A lo largo de la historia la labor de los embajadores ha sido necesaria para relacionarse con otros territorios. En la Edad Media, no será una excepción, su labor será fundamental para el bienestar del estado o poder político al que representaba. Según la RAE, un embajador es aquella persona con el mayor rango en el servicio diplomático, que representa ante otros Estados al Estado que la nombra. Una definición que abarca a un sinfín de personalidades que podían representar a los reinos en la diplomacia con otros. Habitualmente hablamos de obispos, arzobispos, legados papales, condes, vizcondes como representantes, como embajadores de estos reinos pero en ciertas situaciones o negociaciones, como en la diplomacia matrimonial, además de los habituales embajadores, nos encontramos con una figura en la que uno de sus principales desempeños es la búsqueda de un buen matrimonio para sus hijos o hijas, esa figura no es otra que el de la Reina o reina madre.
Este papel como diplomática en los enlaces de su prole era uno de los roles que realizaban las reinas, no solo el de dar a luz a los vástagos de un monarca. Ellas buscaban la elección más acorde, adecuada y ventajosa para sus hijos e hijas, a través de distintas fórmulas como la realización de las negociaciones con los embajadores, dispensación de cartas a los monarcas de interés y al papa, y en algunos casos, se desplazaban en busca de la novia, acompañaban a la misma hasta su futuro esposo o recibían en tierras propias a la futura esposa hasta el lugar de la ceremonia.
Estas reinas que realizaban este tipo de actividades diplomáticas fueron numerosas a lo largo del occidente medieval. Al centrarnos en el reino de Castilla, podemos encontrar dos reinas icónicas que realizaron esta labor, una que no era castellana pero que influyó en la diplomacia matrimonial de este reino, Leonor de Aquitania, la cual participó activamente en estos asuntos para con todos su hijos, aunque aquí principalmente nos centraremos en el papel que tuvo en el matrimonio de su hija Leonor con Alfonso VIII de Castilla y que queda patente en la Carta de Arras de 1170 donde se menciona su intervención. También participaría en el matrimonio de su nieta Blanca, futura Blanca de Francia, yendo hasta Castilla por mandato de su hijo Juan de Inglaterra, seleccionando a la nieta más adecuada para casarse con Luis VIII, y acompañándola hacia París.
La otra reina, esta sí castellana, nieta de Leonor de Aquitania, será Berenguela de Castilla, quien realizó personalmente las negociaciones, la búsqueda de las esposas, y envió a los embajadores oportunos, junto con las cartas para los dos matrimonios de su hijo Fernando III. En el primer matrimonio de Fernando con Beatriz de Suabia, fue la propia Berenguela quien mandó la embajada con las cartas para concertar este matrimonio, y fue a recibir a la novia a su llegada a la península, acompañándola hasta Burgos, donde finalmente se casaría con Fernando III de Castilla. En el segundo, contaría con la ayuda de su hermana, Blanca de Castilla.
En general hubo numerosísimas reinas conocidas y que se sabe perfectamente que realizaron estas actividades diplomáticas y que fueron numerosas a lo largo de todo el Occidente medieval, trataremos específicamente de Leonor de Aquitania y de Berenguela, pero también podríamos citar a otras como, por ejemplo, Blanca de Castilla, a la cual mencionaré más adelante.
LEONOR DE AQUITANIA
Nada nuevo se puede añadir a la figura de Leonor de Aquitania pues se trata de una figura más que conocida por todos. Sabemos que fue reina de Francia por su matrimonio con Luis VII de Francia, y reina de Inglaterra por su matrimonio con Enrique II. Como ya vimos en la introducción nos centraremos en dos matrimonios, pero eso no quita que Leonor participará en varios matrimonios y enlaces como la organizadora de los mismos, debido al poder que Enrique, su marido, había cedido a la misma para llevarlos a cabo. De hecho, sin ir más lejos, Leonor acompañaría a su hija Matilde en dirección a Sajonia para su boda con el duque de Sajonia, yendo a Inglaterra desde el continente. La comitiva saldría desde Dover, llevando en dicho viaje, en tres barcos que escoltaban la nave en que madre e hija iban: su ajuar, 40 cofres y otros tantos sacos de cuero que contenían sus vestidos, joyas, y los presentes para su esposo y su familia, además de 28 libras de oro para hacer su vajilla como regalo regio. Leonor la acompañó hasta Normandía donde la dejó proseguir con la compañía de los embajadores mandados por su futuro esposo.
Otro de los enlaces en el que también participó Leonor fue específicamente el de Berenguela de Navarra, hija de Sancho VI de Navarra, yendo a buscarla en 1191 en pleno invierno y acompañándola hasta Sicilia. Allí se encontraría con su hijo Ricardo, pues esta era la futura esposa que había elegido Leonor para su hijo, en vez de la opción francesa, ya que a Leonor no le hacía mucha gracia. En ese momento Ricardo se encontraba de paso en la isla con destino hacia Tierra Santa para luchar en las Cruzadas.
Centrémonos ahora en el primero de los dos matrimonios que mencionamos al principio, el de Leonor de Plantagenet con Alfonso VIII. Es difícil encontrar documentación directa del mismo, salvo la ya mencionada Carta de arras de 1170, que se encuentra ahora mismo en el Archivo de la Corona de Aragón en la documentación de Alfonso II de Aragón. Dato curioso siempre y cuando no supiésemos de la activa amistad o momento de alianza que se daba en esos instantes entre Alfonso VIII y Alfonso II. Difícilmente podríamos sospechar que este documento estuviese en estos archivos, pero gracias a ese momento de concordia, Alfonso II participó en dicho matrimonio acompañando a la futura reina de Castilla en su entrada desde los Pirineos hacia Tarazona, territorio aragonés, dónde se produciría precisamente esa firma de la Carta de arras y los desposorios de Alfonso VIII con Leonor de Plantagenet.
Pero antes que nada tenemos que saber por qué fue Leonor la que participó en dicho matrimonio y cómo es posible que ella cumpliese ese rol de embajadora. Debido precisamente a las infidelidades de Enrique II, que tenía a su amante en su residencia habitual en Inglaterra, Leonor prefirió refugiarse en sus territorios de Aquitania, sobre todo en la zona del Poitou, aunque durante estos años irá moviéndose por todo su territorio, Enrique lo permitió porque ella era la titular de esas tierras y conocía a sus vasallos y podía ayudarle a evitar que se rebelasen los mismos, pues era sabido que eran muy diferentes las costumbres y las formas que tenían en Inglaterra respecto a los territorios Plantagenet en el continente. Como decíamos, Enrique permitió que Leonor se mantuviese en sus territorios del ducado de Aquitania, y ella durante estos años se ve cómo mantiene su influencia con sus hijos y sus hijas. Así pues, tanto Leonor como Juana la acompañarán, incluido también Juan, aunque su favorito siempre fue Ricardo, como reseñan varios autores, entre otros, como Regine Pernoud. De hecho, se ve esa compañía de sus hijos con ella en un documento en el año 1170 que la misma Leonor da en nombre del rey y de sus hijos y de su padre y de sus antepasados a la Abadía de Fontevraud, abadía que será siempre su lugar de refugio por lo que podemos situar perfectamente en ese año a Leonor de Plantagenet junto a su propia madre.
Volviendo al documento de arras, la reina Leonor de Aquitania es parte activa en el matrimonio de su hija, ya que en el propio documento nos aparece como el rey Alfonso la menciona como «tamquam filie invictissimi et semper triunfatoris regis Anglie» y posteriormente añade en otra línea «esta es toda la confirmación que se debe practicar de buena fe y sin malas intenciones ni reglas en presencia de la madre Alienordis la ilustre reina en Burdeos, en la mano del arzobispo Bertrand de Burdeos» Finalmente en el documento aparecen las siguientes palabras «y con respecto a la reina de Inglaterra y mi esposa su hija que son testigos de estos acuerdos», dejando patente la participación de Leonor en negociación.
Así pues, sabiendo que las hijas acompañaban a su madre, y que Leonor de Aquitania tenía el beneplácito de Enrique II de actuar en sus tierras y, por lo tanto, en nombre del rey de Inglaterra, el rey de Castilla, Alfonso VIII, mandó una embajada con distintos hombres de su confianza hacia el Poitou, para que precisamente pactasen dicho matrimonio con una de las hijas del rey de Inglaterra, teniendo como prueba la Carta de arras que nos menciona la presencia de la Reina Madre en las negociaciones, y de distintos embajadores de la corte de Aquitania quienes fueron enviados a acompañar a su hija hacia su matrimonio con el rey castellano.
Esto implicaba la directa participación en la negociación de Leonor en esa Carta de arras sin la presencia de Enrique II, entre su hija Leonor y Alfonso VIII. Su actividad en este caso sería más bien negociadora que acompañante de la futura reina de Castilla, pero no por ello menos importante.
El segundo matrimonio en el que nos vamos a centrar es el de su nieta Blanca de Castilla, hija de la anteriormente nombrada Leonor de Plantagenet y Alfonso VIII. Dicho matrimonio fue el resultado de una reconciliación entre Juan, rey de Inglaterra, que subió al trono tras la muerte de su hermano Ricardo Corazón de León, y de Felipe Augusto, rey de Francia. Dicha reconciliación entre Juan de Inglaterra y Felipe Augusto fue a través de un tratado, el tratado de Le Goulet del 22 de mayo de 1200. En esta paz, una de las cláusulas del mismo indicaba que Luis, hijo del rey de Francia y futuro Luis VIII, se casaría con una de las sobrinas del rey de Inglaterra, es decir, una de las hijas del rey Alfonso VIII de Castilla y de Leonor de Plantagenet.
En este caso Leonor de Aquitania será la encargada de realizar el viaje en busca de la futura esposa de Luis de Francia. Este encargo se lo pedirá personalmente Juan de Inglaterra a su madre, que daría como resultado dicha paz entre ambos reyes. Sin más dilación, y a los 77 o 78 años, encontramos a Leonor emprendiendo un rápido viaje hacia tierras castellanas en pleno invierno. La reina contará con una respetable escolta acompañada por el arzobispo de Burdeos, Elías de Malemort, y Mercadier, el veterano caballero y último compañero de combate de su hijo Ricardo, tomando el camino hacia Castilla por Poitiers y Burdeos, cruzando los dominios de los Lusignan, dónde Hugo Le Brun, aprovechando las circunstancias, tuvo a la anciana reina retenida hasta conseguir de ella la cesión del condado de La Marche.
Tras volver al camino Leonor llegará a Castilla, probablemente se dirigió a Burgos o alguno de los castillos de los alrededores donde solían residir su hija y sus nietos. De los 11 hijos que Leonor de Castilla y Alfonso VIII habían tenido, Leonor de Aquitania debía elegir entre una de sus tres nietas Berenguela, Urraca o Blanca. La mayor de las hermanas Berenguela ya estaba comprometida al heredero del reino de León. Así pues la elección quedaba entre Urraca y Blanca.
Los contemporáneos dejan bastante claro que la elección de la prometida del futuro rey de Francia quedará solo en manos de Leonor de Inglaterra. Debemos de tener en cuenta que Leonor permaneció en Castilla durante varios meses por lo que su elección posiblemente estuviese condicionada a esta convivencia con sus nietas durante estos meses.
Aunque resulta curioso es bastante poco probable que el pretexto que se da para elegir a Blanca en vez de Urraca sea solo eso un pretexto. Dicho pretexto era que los acompañantes de la reina habrían defendido que los franceses nunca se habituarían a un nombre tan peculiar como puede ser Urraca y que en el caso de Blanca sería más fácilmente reconocible como la reina Blanche, pero como decía antes esto puede ser simplemente un pretexto pues es bastante engañoso que sea el nombre lo que impidiese elegir a Urraca frente a Blanca ya que la actual reina de Francia se llamaba Ingeborg o Isambour de Dinamarca, un nombre poco francés. Finalmente la elección estaba hecha por la reina madre y Urraca sería prometida al heredero de Portugal, mientras que Blanca emprendió el camino hacia Francia junto a su abuela. ¡Quién iba a adivinar que esta Blanca de Castilla sería una de las reinas más enérgicas y madre más admirable en el trono francés!
En primavera fue cuando Blanca emprendió el viaje junto a Leonor. Dicho viaje fue apacible hasta Burdeos, llegando a dicha ciudad pocos días antes de Semana Santa, decidiendo pasar las fiestas de Pascua. Antes de retomar el camino se produjo un altercado en donde el veterano soldado que había acompañado a su hijo Ricardo, Mercadier, moriría por una riña en las calles de la ciudad mientras Leonor y su nieta descansaban en el Palacio de l’Ombriére. Tras este incidente Leonor dejará a su nieta Blanca acompañada por Elías, arzobispo de Burdeos y con otras personas que las escoltaban hasta su camino hacia Normandía, mientras que la reina madre se retiraría a su querida Abadía de Fontevraud. La futura reina de Francia Blanca de Castilla se casaría con el futuro Luis VIII el 23 de mayo de 1200 en Portmort, situado en Normandía.
En Leonor de Aquitania se ve la faceta embajadora a través de la negociación del matrimonio de su hija Leonor, enviando los embajadores a Alfonso de Castilla, y por otro lado podemos ver esa faceta que era el acompañamiento de la futura esposa a su lugar de casamiento junto al que sería su marido.
Ahora bien, en el caso de Berenguela de Castilla, su actividad no será tan activa como la de su abuela, pero sobre ello profundizaremos en la siguiente entrega.
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