los papiros del Egipto romano. Universidad de Valencia. Recuperado de: https://roderic.uv.es/handle/10550/41087
Matyszak, P. (2009). Legionary: The Roman Soldier’s (unofficial) Manual. Thames and Hudson.
Menéndez Argüín A. R. (2010). The praetorian guard in campaign. I: equipment. Habis (41), 241-261.
Nalda, G. (2018). La evolución del ejército romano y sus aplicaciones a la museística: el museo del ejército romano. Universidad de Valladolid.
Speidel, M. (2009). Dressed for the occasion. Clothes and context in the Roman army. Oxbow Books.
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