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Julio César: Las dos caras de un mismo personaje. Parte II

Frente al relato de un César heroico y victorioso (Badian, 2009, p. 17) visto en la primera parte del artículo (López Calero, 2024), se sitúan otras narraciones que distan un poco de esta imagen, especialmente aquellas sobre su aspecto físico o su sexualidad.  Sabemos que se preocupaba enormemente por hacer que su aspecto físico fuera impecable. Se cortaba el pelo meticulosamente, se afeitaba y se depilaba con asiduidad para estar perfecto en cualquier situación algo que, según qué círculos, podía llegar a ser visto como afeminamiento, aunque César siempre se mostró impasible ante tales habladurías aparentes. No obstante, si algo realmente le acomplejaba de su físico era su calvicie. Tal era su obsesión que parece ser que trataba de peinarse siempre hacia delante intentando disimular y se vio bendecido cuando el Senado le permitió llevar la corona de laurel en cualquier momento; hecho que sin duda favoreció a sus dos manías: asociar a su persona constantemente con la ostentación del poder y mantener su cabeza a cubierto de miradas indiscretas.

Figura 1. Julio César, óleo de Pieter Paul Rubens (1619). Fuente. Licencia: CC BY NC SA 2.0

  Sobre su posible afeminamiento (Marqués González, 2019, pp. 156-173) debido al excesivo cuidado de su imagen, surgieron varias historietas en Roma que centraban todo su empeño en desprestigiar al famoso conquistador. Muchos años antes de su fama, César había tenido que sufrir el único escándalo sexual que le perseguiría durante toda su vida. Cuando aún era un joven aristócrata poco experimentado, fue enviado a Bitinia, un reino aliado de Roma en la Península de Anatolia (Goldsworthy, 2007, p. 95).  En este lugar, el joven romano conoció al viejo rey Nicomedes IV, quien le recibió con grandes galas por haber sido amigo de su padre. A partir de este momento, la historia se envuelve en un halo de misterio, lo único seguro es que César pasó en aquel reino más tiempo del que habría necesitado para la misión que le habría sido encomendada. Su tardanza fue interpretada como una prueba irrefutable de que había sido seducido y sodomizado por el rey; hecho que le granjeó los apodos de «la almohada de la litera real», la «reina de Bicinia» e incluso «el hombre de todas las mujeres y la mujer de todos los hombres».

Si atenemos a la sexualidad en el mundo antiguo, sobre todo en Próximo Oriente, este tipo de prácticas habrían sido perfectamente creíbles e incluso normalizadas (Langlands, 2006). No obstante, en el contexto romano, la homosexualidad pasiva estaba mal vista debido a la consideración de la pérdida de virilidad ante una posición de aparente sumisión (Bleibtreu-Ehrenberg, 1978, pp. 187-188). Aunque es difícil establecer con seguridad absoluta qué ocurrió en Bicinia realmente, y aceptando que podría haber sido un joven deseoso de explorar su sexualidad, parece posible que todo aquello no fuera más que una gran artimaña para desprestigiarle, puesto que no se le volvió a conocer ningún episodio similar durante el resto de su vida y recordar aquel rumor era una de las pocas cosas que conseguían enfurecerle en público (Goldsworthy, 2007, p. 94). De todos los autores romanos, Suetonio es el que mayor tinta dedicó a escribir sobre las posibles desdichas del «Divino Julio». La siguiente cita, muestra a la perfección la visión romana acerca de los escarceos amorosos de César por Oriente:

«Nada excepto su intimidad con Nicomedes manchó su reputación, con grave y permanente vergüenza y expuesto a la injuria de todos. Omito los conocidísimos versos de Licinio Calvo:

«Todo lo que Bitinia y el amante de César tuvieron alguna vez»

Pasó por alto los discursos de Dolabela y de Curión, el padre, en los que Dolabela le llama «rival de la reina», «sofá de la litera real» y Curión «prostíbulo de Nicomedes y lupanar de Bitinia»».

Pasó también por alto los edictos de Bíbulo, en los que presentó a su colega como «reina de Bitinia» y dice que «antes amaba a un rey, pero ahora a un reino». En ese mismo tiempo, como cuenta Marco Bruto, un tal Octavio, que podía decir lo que quisiera por su enfermedad mental, llamó en una numerosa asamblea a Pompeyo rey y a él mismo (César) le llamó reina. Pero Cayo Memio le reprocha que sirvió incluso como copero de Nicomedes, con otros jóvenes licenciosos en un gran banquete en el que se sentaban también algunos negociadores de la ciudad (Roma) de los que da los nombres. Cicerón, por su parte, no se contentó con escribir en sus cartas que conducido  a la habitación real por unos guardias se acostó en un lecho de oro con una colcha de púrpura  y que fue despojado de la flor de la edad (virginidad) en Bitinia por un descendiente de Venus; un día que defendía (César) en el senado la causa de Nysa, la hija de Nicomedes y recordaba los favores del rey para con él, le dijo (Cicerón): «te ruego que omitas esas cosas, porque es bien conocido lo que él te dio a ti y lo que tú le diste a él». Finalmente, durante el triunfo por las victorias en la Galia sus soldados, entre otras canciones, le cantaron jocosamente como hacen al acompañar su carro, esta canción tan conocida:

«César subyugó a las Galias; Nicomedes a César. Aquí tenéis triunfando a César que sometió a las Galias, pero no triunfa Nicomedes, que sometió a César» (Suetonio, 1992, pp. 126-127).

 Quizás, para evitar tales habladurías sobre su carácter «afeminado», César hizo especial hincapié en tener cierta fama de mujeriego. Se sabe que se casó en tres ocasiones, por conveniencia política y para conseguir un heredero, no por amor. De estos matrimonios, solo el primero le dio descendencia, su hija Julia.

Figura 2. Julia, hija de Julio César y esposa de Pompeyo Magno. Fuente. Licencia: Public Domain

 A pesar de sus matrimonios, César no tuvo ningún problema en conquistar a diversas amantes, siendo la más famosa Cleopatra (Roller, 2010, p. 61). Tal se dice que era su actitud  con las mujeres, que incluso el tribuno de la plebe Helvio Cina llegó a extender el rumor, fuera cierto o no, de que César le había ordenado redactar una ley por la que este pudiera casarse con cuantas mujeres deseara, aunque alegaba que solo con el propósito de engendrar a un heredero. De hecho, sus propios soldados, por la gran confianza que tenían con su general, le cantaban cancioncillas satíricas las cuales eran incluso permitidas por el mismo César. Es de nuevo Suetonio quien recoge una de ellas tras la celebración de sus triunfos militares:

«Romanos, vigilad a vuestras mujeres: os traemos al adúltero calvo. En la Galia te gastaste en prostitutas el oro que aquí tomaste prestado» (Suetonio, 1992, p.130).

De todo lo visto anteriormente podemos extraer la siguiente conclusión, frente al César heroico y conquistador de las Galias se presenta a un hombre más terrenal el cual tenía sus propias rencillas internas y contradicciones.

Figura 3. Cleopatra y César, óleo de Jean-León Gérôme (1866). Fuente. Licencia: Public Domain

Para concluir este artículo en dos partes, podemos observar a la perfección como incluso figuras tan relevantes como Julio César no pudieron luchar contra los rumores y las habladurías. De los distintos relatos podemos deducir distintas facetas de un mismo personaje. A pesar de aparentemente ser contradictorias entre sí, la realidad del personaje histórico no sería ni el César virtuoso y magnífico ni tampoco un depravado mujeriego. Lo más normal es que César se situara entre medias de ambos relatos y que tuviera sus virtudes y sus defectos como cualquier otro ser humano. Lo que resulta innegable, es que César como tantos otros romanos, también sufrieron y siguen padeciendo la manipulación informativa de sus historias. Desgraciadamente, son muchos los que todavía vulgarizan la historia con estas prácticas, acciones que no son exclusivas de nuestros tiempos. Al fin y al cabo, somos el reflejo de nuestros antepasados, hecho que se refleja a la perfección en la expresión de la Vulgata: Nihil sub Solem Novum «Nada nuevo bajo el sol».

Bibliografía:

Badian, E. (2009). From the Iulii to Caesar. En M. Griffin (Ed.), A Companion to Julius Caesar.   Blackwell Publishing.

 Bleibtreu-Ehrenberg, G. (1983). Tabu Homosexualität. Die Geschichte eines Vorurteils. Fischer S. Verlag GmbH.

Goldsworthy, A. (2007). César. La biografía definitiva (T. Martín Lorenzo, Trad.). La Esfera de los Libros.

Langlands, R. (2006). Sexual Morality in Ancient Rome. Cambridge University Press.

López Calero, Sergio (2024). “Julio César: las dos caras de un mismo personaje”, ArqueoTimes, 11.  https://arqueotimes.es/julio-cesar-las-dos-caras-de-un-mismo-personaje/

Marqués González, N. (2019) Fake news de la antigua Roma: Engaños, propaganda y metiras de hace 2000 años. Espasa.

Plutarco (2010). Vidas Paralelas. Alejandro y Julio César (C. García Gual, Ed.). EDAF.

Roller, Duane W. (2010). Cleopatra: a biography, Oxford University Press.

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