La excomunión era la acción de apartar a alguien de la comunión y el trato o relación con otras personas de la misma fe cristiana. Y ¿cómo llegó el emperador del Sacro Imperio Romano a ser apartado del resto de cristianos?
Realmente el hecho de ser excomulgado no era extraño en la época, pues otros notables monarcas y emperadores fueron excomulgados antes incluso que el propio Federico I Barbarroja, entre ellos los emperadores del Sacro Imperio, Enrique IV o Enrique V. Por lo que ser excomulgado no era nada nuevo para nuestro protagonista.
Es importante señalar que en el caso de la historia común del imperio y el papado fue muy habitual la excomunión de diferentes emperadores por los sucesivos papas que tomaron el puesto en la Santa Sede. El motivo de estas numerosas y diversas excomuniones por parte del papado serán el constante intento por parte de los emperadores de ostentar el poder absoluto en su territorio, frente al poder de la Santa Sede y de su cabeza visible que era el Papa. Esa ostentación del poder imperial se entendía por encima del poder de la Santa Sede y del Papa, pudiendo ejercer su poder en la elección de cargos eclesiásticos a su propio interés político (simonía) y prestando fidelidad y vasallaje al emperador por encima del que prestasen al propio Papa. También se consideraba al Emperador por encima del poder papal, ya que se consideraban como legítimos herederos del Imperio romano de Occidente, y por lo tanto quienes debían gobernar en tierras italianas, siendo su capital la ciudad de Roma, quedando el poder de la Santa Sede por debajo del poder del Imperio.
Esta idea de la supremacía imperial se extendió a lo largo de los siglos antes, durante y después de la excomunión del propio Federico I Barbarroja, como ya hemos señalado en anteriores líneas. Por lo que no es sorprendente encontrarnos que el caso de Federico I Barbarroja pudiese ser muy diferente a sus antecesores en el cargo imperial.
Continuando con la idea que se tenía en el Imperio de reivindicar su poder por encima del Papado, de otros reinos y monarcas, a los que los emperadores denominaban «reyezuelos», Federico no tenía no solo la intención continuista de imponer su voluntad y poder frente a la Santa Sede, sino también de aunar bajo sus manos los territorios que otrora pertenecían al ya extinguido, desde hacía más de seis siglos, Imperio romano de Occidente. Para ello, los territorios italianos eran fundamentales, y por ellos será por los que acabe teniendo una relación tormentosa con los distintos papas con los que tratará desde su ascenso al puesto de emperador hasta su inesperada muerte camino a Tierra Santa.
Precisamente nos centraremos en el documento perteneciente al Archivo Catedralicio de Toledo (ACT) y del que nace este artículo. El documento se encuentra en el archivo anteriormente mencionado con la siguiente signatura: A.6.C.1.5a. El documento es remitido por el papa Alejandro III y fechado en la ciudad de Anagni a 4 de abril de 1160 al arzobispo de Toledo, que en esos momentos era Juan de Segovia, eclesiástico castellano que ocupó los cargos de obispo de Segovia y posteriormente arzobispo de Toledo (Martín Gamero, 1862). En el mismo, el Papa informa al arzobispo toledano de las acciones del emperador Federico en contra del poder papal, practicando la simonía y beneficiándose de la debilidad del anterior Papa, Adriano IV, para hacerse con más territorios en tierras italianas y nombrar cargos eclesiásticos fieles a él, por lo que Alejandro III comunica la excomunión del emperador por estos agravios hacia el poder papal.
Este tipo de documentos informativos eran comunes por parte de la Santa Sede para con el resto de sus obispos, arzobispos…, haciéndoles conscientes de la situación actual del emperador, por lo que toda acción o comunicación a favor del mismo sería tomada como un agravio directo al poder papal. Por otro lado, servía como medio de comunicación a otros monarcas de la cristiandad occidental a través de los más altos e importantes cargos eclesiásticos de estos reinos y que mantenían una estrecha relación con los monarcas de los mismos, ya que eran agentes activos de la vida religiosa y política de los mismos, dándoles la información y mostrando las consecuencias que conllevaban las acciones en contra de la Santa Sede.
De ahí que estos documentos pudiesen encontrarse en numerosas sedes eclesiásticas repartidas por el resto de reinos cristianos y que haya llegado hasta la sede episcopal toledana, independientemente que dicha excomunión tuviese o no repercusión en los clérigos de los reinos peninsulares o en sus monarcas, que por aquel entonces eran Alfonso VIII en Castilla, Ramón Berenguer IV de Barcelona en Aragón (debido a su matrimonio con Petronila) o Sancho IV de Navarra.
El documento fue fechado en la ciudad de Anagni debido a que era una de las numerosas ciudades papales en las que solían residir durante algunos periodos y que estaba cerca de Roma (a unos 50 kilómetros en Lacio meridional). En el momento de la expedición de la misiva papal al arzobispo de Toledo, el Santo Padre se encontraba en dicha localidad debido a las numerosas revueltas que los romanos llevaban realizando en contra del poder papal en la ciudad capitolina, y los cuales negociaban en contra del Papa con el propio Federico Barbarroja (García Osuna, 2013; Diago Hernando, 2003).
Los actos concretos que llevaron a la excomunión de Federico fueron los desencadenantes del documento aquí nombrado y que explicaremos a continuación. En 1159, tras el fallecimiento del anterior Papa, Adriano IV, el cónclave cardenalicio se reuniría para la elección del nuevo Santo Padre. De entre todos los candidatos habrá dos que sobresalgan, uno a favor de las intenciones del emperador de hacerse con el poder en tierras italianas, y otro en contra de las intenciones imperiales, este último será Alejandro III que asumirá el puesto con intenciones serias de mantener y ensalzar el poder de la Santa Sede por encima del resto, incluido el poder del emperador Federico I Barbarroja. El primero de los candidatos, y que estaba a favor del emperador, será proclamado Papa, también con el nombre de Víctor IV (1159-1164), pero al no encontrar el apoyo de los eclesiásticos más importantes del resto de monarquías será denominado como «el anti-papa», y aunque el emperador intentó buscar el favor del resto de monarquías, poco se pudo hacer para que fuese aceptado frente Alejandro III. A raíz de las dos proclamaciones «papales», ambos pontífices se excomulgaron mutuamente el 27 de septiembre de 1159 (Cardini, 1987; García Osuna, 2013).
Precisamente esos constantes intentos del emperador de hacer valer a su candidato como nuevo Papa de la cristiandad serán los que finalmente provoquen la excomunión de Federico por parte de Alejandro III el 24 de marzo de 1160, y que dará como resultado el documento aquí tratado, siendo una de las consecuencias de dicha excomunión que sus súbditos quedasen libres del juramento de fidelidad ya que nadie estaba obligado a seguir cumpliendo juramento a un señor excomulgado, buscando el Papa que el poder imperial quedase en suspenso.
Este intento por parte de Alejandro III de conseguir debilitar al emperador no tuvo un gran efecto en los territorios alemanes bajo su poder pero sí que consiguió el apoyo del resto de reinos, véase Francia, Inglaterra, Castilla o Aragón a su poder como verdadero representante del poder de la Santa Sede.
En conclusión, es evidente que este tipo de documentos informativos de excomuniones estaban a la orden del día a lo largo de la Edad Media, que eran enviados a los numerosos cargos eclesiásticos en los diferentes reinos manteniéndolos informados de las figuras que estaban fuera de la protección papal y que eran vistos como enemigos de la Santa Sede.
Bibliografía
Archivo Catedralicio de Toledo, ACT, A.6.C.1.5a.
Cardini, F. (1987). Barbarroja. Vida, triunfos e ilusiones de un emperador medieval. Península.
Diago Hernando, M. (2003). La pervivencia y utilización histórica del mito en los casos de Carlomagno y Federico I Barbarroja. Memoria, mito y realidad en la historia medieval: XIII Semana de Estudios Medievales, Nájera, 233-262.
García Osuna Rodríguez, J.M.M. (2013). El Emperador Federico I «Barbarroja» y el Papado en el alto medioevo. Revista Arte, arqueología e historia, Nº. 20, 257-294.
Martín Gamero, A. (1862). Historia de la ciudad de Toledo: sus claros varones y monumentos. (Severiano López Fando, ed.).