Según la arqueologia chilena, el origen estimativo de la cultura diaguita se remonta alrededor de los periodos comprendidos entre el 1000 y 1536 d.C, cuando se establecieron las primeras sociedades agroalfareras en la región de Coquimbo. Estas eran comunidades sedentarias que se instalan en las actuales provincias de Elqui, Limarí y Choapa. Algunos investigadores como el destacado doctor en historia Joel Avilez, atribuyen esta cultura a los diaguitas argentinos calchaquíes, otros a los huarpes. En consecuencia, un aspecto deductivo hipotético que hace de esta síntesis una discusión entre arqueólogos e historiadores.
Descubrimiento
La cultura diaguita chilena fue descubierta en 1928 por el arqueólogo y etnólogo Ricardo Latcham. En consecuencia, una serie de investigadores fueron dando lugar a diversos descubrimientos en diferentes sectores de Coquimbo. Uno de ellos, Francisco Cornely distinguió tres fases en la producción alfarera de los diaguitas: arcaica, de transición, y clásica de influencia inca. Posteriormente, el investigador Gonzalo Ampuero retomó las propuestas de Cornely, y presentó una distinción por fases, en las que sostiene la influencia inca e hispana (Cornely, 1966).
Desarrollo tecnológico
Los elementos tecnológicos de la cultura diaguita se reflejan a través de diversos elementos rudimentarios elaborados artísticamente. En las tumbas descubiertas en el sector del Olivar en la Serena se atestigua el conocimiento de fundición de metales nobles. Prueba de este arte se refleja en elementos de uso personal rescatado.
Cosmovisión y organización social
Los elementos culturales de este pueblo originario se caracterizan por su notable alfarería. La simetría representa en sí una cosmovisión de la vida. El poder del consejo de ancianos también cumplía un rol específico en las decisiones del pueblo diaguita, dado que ellos tenían la potestad de aceptar o rechazar, además la toma de decisiones en tiempos de guerra. El chamán era el puente entre los mundos invisibles y su pueblo, dado que al ingerir psicotrópicos y plantas alucinógenas podían viajar a las dimensiones superiores y comunicarse con entes intangibles.
Los diaguitas practicaban la poligamia, en especial los caciques. Las labores cotidianas eran compartidas indistintamente tanto por ambos géneros, existiendo hombres alfareros y mujeres cazadoras. Respecto a los lugares de adoración, los diaguitas rendían culto a la Luna, dado que sus fases crecientes representaban el cultivo de las cosechas. En sus enseres cotidianos se utilizaba el simbolismo animal: las llamas, alpacas y guanacos para la protección y los viajes, sapos para la lluvia, y el puma para la fuerza y el poder. A partir de la conquista inca en Chile, las prácticas de adoración a la Luna fueron cambiadas por la adoración a Inti, el dios Sol (Cantarutti y Mera, 2002-2005).
El poder de los árboles algarrobo y chañar, iconos de las bandera de la nación diaguita chilena es un fiel testimonio de protección vinculado al nacimiento, alimento y refugio. La chicha de algarrobo representaba las fiestas en el pueblo diaguita, como vínculos entre clanes y organizaciones sociales de cada valle. La caza y recolección era algo cotidiano en sus conchales, lugar donde almacenaban sus desechos alimentarios (Cantarutti y Mera, 2013).
Las prácticas funerarias representan el inicio y el fin del trayecto diaguita en el mundo material, preparando los cuerpos para la próxima vida junto a sus enseres más preciados. Los oficios en la muerte y sus tumbas eran el reflejo de sus prácticas cotidianas y estatus social, Sus restos óseos reflejaban sus roles a través de objetos: los pescadores se enterraban sus utensilios del mar, los alfareras con piedras sobradores y tierras con pigmentos, el cazados con sus armas, el chaman con conchas alucinógenas y el músico con instrumentos, entre otros. El sitio arqueológico El Olivar de La Serena hay cuerpos de todas las edades que muestra la cosmovisión diaguita en distintos periodos cronológicos (Cantarutti y Mera, 2013).
Periodo de conquista inca (1460 – 1536)
La conquista del pueblo diaguita se canalizó el año 1460 tras la conquista de Tequirqui por el emperador Topa Inca Yupanqui. Los pueblos diaguitas lucharon ferozmente, pero finalmente se integraron en el Imperio inca. En vista de la conquista, la alfareria presenta nuevos patrones geométricos, modificando la iconografía tradicional del periodo intermedio (negro y rojo sobre fondo blanco) modificando piezas de alfareria. También se observa un notorio cambio en la lengua materna kakan por la lengua de los conquistadores, el quechua. Las rutas del Imperio inca se reflejaban en el camino del inca Qhapaq Ñan, el cual se representaba en la costa y en los valles (Rodas Romero, 2022). El camino del inca facilitaba la interconexión, la creación de tambos como lugares de descanso, provenían de alimento y refugio a los chasqui, quienes eran los encargados de informar a cada valle los acontecimientos político-administrativos del imperio.
Periodo de conquista española (1536 – 1549)
Tras la conquista de Cuzco por Francisco Pizarro la fragmentación del imperio incaico repercutió en los valles sometidos. Desde este periodo, la cultura diaguita es violentamente influenciada, diezmada y en parte reducida, pero nunca fue exterminada. Este periodo etnohistórico finalizó por el descubridor y conquistador de Chile, Diego de Almagro en 1534, y más adelante en 1536 por el conquistador, Pedro de Valdivia.
La lengua del Kakan
En el siglo XVII, se les identificó ocupando un sector del valle del Elqui conocido ya en 1605 como «el valle de los diaguitas». En este lugar, se constituyó en 1612 el pueblo de indios diaguitas, radicando allí a la población originaria que integraba la encomienda colonial. Los diaguitas chilenos habitaron las regiones de Coquimbo y Copiapó, conocidas como «Norte chico». Se distribuyeron en los valles de Copiapó, Huasco, Elqui, Limarí y Choapa, en sus sectores precordilleranos y en áreas de interfluvio (Ampuero, 1978, p. 6).
Ricardo Latcham (1928, 52) fue uno de los primeros investigadores en señalar que el pueblo diaguita habitó esta zona, e identificó el kakán como su lengua común, a partir de las referencias de las crónicas españolas durante la conquista. Estas definiciones fueron retomadas por Francisco Cornely, quien situó geográficamente los asentamientos de este pueblo y señaló rasgos históricos de su tradición y producción alfarera. Además definió las fases de las cerámicas de acuerdo con sus diseños.
Con respecto a su lengua, se ha considerado «muerta», ya que el Coquimbo se caracteriza por un sin fin de palabras provenientes del quechua. Entre las comunidades actuales aún es una cuestión controvertida, ya que muchas utilizan el quechua.
Crónicas asociadas
Tales fuentes Crónica de los reinos de Chile de Gerónimo de Vivar, escritos originalmente en 1588 y publicados en 1966 por el Fondo T. D Medina retratan lo siguiente:
«Este valle de Coquimbo es vistoso y ancho, más de los que ninguno he dicho. Corre un río por él. Había mucha gente y era muy poblado, y cuando los incas vinieron a conquistarles, sobre el abrir de una acequia que los incas los mandaron sacar y no querían, mataron más de 5000 indios, donde fueron parte para despoblar este valle» (Vivar, 1966, p. 32)
De acuerdo al cronista Pedro Mariño de Lovera, en el valle de Coquimbo, hoy día identificado como valle de Elqui, hacia el año 1544 existía un gobernador llamado Anien y un cacique cuyo nombre era Maracondi, cita que representa el grado de jerarquía compleja de la sociedad indígena Elquina más tarde, en el año 1558, con ocasión de visitas y tasas de repartimientos de la población indígena de la ciudad de la Serena, aparecen los nombres del cacique Lungui, Queopo, Cobipoco, Asanlo y Calco, en el pueblo de diaguitas, Andocalla, Cheoqueandi, Guanchal y Ganduli (Vivar, 1966, pp. 10-12).
Diaguitas en el siglo XXI
La ley 19.253 promulgada por el gobierno de Chile en 2006 se reconoció oficialmente la existencia y los atributos de los diaguitas. Reclaman igualdad de derechos y oportunidades, la protección del sitio ancestral territorial de las compañías y devoluciones de tierras.
La orgánica ancestral Tekirke reúne a las 9 asociaciones y 25 comunidades diaguitas en la provincia de Elqui. Fuera de ello y según el censo de 2017, hay 26.470 individuos diaguitas de diferente condición sexual, identidad de género y rangos etarios. Actualmente el estado de Chile no cuenta con una constitución que de protección y garantías estatales a los indígenas.
Conclusiones
Hace mucho tiempo los investigadores hablaron de una cultura muerta y extinta, pero las encuestas y el registro social de hogares RSH registran que hay más de 10.000 diaguitas en la región de Coquimbo. La presencia diaguita representa fielmente la puesta en valor inmaterial de los herederos de este pasado, manifestando una cultura viva.
Bibliografía
Cantarutti Gabriel, & Mera, R. (2002-2005). Variabilidad estilística alfarera y reflexiones sobre la dominación incaica en el Valle del Limarí a la luz del sitio Estadio Fiscal de Ovalle. Xama 15-18, 199-215,
Cerda, P. (2004). La cerámica prehispánica de la región de Coquimbo. Gobierno Regional de Coquimbo.
Cornely, F. (1966). Cultura diaguita chilena y Cultura de El Molle. Editorial del Pacífico.
Gonzalez Carvajal, P. (1995). Diseños cerámicos Diaguita-Inca: estructura, simbolismo, color y relaciones culturales. Memoria para optar al título de Arqueóloga. Universidad de Chile.
Latcham, R. (1928). La Alfarería Indígena Chilena. Universo.
Rodas Romero, M. D. (2022). El Qhapaq Ñan, superviviente del paso del tiempo, ArqueoTimes, 2, 20-23.Vivar, G. (1966). Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reynos de Chile (1558). Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina.
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