La reina María de Molina es una de las figuras políticas más importantes de su época. Reina consorte y dos veces regente, debe hacer frente a un sinnúmero de rivales para dar estabilidad a su reino. Entre éstos, destaca el rey vecino, Jaime II de Aragón, que usará todos los medios a su alcance para debilitar Castilla a fin de incrementar su propio poder político y territorial. Uno de estos medios, es el contacto con una princesa bizantina.
Vataza Láscaris-Veintimilla nace en torno a 1270. Sus padres son el conde Guillermo Pedro Balbo y la princesa nicena Eudoxia Láscaris. Cuando Pedro muere, Eudoxia se instala en Aragón con sus hijas para ponerse bajo la protección de su abuelastra Constanza. La emperatriz Constanza es tía abuela del rey Jaime II, quien reconocerá a las Láscaris como parientes (Masía de Ros, 1947). Debido a su ascendencia imperial, tanto Eudoxia como sus hijas serán referidas como «infantas de Grecia».
Cuando la infanta Isabel, hija de Jaime II, se casa con Dionisio I de Portugal en 1282, se incluye a Vataza entre su séquito por la afinidad de los Lascáris con la familia real aragonesa. Tres años después, la infanta de Grecia también se casa. Su esposo, Martín Anes de Soverosa, es un hombre mucho mayor que ella. Enviuda en 1295, tras una década de matrimonio.
En 1302 se da una situación similar a la que la llevó a instalarse en Portugal. La hija de los reyes Dionisio e Isabel, Constanza, se casa con el rey Fernando IV de Castilla. Se designa a Vataza como aya de la infanta, o dicho de otra forma, se le encarga el cuidado de Constanza y su casa en su nuevo reino. Tradicionalmente se ha considerado que Vataza es la candidata ideal para esta labor por ser una viuda sin descendencia (Florez de Setién Huidoro y Velasco, 1790, p. 581). Sin embargo, Antonio Rei (2013, pp. 166-168) ha postulado que Vataza podría haber tenido una hija. Por tanto, su elección como aya de la infanta Constanza podría deber a la sintonía con los reyes de Portugal y el rey de Aragón.
Tanto Constanza de Portugal como su aya tienen la misión de defender los intereses de los reyes de Portugal y Aragón. Es común que ambas les escriban con lo que ocurre en la corte del rey Fernando IV (Rochwert-Zuili, 2018). El usar infiltrados para recibir información secreta del enemigo es común en la diplomacia de la época. La «reina madre», María de Molina, también usa informadores para controlar tanto a sus enemigos como a su propio hijo (Gaibrois de Ballesteros, 1967, pp.143-147; Rochwert-Zuili, 2015). A cambio de sus servicios, Jaime II mantiene su protección a la princesa Eudoxia, aún residente en Aragón.
Como reina consorte, Constanza de Portugal es completamente anulada por su suegra, María de Molina, quien sigue haciendo las veces de gobernadora y consejera (Pelaz Flores, 2017, pp. 239-241). El fracaso de su señora no perjudica a Vataza, que recibe distintas gracias de Fernando IV, incluyendo el señorío hereditario de Villalar y el oficio de aya de sus hijos. Gracias a su influencia sobre el rey Fernando, consigue convencerle de que deje a su amante, Sancha Gil (Gaibrois de Ballesteros, 1967, p. 161), evitando un conflicto diplomático con Portugal.
La trayectoria ascendente de Vataza decae con la muerte del rey en 1312. Su hijo, Alfonso XI, tiene un año, así que varios infantes se disputan la regencia (Francisco Olmos, 2011, pp. 236-237). Distintas facciones consultan a María de Molina e incluso le ofrecen ocupar el poder en nombre de su nieto. Sin embargo, esta declina el ofrecimiento y pacta con su nuera Constanza para que ésta comparta la regencia junto con otro hijo de María, el infante Pedro. Como parte del acuerdo entre las dos reinas, Vataza entrega el niño-rey al obispo de Ávila, donde será protegido hasta que se acuerde quien gobernará por él (Rodríguez Porto, 2006, p. 227).
El acuerdo entre Constanza y María parece solventar las disputas por el poder. Sin embargo, Jaime II de Aragón influencia a su sobrina para que rompa su alianza y comparta el poder con otro miembro de la familia real más afín a sus intereses, el infante Juan. Ante esta traición, María de Molina se desdice y se une a la pugna por la regencia. La diferencia con los otros pretendientes es que María reclama también la tutela del rey, es decir, quiere suplantar los derechos que le amparan a Constanza como madre de Alfonso XI. La disputa entre las dos mujeres sólo se resuelve con la repentina muerte de Constanza en 1313.
El fallecimiento trae estabilidad en Castilla. Se acuerda una triple regencia entre María de Molina y los infantes Juan y Pedro, con la bendición del rey de Aragón. Sin embargo, al dejar de ser dama de la reina y aya del rey, Vataza pierde la mayor parte de su influencia y deja de ser útil para Jaime II. La infanta de Grecia permanece en la corte castellana hasta 1317.
Se retira a Portugal e intercambia con la Orden de Santiago el señorío que le entregó Fernando IV sobre Villalar por el señorío vitalicio de Santiago de Cacem (Rei, 2013, p. 165). La inestabilidad política continúa tanto en Castilla como en Portugal por nuevas muertes inesperadas, disputas familiares y las ambiciones personales de los gobernantes. Sin embargo, Vataza no interactúa en estos conflictos. Pasa sus últimos tiempos en Oporto, donde también reside la antigua benefactora que la llevó hasta ese reino, Isabel de Aragón. La infanta de Grecia fallece en 1330 y es enterrada en la Catedral Vieja de Coímbra, donde aún reposa a día de hoy.
La compleja vida de Vataza es un buen ejemplo de cómo una mujer puede intervenir en política en el siglo XIII. Como noble italiana exiliada y descendiente de una familia imperial derrocada, Vataza tiene una situación social y económica complicada. Gracias a sus habilidades personales, y el apoyo de una red clientelar femenina en la que la introduce su madre, permiten a la infanta de Grecia medrar en la península ibérica. De este modo, consigue tener influencia en distintas cortes regias y hasta convertirse en señora de sus propias tierras. Su destino se trunca cuando se enfrenta a la reina María de Molina, considerada una de las mejores diplomáticas de su tiempo, e incluso en su delicada situación Vataza solo se retira cuando lo decide libremente. El único castigo fue el silencio con respecto a su figura, que permanece hasta la actualidad.
Bibliografía
Florez de Setién Huidoro y Velasco, E. (1790). Memorias de las reynas catholicas tomo II. Oficina de la viuda de Marín.
Francisco Olmos, J. M. (2011). La evolución de la sucesión al trono en la Europa Medieval Cristiana. II Siglo XIII. Los Casos de Castilla y Aragón. Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, 15, 169-276.
Gaibrois de Ballesteros, M. (1967). María de Molina: tres veces reina. Espasa-Calpe.
Masía de Ros, A. (1947). La emperatriz de Nicea, Constanza, y las princesas Lascara y Vataza. Nuevas notícias acerca de sus relaciones con las Cortes de Aragón, Castilla y Portugal. Butletí de la Reial Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona, 20, 145-169. https://raco.cat/index.php/BoletinRABL/article/view/199068
Pelaz Flores, D. (2017). Reinas consortes. Las reinas de castilla entre los siglos XI-XIV. Sílex.
Rei, A. (2013). Uma Senhora Bizantina nas cortes de Aragão, Portugal e Leão e Castela Dona Vataça Lascaris (c. 1270-1336), Em torno às suas origens e descendencia. Revista Roda da Fortuna: Revista Eletrónica sobre Antiguidade e Medievo, 1, 157-171.
Rochwert-Zuili, P. (2015). La actuación pacificadora de María de Molina. e-Spania: Revue électronique d’études hispaniques médiévales, 20. https://doi.org/10.4000/e-spania.24170
Rochwert-Zuili, P. (2018). La correspondencia de Constanza de Portugal con Jaime II de Aragón (1302-1313). En J. P. Jardin et al. (coords.), Cartas de mujeres en la Europa medieval: España, Francia, Italia, Portugal (siglos XI-XV). 55-67. La Ergástula.Rodríguez Porto, R. M. (2006). María de Molina y la educación de Alfonso XI: Las semblanzas de reyes del ms. 7415 de la Biblioteca Nacional. Quintana, 5, 219-231.