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El Expolio Napoleónico en España (Parte II)

Tal y como vimos en el artículo anterior, la salida de cuadros del país era algo habitual, pero durante la guerra todo lo que se llevaba haciendo con más o menos disimulo en tiempos de paz, se intensificó. Al principio de la contienda, las zonas más saqueadas fueron las regiones del norte de España, siendo despojadas sobre todo de las platerías y joyas eclesiásticas. En el periodo entre 1808 al 1814 se fue testigo del mayor saqueo de bienes, y lo que es más grave aún: de su destrucción. Así las tropas incluso se dedicaban a abrir sepulcros para recoger posibles joyas que pudieran encontrar, como pasó en la Basílica de San Isidoro de León. El patrimonio inmueble también sufrió graves daños debido a los cañonazos, o directamente fue reducido a cenizas, o utilizado como polvorines o establos (Querol, 2010, pp. 16-17).

Por resaltar algún ejemplo, las joyas del relicario del Pilar de Zaragoza desaparecieron, Córdoba fue saqueada por las tropas del general Dupont, El Escorial fue desvalijado, y el rey Bonaparte, confiscó colecciones públicas o privadas de arte, joyas, plata, etc, dejando a la monarquía sin sus joyas más significativas. El marchante de arte francés Jean-Baptiste Lebrun tenía encomendada la tarea de encontrar tesoros para mandar a París para formar parte del Museo Napoleón (futuro Museo del Louvre). Muchos de los cuadros evadidos por Lebrun fueron a engrosar posteriormente las galerías del Museo Hermitage de San Petersburgo. 

Frédéric Quilliet, considerado uno de los mayores expertos en pintura  española, fue nombrado por José Bonaparte administrador de los Bienes Nacionales, Comisario de Bellas Artes, y Agregado Artístico de los Ejércitos de Andalucía: fue el encargado de planificar la fiscalización del Patrimonio Artístico Español durante la invasión. Quilliet recorrió toda España con la misión de incautar piezas para la futura creación en Madrid del Museo Josefino, un museo con sede en el Palacio de Buenavista creado a imagen y semejanza del Museo Napoleón de París.

Este museo se iba a nutrir en parte gracias al Real Decreto del 18 de julio de 1809 por el que se suprimieron las órdenes religiosas y las sucesivas medidas desamortizadoras por la que los bienes pasarían a manos del Estado. A estas obras incautadas, se le sumarían otras procedentes de la Colección Real y particulares, como Godoy. Quilliet acompañó a José Bonaparte por Andalucía aconsejando en la selección de piezas. Llegó a reunir en el Alcázar sevillano 999 cuadros (Gómez-Imaz, 1897). A Quilliet le acompañaban el ya mencionado pintor británico G. A. Wallis (agente en España del anticuario William Buchanan) y el pintor Manuel Napoli, (de origen napolitano afincado en España) que fue el elegido para acometer la restauración de las pinturas requisadas.  Fue en este periodo en el que se produjo la venta fraudulenta de una de las obras de Velázquez que jamás retornaría a España: La Venus del Espejo (Fig.1, actualmente en la National Gallery de Londres).

Figura. 1. La Venus del Espejo. Velázquez. Fuente

En 1810, Quilliet fue relegado de su cargo debido a su dudosa honestidad. Aún así, es célebre como autor de obras para la difusión de la pintura española en el extranjero, como por ejemplo, Dictionnaire des peintres espagnols (1816). En la Batalla de Vitoria (1813), que puso fin a la guerra, perdió todo su equipaje. Volvió a Francia y luego viajó a Italia para seguir con el oficio de marchante. 

Quilliet fue sustituido por una comisión formada por el propio Napoli (que siguió en su cargo de restaurador), y los pintores Francisco de Goya y Mariano Salvador Maella. Éstos fueron los encargados de seleccionar obras para el museo, el Salón de Cortes, el Senado y para el regalo de 50 cuadros al emperador, este último cometido de carácter prioritario. Las obras se fueron depositando desde 1810 en Madrid en los ex conventos del Rosario, la Trinidad, San Felipe el Real y San Francisco El Grande. Esta comisión no dio los resultados esperados, en lo que se ha interpretado como un intento de sabotaje. La creación del Museo Josefino se vio truncada, no así el envío de las 50 obras al emperador, que llegaron a París en julio de 1813, sumándose a otras 250 llevadas allí por el director del museo, Dominique Vivant, barón Denon. Vivant Denon estuvo en España un mes después de que Napoleón se dirigiera allí en 1808 para socorrer a su hermano José I. Fue entonces cuando Denon seleccionó 250 obras en concepto de compensación por la guerra.

Pero no todo fueron incautaciones en nombre del Estado francés: una lista de oficiales y generales franceses enriquecieron sus colecciones personales. Aunque en ocasiones las pinturas eran regaladas por el rey José, la mayoría de veces fueron los propios generales los que se procuraron sus propias piezas. Para evitar la salida descontrolada de obras de arte, se promulgó un nuevo decreto del 1 de agosto de 1810, prohibiendo la exportación de pinturas (renovando el de 1779), aunque con escaso éxito. Sin duda uno de los generales más ávidos fue el mariscal Soult. Le llamaban el moderno Verres (Cano Rivero, 2015), porque ambos abusaban de su poder a la hora de hacer regalos. Como General Jefe del Ejército en Andalucía, su actividad se centró en Córdoba y Sevilla. Llegó a poseer varios cuadros de Alonso Cano, Zurbarán o Murillo. Entre ellos, quizás el más célebre sea La Inmaculada Concepción, obra de Murillo para el Hospital de los Venerables de Sevilla, conocida como La Inmaculada de Soult (Fig.2)

Figura. 2. Inmaculada del Hospital de los Venerables o Inmaculada de Soult. B. E. Murillo. Fuente

Cuando terminó la guerra salió del país con un equipaje de carros cargados de cuadros. Una vez enviados a Francia, contrataron al célebre restaurador Jean Louis Hacquin para reentelarlos y restaurarlos. De todas las obras que sustrajo de España solo fueron restituidas las cinco que donó en vida al Museo del Louvre, gracias a la diplomacia. 

El general Horace Sebastiani sacó muchas piezas de Murcia y posteriormente Granada. Al igual que Soult y otros generales franceses, fue obsequiado por José I con cuadros procedentes de El Escorial. Sebastiani se centraba más en los maestros italianos, como así atestiguan los más de doscientos cuadros con los que se hizo. A él se debe que el cuadro Santo Tomás de Villanueva niño repartiendo limosnas de Murillo, perteneciente a la iglesia de San Agustín de Sevilla, terminara en el Museo de Cincinnati. Otros generales beneficiados de regalos para sus colecciones fueron Joachim Murat, el general Caulaincourt, Jean Baptiste Eblé, Jean Joseph Desolles o el general Dupont. 

También fueron objeto de especulación y expolio el patrimonio bibliográfico y el arqueológico. Los libros y manuscritos de monasterios y bibliotecas reales como la de El Escorial, estuvieron siempre merodeadas por Quilliet. En cuanto al patrimonio arqueológico, éste sufrió un intenso expolio de piezas. Los yacimientos, poco o nada protegidos, fueron víctimas del expolio de la población local, y de las tropas. Así por ejemplo, las ruinas de Sagunto, las de la ciudad romana de Itálica y la necrópolis de Baza sufrieron expolio durante los años de guerra.

Las piezas que iban a formar parte del malogrado Museo Josefino y muchas otras de las Colecciones Reales, terminaron conformando el llamado Equipaje del Rey José (Fig. 3), tal y como lo nombró Pérez Galdos en sus Episodios Nacionales. El Rey Intruso se retiró a Francia acompañado de casi dos mil carros cargados de tesoros de todo tipo (esculturas, porcelanas, orfebrería) y pinturas enrolladas para su mejor manejo, muchas veces cortadas de manera tosca de sus bastidores y marcos. En Vitoria fueron alcanzados por tropas lideradas por el duque de Wellington. José Bonaparte logró volver a Francia dejando atrás su botín. Los lienzos encontrados fueron custodiados por Wellington, salvo un cargamento que logró llegar a París sin ser alcanzado por los británicos. Estos cuadros lograron ser recuperados en maniobras diplomáticas posteriores. 

Figura 3. Ilustración de Flight of King Joseph Bonaparte from Vittoria, en Cassell’s Illustrated History of England, Vol. 5.(1865) Fuente

Las pinturas que interceptó Wellington fueron llevadas a su residencia de Londres, a Apsley House. Tras comprobar que la mayoría de obras pertenecían a las Colecciones Reales, el duque tuvo la intención de devolverlas al recién repuesto Fernando VII, por lo que inició conversaciones a través de su hermano Henry, embajador británico en Madrid. Al no obtener respuesta, lo volvió a intentar con el conde de Fernán Nuñez, embajador español en Londres. La respuesta de Fernando VII, fue inesperada y sorprendente: se las regaló. Desde entonces la colección de 165 pinturas españolas del duque de Wellington es conocida como The Spanish Gift.

A partir de 1915 empezaron las maniobras diplomáticas de los antiguos países ocupados para intentar la devolución de las piezas expoliadas y aunque algunas sí se recuperaron, lo cierto es que la mayoría cuelga ahora en salas de museos de medio mundo.

Conclusiones

Las guerras napoleónicas supusieron una de las grandes diásporas de patrimonio a gran escala de Europa y el norte de África. Para España, el gobierno francés y el paso de las tropas durante la guerra generó daños irreparables en el patrimonio y la evasión de una considerable cantidad de bienes, sobre todo pinturas españolas. Aunque muchos lienzos fueron recuperados inmediatamente después de la ocupación, lo cierto es que debido a la vaguedad de los datos y las ventas fraudulentas, muchas de las piezas que coleccionaron los generales franceses acabaron en el mercado extranjero poco después, adornando actualmente salas de museos de todo el mundo. Paradójicamente, esto supuso un mayor reconocimiento y puesta en valor del arte español, prácticamente desconocido para el mercado europeo.

Bibliografía

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Cano Rivero, I. (2015). Pintura sevillana y la invasión francesa: la colección del mariscal Soult [Tesis doctoral, Universidad de Sevilla]. Depósito de Investigación Universidad de Sevilla. http://hdl.handle.net/11441/36224

Fernández Pardo, F. (2007). El museo desaparecido. Dispersión y destrucción del patrimonio artístico español, Tomo V (1808-1814), La Guerra de Independencia. Fundación Universitaria Española.

García Sánchez, J. (2007). Manuel Napoli. Un restaurador italiano al servicio de José I Bonaparte. Reales Sitios. Revista del Patrimonio Nacional, 172, 28-49. 

Gaya Nuño, J. A. (1958). La pintura española fuera de España. Espasa-Calpe.

Gómez-Imaz, M. (1897). Inventario de cuadros sustraídos por el gobierno intruso en Sevilla. Renacimiento.

Laspra, R. C. (2012). «Guerra de la Independencia y expolio artístico: la difusión del Arte Español en Gran Bretaña». En A.Ibarra Aguirregabiria (Coord.), No Es País Para Jóvenes (pp. 1-22). Universidad Del País Vasco.Mora Rodríguez, G. y Tortosa Rocamora, T. (1996). La actuación de la Real Academia de la Historia sobre el patrimonio arqueológico: Ruinas y antigüedades,  Archivo Español de Arqueología, (69), 191-217.https://doi.org/10.3989/aespa.1996.v69.239 

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Puyol Montero, J. M. (2020). El Museo de pinturas de José Bonaparte en Madrid y el Museo del Prado (1809-1813). Anuario de Historia del Derecho Español, 90,  655-702.  https://doi.org/10.53054/ahde.vi90.6518 Querol, M. A. (2010). Manual de Gestión del Patrimonio Cultural. Akal.

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