Ya lo dijo Miguel de Cervantes en La Entretenida (1615), «(…) espero un Potosí de barras y dinero», utilizando la palabra «Potosí» como sinónimo de riqueza. La RAE recoge «Potosí» como «Riqueza extraordinaria». La expresión «vale un Potosí» nació en el siglo XVI tras el descubrimiento de las ricas minas de plata de la citada ciudad ubicada en el antiguo Virreinato de Perú.
Con la conquista del Imperio Inca por Francisco Pizarro (1478-1541), el dominio español se extendió por los Andes hallando las impresionantes minas de Potosí en 1545, el yacimiento argentífero más rico de todo el continente. La búsqueda de oro y plata fue el factor que determinó la velocidad de la conquista (Pérez, 1985: 54-55).
La extracción de metales y piedras preciosas durante el periodo colonial fue una de las principales fuentes de riqueza del Imperio Español durante los siglos XVI, XVII y XVIII, convirtiéndose en una de los pilares que sustentaron su hegemonía. A lo largo y ancho del Imperio, la labor minera estuvo muy presente y en continuo desarrollo. Las minas se consolidaron como focos de concentración de personas y de diferentes estilos de vida (imponiéndose las costumbres peninsulares). Potosí es la muestra del encuentro entre dos realidades muy distintas, la indígena y la española (Salazar y Vilches, 2014: 12-13).
Pisando tierras nuevas
En 1544 se produjo el redescubrimiento de uno de los mayores tesoros del Imperio Español, el hallazgo, por parte del indio Diego Hualpa, de la veta de plata del Cerro Rico (Figura 1), informando de ello en 1545 al Capitán D. Juan de Villarroel. Fue en 1553 cuando el emperador Carlos V le concedió́ el título de Villa Imperial (Varela, 2010: 133).
Tecnología minera y metalúrgica
Durante los primeros 25 años de colonización española en el Alto Perú, la plata se encontraba casi en la superficie, por lo que se utilizó una tecnología poco desarrollada y de procedencia incaica. Se emplearon las llamadas huayrachinas (Figura 2), es decir, hornos de viento. Estaban realizados de piedra, adobe y arcilla; y podían ser portátiles o inmóviles (Campos, 2018: 25).
Tras 40 años de explotación del Cerro, se emplearon técnicas más complejas. Las innovaciones tecnológicas se desarrollaron a la par de las demandas y necesidades mineras. Entre ellas: la amalgamación (invento del sevillano Bartolomé de Medina desarrollado en Nueva España, quien lo convirtió en un auténtico método industrial a gran escala con el que se obtenía una plata más pura a través del uso del mercurio (Serrano, 2004: 25)) y la construcción de lagunas artificiales, la «Ribera» e ingenios. Por un lado, las lagunas artificiales sirvieron para abastecer a los ingenios que funcionaban con fuerza hidráulica. Destacan la laguna del Kari kari (Figura 3) y la de San Sebastián. Por otro lado, los ingenios fueron unas instalaciones donde se molían la plata y se realizaba la mezcla de este mineral con el mercurio con el objetivo de obtener plata más pura (Villalpando, 1978: 15-17). Respecto al mercurio, España contaba con los suministros de Almadén (Ciudad Real) en la metrópolis y Huancavelica en el Perú, que permitieron el refinado de plata de baja ley en enormes cantidades (Lang, 1999: 657).
Una ciudad de contrastes
El desarrollo urbanístico está muy ligado a la evolución de la actividad minera. Es por ello, por lo que se puede distinguir dos fases en la consolidación y establecimiento del entramado urbano. La primera etapa se desarrolló́ durante los primeros años tras el redescubrimiento del Cerro Rico (1545-1570), tiempo en el que la cadena operativa minera residía en las manos de los indígenas con la tecnología de las wayras. Por un lado, los indígenas se fueron agrupando en la ladera del Cerro Rico, zona denominada La Ranchería. Las casas de los indígenas eran redondas, las llamadas Chipayas (Figura 4). En cambio, los españoles se ubicaron en el valle (la llamada Villa de los Españoles) y, a pesar de contar con un entramado desordenado, poseía cierta organización (Leggett, 2006: 40-41).
La segunda etapa urbanística de la Villa Imperial viene ligada al agotamiento de la plata en las vetas superficiales. Por ello, los colonos españoles introdujeron la amalgamación para aumentar la producción argentífera. De esta manera, la cadena operativa minera pasó a manos de los españoles. El virrey Toledo en el 1572 realizó la famosa «reforma toledana» en la Villa de los Españoles que se basa en el esquema damero (calles rectilíneas ordenadas en cuadrículas de norte-sur y de este-oeste; y plaza principal en una de las manzanas sin edificar). La Ribera actuó como límite entre el poblado español y la zona indígena, unidos únicamente por puentes. El entramado de la Villa de los Españoles y La Ranchería presentaba una dualidad urbanística (Figura 5) (Sordo, 1995: 233).
El crecimiento de su población, así como de la propia ciudad, fue descomunal. De unas simples casas con un número reducido de habitantes, a 14.000 en los primeros dieciocho años, a 120.000 habitantes en los 25 años después y 160.000 en torno al año 1650. La ciudad atrajo todo tipo de comerciantes, y con ello, una gran variedad de productos procedentes de todo el mundo, como pinturas y láminas sagradas de Roma, alfombras de Persia, negros de Cabo Verde, ropa de Holanda, y así un sinfín de artículos de lujo (Varela, 2010: 134-137, 143).
Toledo
Con la visita general del virrey D. Francisco de Toledo, entre 1571 y 1575, Potosí experimentó una serie de cambios tanto en la estructura administrativa colonial como en el sistema minero, la organización urbanística, entre otros aspectos. Todo ello se emitió con el propósito de hacer más efectivo el control español sobre el lugar y sobre la población indígena, además de llevar a cabo una mejora en el aprovechamiento de los recursos que ofrecía aquella tierra (Sordo, 1995: 232-233; Varela, 2010: 137).
El Virrey Toledo se ocupó de «legalizar» la mita (sistema basado en la mita incaica en el que los indígenas realizaban trabajos forzados durante un periodo de tiempo), de establecer una racionalidad en la explotación de la minería e imponer un ordenado funcionamiento de la Hacienda Real (Villalpando, 1978: 14). El trabajo en las minas fue llevado a cabo por los llamados mitayos quienes se trasladaban con toda su familia a la ciudad a cambio de un salario. Estos acudían ante la llamada de la Corona. En cambio, otros marchaban por libre elección en condición de «mingados», lo que conllevaba un salario mayor y en mejores condiciones (al contado y por adelantado) (Valera, 2010: 137).
Potosí conectada con el mundo
La minería de Potosí encontró un aliado en la red viaria que actuaba como eje vertebrador del antiguo Imperio Colonial Español. Los caminos coloniales estaban estructurados sobre la red viaria incaica, la llamada Qhapag Ñam, que constaba de más de 23.000 km.
Los incas hicieron ensanchamientos, caminos empotrados en laterales de colinas, entre otros cambios. Estas vías variaron muy poco a pesar de los diferentes territorios que abarcaban. No obstante, se adaptaron a las distintas características paisajísticas (Choque y Muñoz, 2016: 61).
Con la llegada de los españoles, se creó́ toda una red de comunicación entre los nuevos territorios. La plata y otros metales preciosos viajaban por la llamada Carrera de Indias, el circuito transoceánico que unía la metrópolis con sus colonias. Sevilla era el único puerto hacia las Indias Occidentales.
La Flota de Tierra Firme debía recorrer el istmo de Panamá para llegar al Océano Pacífico y, así, a Perú. Una vez allí, los productos eran subidos a bordo de una nueva flota, la Armada del Sur, rumbo a El Callao y Arica (puerto de Potosí). A lo largo de la ruta Potosí-Arica, el viajante se podía topar con tambos, unas estaciones de postas heredadas del Imperio Inca y de importantes recursos naturales. En relación al transporte de materias primas y mercancías, las protagonistas por antonomasia fueron las llamas (animales autóctonos de la zona) y las mulas (exportadas desde Europa) (González, 2014: 29-31; Serrano, 2008: 69).
Respecto a las características formales de estos caminos, la técnica edilicia estaba subordina a las singularidades orográficas del paisaje. Por ejemplo, cuando el entorno se caracterizaba por una pendiente superior a 10º, se empleaba la construcción de escaleras con peldaños de 0’2 a 0’3 m de altura (Figura 6). En el caso de pendientes inferiores a 10º, lo común era la implantación de rampas (Orche y Amaré, 2015: 59-60).
El fin del tesoro
La decadencia de la Villa Imperial vino de la mano de la producción incontrolada de la plata, el endeudamiento de mineros y azogueros, la explotación minera a través del trabajo forzado y abusivo de mitayos, una economía basada en las relaciones externas de un material no renovable, la débil producción y un comercio interior a nivel provincial y colonial. El empobrecimiento del Cerro Rico y el requerimiento de una tecnología más sofisticada, ante la dificultad de laborar la plata por su agotamiento, contribuyeron a esta situación. Tras vivir varias caídas de producción por falta de abastecimiento de metal argentífero, el Imperio Español perdió la soberanía sobre Potosí en 1825 con la declaración de la República De Bolivia por la Asamblea General de Diputados de las Provincias del Alto Perú (Villalpando, 1978: 16-17).
Bibliografía
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CHOQUE, C. Y MUÑOZ, I. (2016): ‘El Camino Real de la Plata. Circulación de mercancías e interacciones culturales en los valles y Altos de Arica (siglos XVI al XVIII)’. HISTORIA, 49: 57-86.
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VILLALPANDO, A. (1978): ‘‘Fundación, grandeza y desventura en la Villa Imperial de Potosí’’. Acta Historica (Szeged) 63, 11-19.
Gracias María por tanto, perdón por tan poco.