Ya en un artículo anterior hablamos de Cesarión, el primogénito de Cleopatra y, si las circunstancias hubieran sido otras, primogénito también de César. Sin embargo, la estirpe de esta conocida reina no terminará con su muerte, ya que tendrá tres hijos más, fruto de su unión con Marco Antonio, y de los que hablaremos en este artículo.
¿Qué pasó tras la muerte de César?
Tras el asesinato de César el 15 de marzo del año 44 a.C., Cleopatra viajó de nuevo a Egipto, temiendo por la vida de su hijo, ya que en el testamento del dictador constaba que el heredero era su hijo adoptivo Octavio, más conocido por el epíteto de Augusto.
Mientras tanto, en Roma reinaba el caos político, ya que el Senado no tenía las fuerzas suficientes para restaurar su régimen. El poder real se encontraba en manos de los lugartenientes de César, Marco Antonio y Marco Emilio Lépido. El primero tomará las riendas de la situación intentando personificar en su figura un nuevo dictador, siguiendo la línea de su predecesor. Sin embargo, sus pretensiones se verán truncadas con la llegada de Octavio. Este inicialmente se situará de lado del Senado, pero se desvinculará a favor de una alianza con Marco Antonio, auspiciada por Lépido, que se materializará en el llamado Segundo Triunvirato (43 a.C.), siendo éste realmente un híbrido entre triunvirato y dictadura (Roldán et al., 1989:13-16).
Una de las primeras acciones de este nuevo triunvirato será el enfrentamiento contra los asesinos de César, Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino, que serán derrotados en la Batalla de Filipos (42 a.C.). Tras la victoria, se realizó una repartición de las provincias, quedando Marco Antonio encargado de Oriente (Barceló y Ferrer Maestro, 2007: 231).
Marco Antonio y Cleopatra
El primer encuentro entre el triunviro y la reina egipcia se dará en Tarso, al sur de Turquía, en el 41 a.C. Allí sentaron las bases de un proyecto en común para el Mediterráneo oriental, donde ambos satisfacían sus intereses personales: Marco Antonio necesitaba de las riquezas y situación geoestratégica de Egipto para administrar los territorios bajo su mando, así como iniciar una guerra contra los partos. Por otro lado, Cleopatra buscaba reforzar su posición y la de su hijo ahora que no contaba con la protección de César, además de expandir sus territorios (Domínguez Arranz y Puyadas Rupérez, 2014: 820).
Al igual que pasara con César, Marco Antonio decidirá permanecer un tiempo junto a la reina en Alejandría, con quien tendrá también una relación amorosa, naciendo de este encuentro los gemelos Alejandro Helios y Cleopatra Selene (Roldán et al., 1989:27). Sin embargo, esta estancia se verá interrumpida en la primavera del 40 a.C., cuando se requirió su presencia en Italia. No volverá a Oriente hasta finales del 37 a.C., cuando retomará la relación con Cleopatra y tendrán a su tercer hijo, Ptolomeo Filadelfo.
Esta relación no vendrá exenta de condiciones por parte de la monarca ptolemaica, que fueron aceptadas en su totalidad por el general romano. Así, en el año 34 a.C., se proclamaron las Donaciones de Alejandría, que reivindicaban a Cesarión como heredero legítimo de César, se distribuía Oriente entre los hijos de Cleopatra y se solicitaba el divorcio de Marco Antonio con Octavia, la hermana de Augusto, rompiendo definitivamente relaciones con Roma (Novillo López, 2013:121).
La guerra fue declarada contra Cleopatra, acusada de querer dominar Oriente, ya que las provincias de su esposo habían pasado a sus manos y a las de sus hijos. El momento decisivo de este enfrentamiento sería la batalla de Accio en el 31 a.C., donde el bando oriental será derrotado (Cid López, 2000: 138). El fin de la historia lo conocemos todos, ya que ha hecho correr ríos de tinta en la literatura universal acerca del trágico final de la pareja.
Pero ¿qué fue de sus hijos?
Ya conocemos la desgracia de Cesarión, asesinado en Alejandría a los 17 años de edad. En cuanto a sus hermanos, fueron llevados a Roma, expuestos como prisioneros durante el desfile de la celebración del triunfo de Octavio. Según nos cuenta Dión Casio (LI, 21,8), fueron después entregados a Octavia para que los criase junto a los otros vástagos que compartía con Marco Antonio. De los dos varones, nada se volverá a mencionar en las fuentes grecolatinas. En cambio, de Cleopatra Selene sí sabemos algo más.
En el 25 a.C. fue dada en matrimonio al rey Juba II de Numidia. Al poco tiempo, se les fue entregado el recientemente creado reino de Mauritania, que estaría sometido a la influencia romana. Así, Cleopatra Selene —a quien en las Donaciones de Alejandría se le había concedido la soberanía de la Cirenaica y Libia— quedó convertida en reina de nuevo. La pareja gobernará estos territorios durante casi dos décadas, hasta el temprano fallecimiento de la soberana (Puyadas Rupérez, 2017: 711). Durante estos años, es notoria la influencia de la hija de Cleopatra sobre su marido, manifestada por ejemplo en el nombre que recibió el hijo de ambos, Ptolomeo. Con ello se honraba a los antepasados egipcios de la reina y se vinculaba la dinastía lágida a la recién creada dinastía mauritana (Puyadas Rupérez, 2013: 195).
Donde mejor queda reflejado esto, sin embargo, es en las emisiones monetarias de la época. Aunque la mayoría muestran a ambos monarcas, hay también acuñaciones únicamente con la imagen de Cleopatra Selene, lo que nos refleja su poder y la gran influencia de su origen greco-egipcio en su reinado, ya que la representación de mujeres en las monedas era costumbre de sus antepasados, pero no de Roma. Además, muchos de los elementos presentes en las acuñaciones de su madre, Cleopatra VII, serán adoptados también, reivindicando su orgullo por ser su descendiente (Puyadas Rupérez, 2013: 199).
Finalmente, Cleopatra Selene morirá en torno al 5 a.C., posiblemente coincidiendo con un eclipse lunar, tal y como nos relata Crinágoras de Mitilene en uno de sus epigramas conmemorativos (Galán Vioque, 2016: 293).
«Hasta la misma luna se oscureció cuando salía al caer la tarde, ocultando su dolor en la oscuridad, cuando vio a su homónima, la encantadora Selene, descendiendo sin vida al tenebroso Hades; con ella compartió la belleza de su luz y a su muerte la acompañó con su propia oscuridad».
Crinágoras de Mitilene.
Conclusiones
La relación entre Marco Antonio y Cleopatra VII ha sido siempre conocida por su vertiente romántica, pero si indagamos un poco en el contexto de la situación que se vivía en esa época en torno a sus mundos, podemos vislumbrar que la base principal de su unión era esencialmente política y militar. Ambos querían algo que el contrario tenía, si bien es cierto que el general romano parecía necesitar más a la reina egipcia. Y Cleopatra, gracias a sus habilidades, supo aprovechar esto, independientemente de si la relación amorosa que los unía fuera real o no.
En cuanto a los hijos de ambos, si ya era poca la información con la que contábamos sobre la vida del joven Cesarión, menor es aún la que tenemos de sus hermanos. Hay quienes han planteado que Alejandro Helios y Ptolomeo Filadelfo murieron prematuramente, siendo esta la razón por la que no tenemos noticias suyas. En el caso de que esto fuera cierto, cabría preguntarnos si las circunstancias de esas muertes fueron naturales o intencionadas, y el por qué de la supervivencia de su hermana. De nuevo, son muchas más las preguntas que las respuestas.
Por otro lado, cabe destacar la importancia que supone el orgullo que mostraba Cleopatra Selene de su dinastía y de su madre. Recordemos que en su juventud fue criada en Roma, donde estaría expuesta a la propaganda negativa que se desarrolló en torno a la figura de Cleopatra incluso después de su muerte, siendo normal que hubiera renegado de ella. Sin embargo, una vez alejada del control directo de Octavio, vemos que su reinado fue un homenaje a la soberana egipcia en muchos aspectos, perviviendo el espíritu de Egipto en ella.
Bibliografía
Barceló, P., & Ferrer Maestro, J. J. (2007). Historia de la Hispania romana. Alianza Editorial.
Cid López, R. M. (2000). Cleopatra: mitos literarios e historiográficos en torno a una reina. Studia Historica: Historia Antigua, 18.
Dión Casio (2004). Historia de Roma. Traducción de Domingo Plácido. Madrid.
Domínguez Arranz, A. & Puyadas Rupérez, V. (2014). De la investigación al discurso sobre la moneda: la legitimación de los reyes y reinas lágidas a través de las acuñaciones. En Patrimonio numismático y museos: actas XV Congreso Nacional de Numismática. Madrid, 28-30 de octubre de 2014 (pp. 811-824). Museo Casa de la Moneda.
Galán Vioque, G. (2016). Antología palatina II. La guirnalda de Filipo. RBA Libros.
Novillo López, M.A. (2013). Breve historia de Cleopatra. Nowtilus.
Puyadas Rupérez, V. (2013). Cleopatra Selene, reina de Mauritania: la herencia de un mito. En Política y género en la propaganda en la antigüedad: Antecedentes y legado (pp. 191-204). Ediciones Trea.
Puyadas Rupérez, V. (2017). Cleopatra madre. La faceta olvidada de la reina de Egipto. En IX Congreso Virtual sobre Historia de las Mujeres (15 al 31 de octubre de 2017): comunicaciones (pp. 699-712). Archivo Histórico Diocesano de Jaén.
Roldán, J.M., Blázquez, J.M., & Castillo, A. D. (1989). Historia de Roma: Tomo II-El Imperio Romano. Madrid: Cátedra.
Interesante artículo, y lo mismo podría decir de su primera parte. Pequeñas dosis de historia muy bien organizadas y de temas interesantes que muchas veces he pasado por alto, o en los que no se me había ocurrido indagar.
Enhorabuena por el artículo, sobre todo porque historias como estas llegan al gran público a través de trabajos así. Muy ameno y didáctico 🙂