Si hay una palabra que evoca temor en la historia de la República de Roma, esa es sin duda la de dictador. Esta magistratura romana ha pasado a la historia como un cargo autoritario que impone su voluntad sin ninguna clase de límite, tal y como hacía Lucio Cornelio Sila, cuyo gobierno supuso un auténtico trauma para el pueblo romano. Sin embargo, la figura del dictador, al menos en sus orígenes, distaba mucho de esa realidad.
Las fuentes clásicas nos revelan que, durante la mayor parte de la república, la dictadura era un mecanismo constitucional cuidadosamente regulado, concebido como una solución temporal para afrontar situaciones de crisis extremas. Un poder absoluto, sí, pero limitado por el Senado y sobre todo, por el tiempo. ¿Entonces, qué daba a esta figura su legitimidad frente a otras formas de poder? Nada más y nada menos que su carácter extraordinario.
Origen
Cuando en el año 509 a.C. los romanos decidieron poner fin a la monarquía y expulsaron a su rey Tarquinio el Soberbio, no solo cerraron un capítulo de su historia, sino que abrieron un periodo lleno de incertidumbres. El nuevo sistema republicano, basado en las magistraturas e instituciones como el Senado, buscaba evitar precisamente lo que tanto temían: el regreso de un poder absoluto y hereditario, razón por la que se designaron a dos cónsules para ejercer el poder.

Sin embargo, el paso de la monarquía a la república no fue un camino llano. La joven república tuvo que enfrentarse a una gran inestabilidad política, alimentada por los repetidos intentos del propio Tarquinio de recuperar el trono con el apoyo de otras ciudades latinas (Martínez-Pinna, 2017, p. 73). Uno de estos episodios más tensos fue la reanudación del conflicto contra dicha liga de ciudades en torno al año 501 a.C., momento en el que, según Tito Livio, se recurrió por primera vez a una figura excepcional: el dictador. Aunque Livio no ofrece certeza absoluta sobre el nombre del primer dictador, sugiere que podría tratarse de Tito Larcio, cónsul en ese mismo año, quien habría sido investido con poderes extraordinarios para hacer frente a la amenaza militar que hacía peligrar la ciudad de Roma (Liv., II, 18).
En este contexto, la creación de la dictadura no fue una ruptura con el nuevo orden republicano, sino una solución de emergencia. El temor de que la normalidad política instaurada tras la caída de la monarquía pudiese desaparecer, fue un gran impulsor para establecer una figura que concentrara todo el poder de forma legal y por tiempo limitado (Álvarez de Mora, 2022, pp. 49-50).
Nominación
El nombramiento de un dictador suponía una transformación radical e instantánea en el funcionamiento de la política republicana. El procedimiento para su alzamiento comenzaba con la intervención del Senado. Ante una amenaza grave (militar, política o religiosa), este órgano emitía un senatusconsultum, una resolución que instaba a proceder con la elección de un dictador. Aunque formalmente no era una orden vinculante, en la práctica tenía un gran peso político, marcando el inicio del proceso. Solo los magistrados de carácter consular podían ser elegidos para esta magistratura (Liv., II, 18). Esta restricción respondía a la necesidad de confiar el destino de Roma a figuras con autoridad reconocida y probada trayectoria pública.
Ahora bien, ¿quién tenía realmente la última palabra en esta elección? Aquí las fuentes clásicas nos aportan información muy relevante. Dionisio de Halicarnaso nos cuenta que el Senado deliberaba y proponía un candidato, pero la ejecución del nombramiento recaía finalmente en los propios cónsules (D.H., V, 70). Esto generaba un problema evidente: ¿y si uno de los dos cónsules se sentía ofendido porque su colega era el seleccionado para tomar esta decisión? Para evitar que la designación de uno de ellos generase tensiones o heridas en el honor del otro, se consolidó la práctica de que ambos cónsules decidieran de forma conjunta (D.H., V, 71). En caso de que no llegasen a un consenso, se recurría a un sorteo pactado entre ambos (Liv., IV, 26), con el fin de designar quien se encargaría de elegir al magistrado que ejercería la dictadura.
Características
La dictadura era considerada la herramienta final para devolver el orden y la estabilidad en tiempos de crisis políticas o religiosas. De iure, el dictador era nominado únicamente para la resolución de la tarea extraordinaria que se le confiaba. Tras la solución de la crisis u objetivo por el que era nombrado, debía renunciar voluntariamente a su cargo (Bobbio, 1995, p. 224), devolviéndole el poder a los cónsules.
Sin embargo, ¿Qué hacía tan especial a esta figura? Sin duda su poder absoluto. El dictador combinaba en su persona tanto el poder militar como el judicial. Era una autoridad temporal, sí, pero durante esos seis meses (plazo máximo legal de su mandato) era el magistrado más poderoso de Roma (Duplá, 2003, p. 52). Sin embargo, no estaba exento de limitaciones. Junto a los seis meses de duración, se le imponía un bloqueo sobre el tesoro público, siendo este controlado únicamente por el Senado. También tenía limitaciones de movimiento, coartando su libertad de salir de la península itálica durante el ejercicio de la magistratura, dado que suponían que podría ser un peligro para la república (Smith, 1875, p. 407).

La función original del dictador era esencialmente militar y no será hasta después del 363 a.C. cuando comience a elegirse a un dictador para cuestiones ceremoniales. Esta variación de las funciones del dictador acabó por crear una división dentro de esta magistratura, en las que vemos una clara distinción entre dictator optimo iure (dictaduras mayores) y dictator imminuto iure (dictaduras menores) (Espitia, 2011, p. 15).
- En el caso de los dictatores optimo iure, su elección tendría como objetivo hacer frente a una amenaza militar (externa o interna), siendo el dictador titular del imperium y ejerciendo el resto de los magistrados como auxiliares del mismo, siempre desde una posición de subordinación (Espitia, 2011, p. 15).
- En lo referente al dictator imminuto iure, este habría sido elegido para realizar cometidos particulares de carácter ceremonial o religioso, los cuales eran especificados en el momento de la nominación y cuyas funciones debían ser relacionadas exclusivamente con esta tarea (Álvarez de Mora, 2022, p. 51).
Otros aspectos que nos permiten conocer los matices de la dictadura era la posibilidad de reelección. Al parecer, no existía ninguna limitación que impidiera a un magistrado ejercer la dictadura más de una vez. Por esta razón, encontramos casos como el de Marco Furio Camilo, quien fue nombrado dictador en cinco ocasiones entre los años 396 y 367 a.C., y el de Lucio Quincio Cincinato, que asumió la dictadura dos veces. Cincinato es, además, especialmente emblemático dentro de la visión política romana, ya que tras cumplir con sus responsabilidades como dictador, se retiró a sus tierras para continuar su labor como agricultor, encarnando así el ideal del ciudadano-soldado romano.

Conclusiones
El dictador durante la república en su periodo arcaico (509 a.C.-264 a.C.) no debe verse como una figura contraria a la voluntad del pueblo, sino como una solución legal, puntual y necesaria para salvaguardar el orden institucional en momentos de crisis. La dictadura estaba cuidadosamente encajada dentro del sistema político romano, que en sus orígenes, distaba mucho de la imagen tiránica que posteriormente sufriría, cuyo origen se encuentra en la dictadura de Sila en el año 82 a.C. La magistratura del dictador se creó con el fin de encarnar un modelo de autoridad limitada que se encontrase al servicio de la república.
Bibliografía
Álvarez de Mora, J. L. (2022). A propósito de las variantes de la dictadura constitucional en la república romana. Revista de Derecho de la UNED, 30, 47–78.
Bobbio, N. (1996). Democracia y dictadura. En Estado, gobierno, sociedad. Por una teoría general de la política (pp. 188–233). Fondo de Cultura Económica.
Dionisio de Halicarnaso. (1984). Historia Antigua de Roma. Libros IV-VI (A. Alonso & C. Seco, Eds. y Trads.). Gredos.
Duplá, A. (2003). La república romana arcaica (509-264 a.C.). Síntesis.
Espitia Garzón, F. (2011). Dictadura, “estado de sitio” y provocatio ad populum en la obra de Mommsen. Revista de Derecho Privado, 21, 7–20.
Livio, T. (2023). Historia de Roma desde su fundación. Libros I–III (J. A. Villar Vidal & Á. Sierra, Eds. y Trads.). Gredos.
Martínez-Pinna Nieto, J. (2017). Roma y los latinos: ¿agresividad o imperialismo?. Ediciones Complutense.
Smith, W. (1875). A dictionary of Greek and Roman antiquities. Harper & Brothers.