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Megalitismo: Los crómlech pirenaicos

La mayoría de nosotros al escuchar la palabra crómlech, lo relacionamos con uno de los varios ejemplos dentro del mundo megalítico, automáticamente previsualizando Stonehenge, como el mayor ejemplo del mismo y no estamos equivocados. Pero, sin la necesidad de tener que salir de la península ibérica, disponemos de un amplio elenco de ejemplos megalíticos que nada tienen que envidiar al caso inglés. En esta ocasión, queremos realizar una breve introducción al tema de los crómlech pirenaicos.

Crómlech, ¿qué son?

Figura 1. Conjunto de crómlech de Illarrita. Fuente

Dentro del fenómeno megalítico, el cual principalmente se focaliza en la Europa atlántica y en el Mediterráneo occidental, existen diferentes tipos de estructuras funerarias y no funerarias; dólmenes, túmulos, tholoi, cistas, menhires, crómlech… Su cronología, en términos generales, abracaría desde el Paleolítico hasta prácticamente la Edad del Hierro, pero con grandes diferencias constructivas y territoriales. Por lo general, la gran mayoría de crómlech se datan dentro de la Edad del Bronce (2.500 a.C. – 1.000 a.C.), habiendo una excepción, los crómlech pirenaicos, que se erigieron o siguieron usando durante la Edad del Hierro (Peñalver, 2008: 226).

El término crómlech o circulo de piedras, proviene del francés cromlech siendo éste una derivación del bretón kroum (corona) y lech (piedra) (Muro, 2017: 8). En euskera se denomina de diferentes maneras; jentilbaratza, mairubaratza o baratza, siendo este último el más empleado en la actualidad.

Este tipo de monumento funerario megalítico está formado por piedras de diferentes tipos, en bloque o laja, según la materia prima existente en la zona. La disposición de las mismas tiende a cerrar el espacio interior, donde se depositarían las cenizas y posteriormente se cubriría con tierra, por lo que se colocan siguiendo una línea circular, más o menos próximas entre sí, llegando en ocasiones a formar una especie de murete (Peñalver, 2008: 224). Las dimensiones de estas estructuras, por norma general, son relativamente homogéneas, teniendo un diámetro de entre 3 y 7 metros. Así mismo, se pueden identificar dos tipologías de crómlech; aquellos que presentan un aspecto plano y los que tienen un aspecto tumular, causado por la mayor concentración de piedras y tierra dentro del interior del recinto, que tienden a tener una mayor dimensión que los planos.

Figura 2. Excavación inicial del crómlech de Ondarre. Fuente: Fito et al., 2016.

Distribución espacial

La acuñación del término de crómlech pirenaicos, como es evidente, se debe al espacio geográfico que ocupan. Se trata de un fenómeno megalítico que presenta una fuerte unidad territorial; a lo largo de una banda de en torno a 250 km. de longitud en sentido E-O y con una anchura aproximada de entre 5 y 40 km., se han localizado hasta un total de 558 conjuntos que agrupan 1452 crómlech (aunque en la actualidad pueden ser más), con características muy similares entre sí (Peñalver, 2005: 307).

Un aspecto a tener en cuenta, es que pese a que actuales investigaciones estén localizando crómlech al oeste del río Leizaran (Guipúzcoa – Navarra), su número es muy inferior si se compara con los que podemos encontrar al este del mismo. Su generalización, a partir de este punto, hace pensar que podría tratarse del límite del territorio de los vascones, aunque es una teoría que habría que comprobar.

Por lo general, se ubican en cotas elevadas, que aumentan progresivamente en dirección este, a la par que aumentan la altitud de los cordales montañosos pirenaicos. Su emplazamiento se sitúa en lugares con amplia visibilidad, tales como collados, líneas de cresta o lomas. Por norma general, la mayoría de estos crómlech aparecen aislados, pero como se ha mencionado con anterioridad, excepcionalmente se registran conjuntos de más de 6 agrupaciones, llegando en algunos casos hasta un total de 26 (conjunto de Illarrita, Okabe), siendo este último un caso aislado (Fito et al., 2016: 194).

Figura 3. Distribución general de los crómlech pirenaicos. Fuente: Fito et al., (2016).

Estas estructuras, se sitúan en zona de pasto y rutas trashumantes que perduran incluso hoy día, donde se realizan desplazamientos «estacionales», con el fin de aprovechar los mejores pastos.

Ritual funerario

Para esta cronología (Bronce Final – Primera Edad del Hierro), el ritual funerario es el de incineración. Ésta se llevaría a cabo mediante pira funeraria, erigida con maderas existentes en las inmediaciones, pino y roble principalmente. Gracias a las excavaciones realizadas en algunos de los numerosos crómlech citados, los investigadores concuerdan en que las piras fueron erigidas en algún punto al exterior del monumento, pues de realizarse dentro, los vestigios materiales serían más numerosos.

Figura 4. Proceso de excavación del conjunto de crómlech de Mulisko Gaina (Urnieta, Guipúzcoa). Fuente.

Tras la combustión de la misma, se realizaría una selección de los restos del difunto para posteriormente introducirlos dentro del monumento funerario. En total se han documentado hasta ocho maneras diferentes de depositar los restos, pero en general, en el caso de restos óseos, estos ocuparían el lugar central de la estructura, lo que los diferenciaría de los restos de carbones vegetales hallados sin restos óseos, que se depositan en diferentes zonas de la estructura, raramente en zonas centrales (Peñalver, 2005: 300). Pese a todo, hay que tener en cuenta la acidez del suelo, que podría haber reducido el número de restos que han llegado hasta nuestros días.

Respecto al ajuar, este es muy pobre, compuesto principalmente por industria lítica (cantos rodados, raspadores, buriles, puntas de flecha etc.)  y en menor medida por restos cerámicos (muy fragmentados) y metálicos (en bronce y hierro).

Conclusiones

Para finalizar, si bien es cierto que a lo largo del presente artículo se han ido presentado diferentes datos que ayudan a comprender este fenómeno megalítico, en realidad los crómlech pirenaicos nos plantean más incógnitas que respuestas. Una de las más complicadas de resolver para esta cronología, es la que concierne a la vertiente atlántica de Euskal Herria, donde la ausencia prácticamente total de necrópolis asociadas a poblados fortificados (castros), deja como casi única evidencia funeraria a los crómlech, cosa que no sucede en la vertiente mediterránea. Las investigaciones actuales descartan la posibilidad de que haya crómlech en las inmediaciones de los castros, lo cual deja un vacío en el ámbito funerario que resulta muy difícil de explicar. Si a ello le sumamos la ya citada casi ausencia total de crómlech al oeste del río Leizaran , y su generalización a partir de este punto, puede que estemos ante la división de un horizonte cultural entre diferentes etnias prerromanas.

Del mismo modo, a día de hoy tampoco se conocen los hábitats temporales o fijos que pudieron estar relacionados con estos espacios funerarios en altura, pues el clima y el acceso a los mismos dificulta mucho su estudio. Por último, recalcar que, de los 1.452 crómlech identificados, únicamente se han excavado 62, lo cual deja un margen muy amplio para futuras investigaciones.

Bibliografía

Fito, J. M. E., Zabaleta, I. G., Galarraga, A. L., Muñoz, E. A., Orue, Í., Zaldua, L. M., & Alustiza, J. A. M. (2016). Contribución al estudio de la distribución geográfica de los círculos funerarios de piedra (baratze, crómlech) en los Pirineos occidentales. Zephyrvs, 77, 193-205.

Muro, A. (2017). Dólmenes, crómlech y menhires. Bilbao: SUA.

Peñalver. X. (2005). Los crómlech pirenaicos. Huesca: BOLSKAN.

Peñalver, X. (2008). La Edad del HierroLos Vascones y sus vecinos. El último milenio anterior a nuestra era. Donostia -San Sebastian: Txertoa.

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