El Patriarca de los Monjes de Occidente, San Benito Abad (480-547) (Figura 1), fue el fundador de una de las órdenes religiosas más longevas de toda la historia del cristianismo, la Orden Benedictina. Ésta nace de la reflexión del monacato dentro de la vida de la Iglesia.
La vida de los santos se puede dividir en tres etapas, según los ideales y las circunstancias que comprendía el desarrollo de la religión cristiana y de la conciencia del creyente católico. La primera se asocia con mártires y ascetas, en plena lucha contra el paganismo. El segundo periodo comienza con la actividad de San Benito, momento donde el paganismo no ha desaparecido, pero hay un interés común por unir el estudio a la oración. Por último, el periodo que comienza con San Francisco, cuando la Europa cristiana ha aniquilado el paganismo (Gandía, 1942: 83).
¿Quién fue San Benito?
San Benito nació en Nursia (Italia) en el 480, en un contexto de decadencia del mundo antiguo, coincidiendo con la caída del último emperador romano de Occidente. Las fuentes sobre su vida son escasas, recurriendo principalmente a los escritos de San Gregorio. Procedía de una familia de clase acomodada, la cual lo envió a estudiar filosofía y letras a Roma. La Ciudad Eterna estaba habitada por cristianos fervorosos, paganos, ateos, etc., donde convivían toda clase de gentes de diversas creencias. A ello, se sumía el ambiente juvenil y la corrupción que se podía apreciar por sus calles. Todo ello produjo un fuerte rechazo y oposición al santo, decidiendo partir de Roma y convertirse en religioso.
A partir de este momento vivió como un ermitaño durante años en una región rocosa cercana a Subiaco. Ante sus relatos, muchas personas se sintieron atraídas por él, ocasionando su traslado a Monte Cassino. En esta región, sobre las ruinas del templo de Apolo, – al que los habitantes de este lugar rendían culto antes de su llegada – (Figura 3) construyó dos capillas y la abadía de Monte Cassino, alrededor del año 530. De aquí surge la influencia que iba a jugar un papel tan importante en la cristianización y civilización de la Europa post-romana.
No obstante, San Benito no fue el fundador del monacato. Un siglo antes empezaron con esta labor figuras como Antonio Abad o San Martín de Tours. Pero, ¿por qué destacó en un tiempo donde había una vocación tan viva con grandes precedentes?
LA REGLA BENEDICTINA
San Benito destacó por la sabiduría de sus escritos y la organización de la Orden, adaptándose al contexto social y personal de los monjes y de la comunidad. En el periodo pre-medieval en el que vivió, la vida monástica carecía de una legislación uniforme. Cada comunidad seguía su regla particular o las órdenes de un superior (Gandía, 1942: 86-). De esta manera, nace La Regla.
Este escrito estaba basado en la discreción, el equilibrio y la sabiduría. No se distinguía por sus innovaciones, pero sí por su codificación de normas esenciales, a la vez que básicas para la vida en comunidad. En ella se refleja la alta espiritualidad bíblico-cristiana del monje y su excelente formación en la Tradición clásica grecorromana.
Para San Benito, La Biblia es la fuente primordial de la que surge la vida monástica. Recoge los principios doctrinales y espirituales, es decir, el modo de vida de la comunidad. En La Regla, destaca la figura del Abad, padre espiritual y pastor de los monjes, cuyo deber es la «misión carismática», es decir, defender los valores de la tradición monástica atendiendo a las situaciones personales de los cenobitas (monjes en comunidad), haciéndola respetar y observar.
¿Cómo fueron los primeros años de la Congregación?
San Benito contó con el apoyo de su hermana Escolástica, quien se convirtió en una de las principales propagadoras de la Orden. Fue fundadora de los monasterios benedictinos para mujeres. La Orden se extendió durante el primer siglo desde su fundación por toda Francia, convirtiéndose, con el tiempo, en una de las órdenes más poderosas de Europa. La Cultura Romana fue llevada a través de los monjes benedictinos a zonas de Inglaterra, Alemania, entre otras, consiguiendo una unidad espiritual y cultural que se rompió con el Descubrimiento de América y la labor de Lutero (Gandía, 1942: 97-98).
¿Cómo vivían los monjes benedictinos?
La vida religiosa de los benedictinos estaba basada en la oración personal y la liturgia, la obediencia, la humildad, la caridad fraterna, la autoridad abacial y la práctica de buenas obras, en búsqueda de la purificación espiritual y de Dios. Para el enriquecimiento espiritual se realiza el Opus Dei (oficio divino) y la Lectio Divina (lectura rumiada de las sagradas escrituras) (Colombás, 2004: 713).
El lema tradicional de la Orden era (y es) Ora et labora, es decir, oración y trabajo (las dos ocupaciones principales de los monjes benedictinos). En tiempo de San Benito, el trabajo a mano estaba asociado a los esclavos, no era una tarea propia del «hombre decente». El Abad lo dignifica y le da un sentido como colaboración de la tarea de Dios («teología del trabajo»). El ambiente que se respiraba en el monasterio era de soledad y silencio, pero en comunidad fraternal.
Los monjes se dedicaban al trabajo asiduo, a la oración y a la contemplación. De las veinticuatro horas del día, consagraban tres horas y media a la oración, media hora a meditar, cuatro horas a la lectura y estudio, seis horas y media al trabajo, ocho horas y media al sueño y una hora a las comidas. En el invierno, el trabajo y la lectura disminuían y aumentaban el sueño y la meditación.
CONCLUSIONES
Para concluir, la organización interna y externa de la Orden fue un instrumento social de la Iglesia durante la Primera Edad Media, convirtiéndose el convento en un pequeño estado y en una especie de centro democrático donde todos eran escuchados. Donde se levantaba un convento pronto se agrupaban a su derredor muchas casas y este conjunto de casas se convertía en una ciudad. Su Regla se presenta en la Historia Humana como el primer monumento del arte legislativo.
BIBLIOGRAFÍA
Gandía, Enrique de (1942): San Benito de Nursia. Universidad II. Universidad Nacional del Litoral, 83-98.
García M. Colombás (2004): El monacato primitivo. Biblioteca de autores critianos. Madrid.
Giottho, Eduardo (1981): ‘San Benito y la Teología de la Vida Religiosa’, Revista de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina. 37, 135-148.
Enhorabuena a la autora. He aprendido mucho sobre la rutina de estos monjes, tema que me ha llamado siempre la atención. Además es ameno y conciso.