Durante la Semana de Pasión, numerosas mujeres lucen la mantilla española la cual cubre su cabeza y hombros como tradición religiosa. Este tipo de velo tiene su origen fuera de la idiosincrasia cristiana. A lo largo del artículo, se dará un repaso por la historia de esta prenda, su importancia como arma política y social y los distintos usos hasta nuestros días.
Evolución histórica
Según Bárbara Rosillo (2012), la mantilla española podría tener su génesis en la cultura íbera. Esculturas asociadas a ésta, portan un tejido que taparía parte de su cuerpo, cuya datación ronda el siglo VI a.C. Otras investigadoras como Slivchikova Yu (2014), defiende que podría originarse en la ropas típicas de las musulmanas del norte de África. Este uso sería importado durante el periodo andalusí, continuando con la expulsión de los nazaríes. Debido a ello, la mantilla española tiene un popular arraigo en el sur peninsular. No obstante, existen singulares tradiciones como la mantellina en Canarias (Pérez, 1993, p. 15).
Durante el siglo XVI, se extiende a todas las clases sociales, alcanzando su auge en el siglo XVII durante el reinado de Carlos III (1711-1788) producto del desarrollo de las manufacturas (transformaciones industriales, económicas y tecnológicas) y evolucionando como delicados encajes para la decoración de la indumentaria femenina. En el siglo XVIII, conquistaría la alta sociedad, consecuencia del afrancesamiento que venía viviendo el país desde la llegada de los Borbones al trono español. Esto es visible en la preponderancia iconográfica de la mantilla en retratos (figura 1), álbumes de vestuario, placas de moda y grabados populares (Corujo, 2017, pp. 29-32).

Papel político-social
La indumentaria se convirtió en un agente activo (aunque a simple vista, indirecto) en el proceso del afrancesamiento del país, experimentando cambios. En el contexto de las intrigas políticas del XVIII y del XIX, se produjeron una serie sucesos como el Motín de Esquilache (1766), en protesta por la prohibición de ir embozado, con capa y sombrero chambergo y por las medidas del ministro de Carlos III (Velasco, 2021, p. 105).
No será hasta el siglo XIX cuando esta prenda adquiere un sentido de unidad nacional en un contexto de inestabilidad política tras la invasión francesa y la consiguiente Guerra de la Independencia (1808-1814) en el que se acentuó la crisis de identidad nacional. A través de él, las españolas vieron una manera de demostrar el rechazo contra los galos (Corujo, 2017, p. 32).
Esta exaltación patriótica fue impulsada por Isabel II. En su reinado, se detecta una crisis de la matilla reflejada en las revistas y prensa. El debate sobre su sustitución por el sombrero puso de manifiesto la problemática de la identidad del país. En 1835, el Correo de las Damas se proclamaba partidario del uso de esta prenda, animando a las mujeres a ponérsela. Impulsó la renovación de las costumbres frente a la influencia francesa, asociada a la modernidad (Pena, 2007, p. 103). El uso de la moda parisina, en palabras de Antonio María de Segovia, era una acción antipatriótica (Velasco, 2021, p. 114). Esta crítica trataba la dualidad ideológica de un país. Por un lado, la España antigua de la mantilla con mentalidad conservadora. Por el otro, la España joven, moderna y libre que asimila las nuevas influencias europeas (Corujo, 2017, p. 36).
Tras la abdicación isabelina en 1870, su presencia se redujo, aunque mantiene un fuerte arraigo en el centro-sur peninsular (siendo otro de los motivos por el que continúa en estas zonas en nuestro día). Durante el reinado de Amadeo de Saboya (1870-1873) (figura 2), se convirtió en un emblema de lo nacional, en contra del poder extranjero. Un hito fue La conspiración de las mantillas (1871), encabezada por Sofía Sergeïevna Troubetzkoy, esposa del duque de Sesto y destacada partidaria de los Borbones. En dicha rebelión, las señoras madrileñas se ataviaron con esta prenda y la peineta de teja; y desfilaron por el Paseo del Prado de Madrid con el propósito de mostrar su oposición al «rey intruso» y la reina Maria Victoria, espectadora del acto (Slivchikova, 2014 207; Corujo, 2017, p. 38; Pena, 2017, p. 103). La respuesta del gobierno de Manuel Ruiz Zorrilla, ministro de Fomento, y Sagasta, ministro de Gobernación, fue utilizar al grupo la Partida de la Porra. Éste vistieron a prostitutas de mantilla y peineta y las hicieron mezclarse con la aristocracia del Paseo provocando que dejasen de utilizar estas prendas y poner fin a la Conspiración (Velasco, 2021, p. 121).

Como curiosidad, escritores se inspiraron en la mantilla para su obras como Benito Pérez Galdós (1843-1920) en su novela La desheredada (1881) y Emilia Pardo Bazán (1851- 1921) con Insolación (1899). Además de ser un elemento para manifestar su posición política, puede ser un arma para el libre desenvolvimiento de las damas de ciertos lugares, como reflejan estos autores (Corujo, 2017, pp. 38, 40).
Situación actual
Desde el siglo XX, la mantilla ha ido perdiendo popularidad quedando limitada a determinados eventos con un fuerte matiz tradicional, como la Semana Santa, salidas procesionales de Gloria, bodas, fiestas, ferias, corridas de toros y como accesorio en ceremonias y decoración (figura 3). En función del festejo, la mantilla sigue determinadas normas de etiqueta. No obstante, algunas mujeres mayores continúan usándolo en misa por costumbre aunque rara vez es visible (Pérez, 1993:, p. 18).

Las mantillas presentan diferentes tipos en función de varios aspectos como la técnica de bordado, la forma que tiene, el tamaño, los materiales, el lugar de elaboración y el dibujo decorativo. Siempre en color crudo o negro. Según el bordado diferenciamos dos tipos: las mantillas de blonda (con bordes muy marcados) y las mantillas de chantilly (el tul y el bordado se hacen a la vez). Este último posee el apelativo de la localidad francesa donde se desarrolló y se popularizó. Otras destacadas son las de seda, bolillos, madroños, tules y gasas. Además de Francia, muchas manufacturas venían de Cataluña y Almagro (Ciudad Real) (Pérez, 1993 pp. 15-18; Slivchikova, 2014, p. 208).
Conclusiones
En definitiva, la mantilla española es una prenda con una larga tradición e historia. Empleada por muchas mujeres, iba más allá de una simple pieza ornamental de la indumentaria, a través de ella, se podía manifestar la posición política de sus portadoras. Además, se convirtió en un símbolo de identidad cultural y nacional produciendo un fuerte vínculo de su uso a lo español y patriótico, llegando a alcanzar tintes morales por su vinculación religiosa. Su uso protocolario ha mermado con el tiempo, pero sin producir grandes cambios definitorios.
Bibliografía
Corujo Martín, I. (2017): La mantilla entre tradición y modernidad: moda, género y cultura material en la España de los siglos XVIII y XIX. Letras Femeninas, 43(1), 28–45. https://www.jstor.org/stable/10.14321/letrfeme.43.1.0028
Pérez Navarro, D. (1993): La mantilla. Revista Aguayro. Nº 201, 15-18. La Caja de Canarias. https://mdc.ulpgc.es/files/original/962c00b33fd3b2589f6ddaf04051b35842b9486c.pdf
Pena González, J. P. (2007). La indumentaria en la Edad Media: Elementos y significados. Nº. 0, 95-106 https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2672201
Rosillo, B. (2012): La mantilla española. Web Barbara Rosillo. https://barbararosillo.com/2012/03/15/la-mantilla-espanola/
Slivchikova, Y. (2014s.f.). Mantilla como elemento del traje nacional español [PDF]. Universidad MGIMO. https://mgimo.ru/upload/docs2/Slivchikova.pdf
Velasco Molpeceres, A. M. (2021). El afrancesamiento, la moda española y el nacionalismo: Política, industria y prensa. Estudios De Historia De España, 22(2), 104–123. https://erevistas.uca.edu.ar/index.php/EHE/article/view/3283