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La religiosidad del ejército romano en Hispania

En este artículo planteamos una exposición de la presencia de los dioses, lo sagrado y el sentimiento religioso en la vida del soldado romano, dentro del límite geográfico hispano. Lo haremos diferenciando dos esferas: por un lado, la «pública», impuesta a todo soldado e imbricada en su relación tanto con otras personas como con el espacio; por otro lado, la privada, dando un ejemplo de un tipo de culto atendido por iniciativa propia de los soldados.

Los cultos propiamente militares y el campamento como espacio religioso

El emplazamiento de un campamento está sometido a las reglas de la auguratio, de modo que está concebido como un microcosmos consagrado, vertebrado por elementos religiosos. Es un lugar donde se realizan rituales muy diversos: auspicios, sacrificios, votos, súplicas… de carácter tanto oficial como privado. Cuenta con espacios y elementos de culto, así como sacerdotes de diversos tipos. Los soldados debían realizar el sacramentum, un juramento por los dioses de lealtad al imperator, de modo que la relación entre un general y sus hombres era un lazo religioso.

Los corazones simbólicos y religiosos de los campamentos son los aedes principiorum o principia, que suelen consistir en un monumento de planta cuadrangular, en el centro del campamento, elevado, donde se tributa el culto imperial y se guardan los signa. Conocemos tres en toda Hispania: el de León III, el de la cohors I Celtiberorum (Cidadela, La Coruña) y el de una unidad auxiliar sin identificar asentada en Baños de Bande. 

Para el caso concreto de Hispania, desde época Flavia la única legión estacionada en la provincia es la VII Gemina, pues las otras dos asentadas en época de Augusto se retiraron a Germania con Calígula y a Panonia con Nerón. No debemos olvidar que por otro lado están las tropas auxiliares, formadas por unidades indígenas y localizables en puntos muy variados de la Península, si bien para nuestra exposición de la religiosidad en el campamento hemos decidido excluir sus pequeños asentamientos y centrarnos en la gran sede de la legión: la ciudad de Legio, actual León.

Gracias al estudio de los epígrafes votivos embutidos en la muralla de Legio, y suponiendo que no se hayan desplazado demasiado de su emplazamiento original, ha sido posible localizar los espacios de culto del campamento. Se han encontrado dos inscripciones relacionadas con las ninfas, lo que lleva a sostener la existencia de un ninfeo en la actual plaza del Grano; por otra parte, en la parte Norte de la muralla, junto a la puerta decumana, hay un voto a Esculapio, Serapis e Isis, lo que lleva a pensar que en esta zona estaría el hospital de campaña con su propio espacio religioso (Morillo Cerdán, 2008, pp. 400–403).

Figura 1. Ubicación de los epígrafes votivos de la muralla de Legio (Morillo Cerdán, 2008, p. 400). Fuente.

Respecto a los dioses a quienes se rendía culto, en las inscripciones votivas contamos con menciones al Emperador, Júpiter, Minerva, Diana, virtudes y conceptos abstractos (Victoria, Virtus, Fortuna), insignias o el numen o Genius de la unidad, y escasamente las divinidades orientales, Némesis, Hércules e, irónicamente, Marte. En el entorno de Legio, en áreas boscosas, proliferan las inscripciones dedicadas a Diana.

Las más frecuentes son Júpiter, los signa y la salud del Emperador, y no por casualidad. Júpiter era la representación del poder político, y su adoración era obligada como forma de simbolizar la lealtad al Estado, al igual que los votos por el Emperador, quien además era el mando supremo de todas las legiones. Por otro lado, los signa eran los estandartes de la legión, su orgullo, decorados con un águila que por asociación con Júpiter los imbuía de cierto carácter sagrado; de este modo, perder los estandartes era una ofensa a los dioses, razón por la cual eran atesorados y defendidos con gran celo, y su pérdida suponía toda una catástrofe que debía ser resarcida con su recuperación.

Cultos privados y dioses indígenas

Vistos los cultos oficiales impuestos al soldado romano, queda decir que el Estado no ponía ningún impedimento ante la atención de otros cultos, si bien el registro material relacionado con esta esfera suele ubicarse fuera del campamento. En este sentido, un factor que ha llamado la atención de los investigadores es la aparición de inscripciones votivas dedicadas por militares a dioses indígenas, más de la mitad de las cuales se ha localizado en el noroeste hispano, entre las inmediaciones de Legio y la cornisa cantábrica. 

Este fenómeno ha sido explicado por algunos autores argumentando que en esta zona «la cultura autóctona pervivió de forma más persistente que en otros espacios romanizados» (López Casado, 2016, p. 210), asociando la pervivencia de las divinidades indígenas con el inferior grado de romanización de la zona. No negamos este factor, pero también ha de ser dicho que se trata asimismo de la zona más militarizada de la Península por ser la última en ser conquistada y por estar aquí el campamento de la legión; dado que el corpus sobre el que se suelen realizar estos estudios se ciñe a inscripciones militares, es natural que sea aquí donde se concentre el grueso, lo que haría necesario establecer una comparativa con las zonas de concentración de inscripciones no militares a dioses indígenas para aclarar si el propuesto es realmente un factor a tener en cuenta. 

En todo caso, tal vez lo más interesante no sean las esperables inscripciones dedicadas por tropas auxiliares (soldados reclutados entre la población indígena no ciudadana), sino las dedicadas por legionarios romanos propiamente dichos. En cuanto a las explicaciones de este fenómeno, una teoría sólida es la de que los soldados podían dedicar inscripciones a dioses para que favorecieran su ascenso en el escalafón militar, o bien a dioses propios de las zonas donde iban a desempeñar su actividad. Este último caso tiene dos explicaciones: bien que se busca el favor de estos dioses porque te estás inmiscuyendo en su territorio, bien, en un tono más positivo, que se les reconoce como los protectores del lugar donde has establecido tu campamento (Le Roux, 2002, pp. 115–116).

Esto para los legionarios romanos de origen romano, si bien tampoco hay que olvidar la presencia de legionarios de origen indígena que habían podido alistarse gracias a haber recibido la ciudadanía. Esto nos lleva a una última explicación para los votos a dioses indígenas que vincula el fenómeno con «la progresiva extensión de la ciudadanía romana a los indígenas naturales de la Península, en especial a los de la zona noroeste, que adquirieron esta categoría y pudieron tomar un nombre romano y alistarse en una Legión, pero no renunciaron a sus dioses privados» (Sagredo y Jiménez, 1996, p. 299).

Figura 2. Hallazgos de inscripciones dedicadas a dioses indígenas por parte de soldados romanos (López Casado, 2016, p. 211).

Conclusiones

La religiosidad en el ejército romano no debe entenderse como una esfera separable de otras, sino que se entreteje con cuestiones tales como la relación entre soldados y oficiales, la demostración de lealtad a Roma y al Emperador o los usos del espacio en el campamento. La religión era empleada como un instrumento político para la configuración del ejército, pero esto no significa que los cultos de los soldados estuvieran estrictamente controlados, sino que se dejaba espacio para que acudieran a todo tipo de dioses, lo cual es un indicador de la utilidad del ejército romano como mecanismo de integración entre las instituciones culturales romanas y las indígenas.

Bibliografía

Le Roux, P. (2002). Soldats et cultes indigènes dans les provinces occidentales au Haut-Empire. Conimbriga, 41, 105–126.

López Casado, R. (2016). La pervivencia de la religiosidad indígena en los soldados del exercitus hispanicus a través de la epigrafía. Hispania Antiqua, 40, 191–212.

Morillo Cerdán, Á. (2008). Cultos militares y espacios sagrados en el campamento de la “Legio VII Gemina” en León. Gerión, 26(1), 379–405. 

Sagredo, L., & Jiménez, A. (1996). La religión practicada por los militares del Ejército Romano de Hispania durante el Alto Imperio Romano (ss. I-III). Espacio, Tiempo y Forma, Serie II, Historia Antigua, 9, 289–319.

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