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Pensar la Historia: La escuela de los Annales

La historia se hace con documentos. Los documentos son los vestigios de cuanto pensaron e hicieron nuestros antecesores. Son muy pocos los pensamientos y actos humanos que dejan huellas: un mínimo accidente puede borrarlas. Lo cierto es que si una idea o un acto no deja trazas visibles, o si las que deja desaparecen, se pierde para la historia como si jamás hubiese existido. Huérfanos de documentación, largos períodos del pasado de la humanidad serán siempre un enigma. Los documentos son irreemplazables; sin ellos, no hay historia

(Langlois y Seignobos, 2003, p. 59).

Esta afirmación, recogida en el archiconocido manual de Langlois y Seignobos publicado en 1898 y titulado Introducción a los Estudios Históricos alberga el motivo de la distinción entre la prehistoria y la Historia y destaca por haber suscitado duras críticas por parte de Lucien Febvre (1982, p.17), y con él todo el conjunto de los «primeros Annales», iniciando la primera de las muchas diferencias planteadas entre los positivistas y los analistas (Aguirre, 2004, p.62). 

La escuela de los Annales es probablemente la corriente historiográfica que más ha influido en los historiadores posteriores a su fundación. Para poder comprenderla es necesario tener presente dónde surge, a través de quiénes y sobre todo en reacción a qué.

El positivismo supuso un cambio radical en la concepción histórica, dotando a la Historia de mayor cientificismo (Luengo, 2023). Sin embargo, al poco de plantearse, muchas fueron las críticas al movimiento que se concentraron en esta nueva tendencia que aquí analizamos. Pero empecemos por el principio, ¿por qué se llama escuela de los Annales?

La referencia a los «Annales» o Anales es debida a la publicación de la revista Annales d’histoire économique et sociale fundada en 1929 por March Bloch y Lucien Febvre (Aguirre, 2005, pp. 57-59). El uso del término es claramente evidente a partir de su significado. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define el término «annales» como: «Relación de sucesos por años». Con el resto del título de la revista se buscaba poner el foco en artículos de historia económica y social frente a otras revistas que desplazaban a un segundo nivel estas cuestiones. En la obra de Françoise Dosse titulada La Historia en migajas, hace referencia a una estadística llevada a cabo por Jean Luis Oosterhoff que destaca cómo en el periodo entre 1929-1945 la revista Annales dedica a dicha temática el 84% de sus artículos mientras que las revistas coetáneas Revue historique y Revue d’histoire moderne et contemporane tan solo el 29.9% y 26.5% respectivamente (Dosse, 1987, p. 71).

Figura 1. Fotografía de Marc Bloch en 1944. Fuente

Por otro lado, el término «escuela» no fue utilizado por los fundadores sino que fue designado posteriormente posiblemente con el significado, recogido por la RAE, de «Doctrina, principios y sistema de un autor o conjunto de autores». Aun así, tal y como recoge Carlos Antonio Aguirre Rojas en su obra La «escuela» de los Annales. Ayer, Hoy, Mañana en su capítulo introductorio titulado: «Contra el término “Escuela” de los Annales», aunque el apodo ha sido ampliamente aceptado, los principales protagonistas de la corriente han hecho declaraciones constantes y explícitas rechazando el uso de dicha referencia indicando que: 

No se trata, en términos estrictos, de «una» «escuela» -lo que implícitamente supone la esencial unidad de un sólo proyecto intelectual y de un horizonte teórico y metodológico también unificado, que se habría mantenido además sin cambios fundamentales a lo largo de ya cuatro generaciones de historiadores-, sino más bien de un simple calificativo cómodo, que vinculado al hecho de que la revista inicialmente bautizada como los Annales de Historia Económica y Social, se ha publicado casi ininterrumpidamente por prácticamente setenta y seis años (1929-2005), habría terminado por crear esa falsa impresión de continuidad y de profunda unidad de las sucesivas fases y etapas de vida de la corriente (Aguirre, 2005, p.6).

Pero más allá de esa atención a las cuestiones históricas económico-sociales, ¿qué define a esta corriente? Y por ende, ¿qué critica de la corriente predecesora, el positivismo?

Como hemos comentado anteriormente refiriéndonos a las palabras de Aguirre, quizás no deberíamos recopilar todas las características de la corriente como si de una unidad se tratara. La escuela de los annales ha tenido multitud de generaciones y cada una ha tenido diferentes características. Aun así, podríamos definir algunos aspectos inherentes a todas ellas y que surgen desde el principio. Frente a la postura de positivistas como Henri de Saint-Simon, Auguste Comte y Émile Durkheim, quienes defendían el método científico como la única forma válida de obtener conocimiento histórico, los analistas argumentan que este enfoque es demasiado restrictivo. Proponen que la historia requiere un acercamiento más amplio, que abarque no sólo datos empíricos, sino también el análisis de estructuras sociales, económicas y culturales a lo largo del tiempo, incluyendo la interpretación de estas estructuras. Por otro lado la Escuela criticó el énfasis positivista en los hechos concretos y la observación, argumentando que esto dejaba de lado aspectos cruciales de la historia humana que no siempre pueden ser cuantificados o medidos con precisión. De esta manera los analistas dejan de poner en el centro de atención únicamente a los eventos y personajes políticos significativos, lo que para los analistas era la «historiografía tradicional». En la misma línea, la Escuela de los Annales se acerca a otras disciplinas como la geografía, la economía, la sociología o la psicología para poder generar un conjunto de información más amplio y sólido.

Pero como hemos indicado, la escuela no es uniforme y desde su fundación se han sucedido hasta cuatro generaciones: 

Primera Generación: Fundada en 1929 por Lucien Febvre y Marc Bloch, esta generación se enfocó en desafiar la visión positivista de la historia que había dominado a finales del siglo XIX y principios del XX, proponiendo un enfoque más amplio que incluía el análisis de procesos de largo plazo y una mayor interdisciplinariedad​​ (Bourdé, 2004, p.149-158).

Segunda Generación: Encabezada por Fernand Braudel, esta generación se caracterizó por introducir innovaciones y mejoras importantes en la historiografía. Braudel, en particular, es reconocido por su enfoque en la geohistoria, las «duraciones» de la historia y por su influencia en la extensión internacional de la revista Annales​​​​. En su obra The Mediterranean and the Mediterranean World in the Age of Philip II se puede vislumbrar la importancia que le otorga a los patrones geográficos, climáticos, y económicos y cómo estos modelaron la historia mediterránea (Braudel, 1972).

Tercera Generación: Representada por Jacques Le Goff, George Duby y Goubert, esta generación se desarrolló durante la década de los 70, enfocándose en la historia económica, social y demográfica, y abordando temas como los cambios del feudalismo al capitalismo y las insurrecciones populares​​. Es denominada en ocasiones como la Nueva Historia, a raíz del diccionario dirigido por Jacques Le Goff publicado en París en 1978 titulado La Nouvelle Histoire. Sin embargo este término «está lejos de ser aceptado unánimemente en el mundo de los historiadores» (Bourdé, 2004, p.169).

Cuarta Generación: Iniciada en 1989 con la caída del Muro de Berlín y la posterior desintegración de la Unión Soviética, esta generación se caracteriza por un enfoque en la Historia Cultural y una atención más global, extendiendo su interés más allá de Europa a regiones como Asia, Sudamérica y el mundo colonial. Algunos de los nombres prominentes de esta generación incluye a Jacques Revel​​​​ y probablemente uno de los libros más característicos sea el de El Mundo como representación de Roger Chartier (1992).

En conclusión, la Escuela de los Annales ha sido una fuerza transformadora en la historiografía, desafiando el paradigma positivista y ampliando el campo de la historia más allá de los eventos políticos y los documentos escritos. Con su énfasis en estructuras socioeconómicas, mentalidades, y análisis a largo plazo, esta corriente ha enriquecido nuestra comprensión del pasado, destacando la complejidad y la multidimensionalidad de la historia humana.

A través de sus generaciones, la Escuela ha demostrado una adaptabilidad y una profundidad que sigue influyendo en los enfoques historiográficos actuales. Ejemplo de ello son todas las corrientes que, sin rebelarse contra los Annales, sí amplían las miras de la Escuela como la microhistoria, que se enfoca en el estudio detallado de casos o eventos específicos en un contexto más amplio; la historia cultural, que examina las expresiones culturales y sus interacciones con la sociedad; o la historia global, que se enfoca en procesos y conexiones a escala global, desafiando las perspectivas centradas en la una nación concreta o en Europa.

Bibliografía

Aguirre Rojas, C. A. (2004). La historiografía en el siglo XX. Historia e historiadores entre 1848 y ¿2025? Montesinos.

Aguirre Rojas, C. (2005). La escuela de los Annales: ayer, hoy y mañana. Contrahistorias.

Bourdé, G., & Martin, H. (2004). Las escuelas históricas. Akal.

Braudel, F. (1972). The Mediterranean and the Mediterranean World in the Age of Philip II, Volume I. (S. Reynolds, Trans.). Harper & Row.

Chartier, R. (1992). El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural. Gedisa.

Dosse, F. (1987). La historia en migajas. De Annales a la “nueva historia”. Universidad Iberoamericana.

Febvre, L. (1982). Combates por la historia (5º ed.) Ariel.

Langlois, C.-V., & Seignobos, C. (2003). Introducción a los estudios históricos. Universidad de Alicante.

Luengo Gutiérrez, F. J. (2023). Pensar la Historia: positivismo. ArqueoTimes, (6), 48-51.

Wesche Lira, L. R. (2021). La batalla historiográfica de Carlo Ginzburg: leer a contrapelo las actas inquisitoriales de los benandanti. Historia y grafía, (56), 241-278. https://doi.org/10.48102/hyg.vi56.330

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