Desde tiempos inmemoriales, distintas culturas han intentado preservar el recuerdo de los difuntos para la posteridad, inmortalizándolos a través de representaciones artísticas funerarias de diversa índole como manifestación sociocultural y religiosa de la vida cotidiana. En ellas se plasmaban inscripciones dedicadas a los fallecidos, que en la Grecia arcaica nacieron como epigramas y, progresivamente, se convirtieron en un género literario per se. Por ende, el epigrama funerario era la culminación del ceremonial de la muerte y estaba estrechamente vinculado con el monumento artístico, cuyo fin último era la preservación de la memoria de los difuntos.

Partiendo metodológicamente del enfoque de Mircea Eliade (1964, pp. 23-25) para el abordaje de la historia de las religiones, pueden analizarse múltiples aspectos de la religiosidad: ritos, mitos, formas divinas, objetos sagrados y venerados, símbolos, cosmogonías, teologúmenos, hombres consagrados, animales, plantas o lugares sagrados. Así pues, dichos monumentos representaban esa sacralidad, ya sea por el lugar en donde se construían, los ornamentos que los acompañaban, o las creencias religiosas y rituales en tanto expresión del entramado sociocultural.
Es necesario considerar un término recurrente: el sema (σήμα), que significa «señal de sepultura», «sepulcro». Vermeule (1981, p. 45) lo define como señal externa del muerto invisible en la tumba, como también la persona sustituta, mantenida viva en la memoria al escribirse encima de dicha señal.
Otro término es mnema (μνῆμα): «recuerdo», «memoria», «monumento», «signo» (que funge como espacio de memoria), «sepulcro» o «tumba». En el catálogo de colecciones de Getty Villa, Grossman (2001, p. 4) esgrime que es un memorial «atemporal y conmovedor». En la Grecia arcaica puede ejemplificarse con la minuciosa construcción del túmulo de Patroclo en el canto XXIII de la Ilíada. En la Grecia clásica podemos tomar de ejemplos la necrópolis del Cerámico de Atenas o el Mausoleo de Halicarnaso; en el helenismo, el Altar de Pérgamo, mientras que en Roma los mausoleos imperiales.
Otros términos que aluden al espacio físico en donde reposan los restos mortales de un individuo son: ἐπιτύμβια (epitúmbia; concerniente al sepulcro, funeral, fúnebre), τύμβος (túmbos; tumba, túmulo) y el verbo τυμβεύω (tumbéuō; enterrar, derramar sobre una tumba -libaciones-; estar sepultado).
Al referirse a los adoradores antiguos, Colosimo (2017, p. 11) señala que se analizan múltiples fuentes, entre ellas, las literarias, con evidencias arqueológicas y epigráficas desde el período artístico geométrico hasta el helenístico. En este mismo contexto podemos situar la evolución de las inscripciones sepulcrales hasta convertirse en el género literario epigramático, del cual hablaremos más adelante y que se extendió al mundo romano.
Con respecto a la tipología de los monumentos funerarios grecorromanos, existían estilos variados: estelas, basas, bloques, pilares o templetes. Las más frecuentes, las estelas (del griego στήλη), son monumentos con inscripciones en forma de lápida, pedestal o cipo, erigidas sobre el suelo, con una función conmemorativa, funeraria, religiosa, mágico-curativa y/o geográfica, relacionado con el enfoque de Mircea Eliade ya mencionado. Generalmente, estas representaciones son monolíticas y están compuestas de diversos materiales pétreos. El tamaño es variable, aunque a veces puede ser monumental.
Sobre las estelas funerarias se inscribían textos, signos, símbolos y figuras que describían la causa de su ubicación, muchas veces aportando información acerca de sus creencias religiosas y de la vida cotidiana, datos que son de notable interés y proporcionan fuentes primarias para arqueólogos, historiadores y especialistas en epigrafía.
Durante la Grecia clásica se trataba de una losa trabajada con mucho esmero, acompañada de elementos decorativos alusivos, como por ejemplo palmetas. También, la losa aparecía rodeada de molduras arquitectónicas o enmarcada entre columnas que sostienen un arquitrabe, brindando así una apariencia de santuario o ἡρῷον. Estos eran espacios de adoración a héroes caídos en el mundo grecorromano, tales como los restos conservados del Heroon de Agrigento, Sicilia.
Con respecto a los tipos generales de monumentos funerarios, Grossman (2001, pp. 5-6) clasifica las siguientes: 1) estelas: a) simple; b) con panel en relieve; c) con frontón; d) náiskoi (de ναΐσκος «pequeño templo o templete», diminutivo de naós «templo»); e) naískoi con parte superior plana; y f) estelas de acanto; 2) lécito (λήκυθος); 3) lutróforo (λουτροφόρος); 4) animales funerarios; 5) palmeta (anthemia); y 6) sirenas.


Como puede observarse, las estelas prevalecían en cuanto a cantidad y diversidad, posiblemente debido a dos variables: la cronología y el costo, motivo por el que se estima que las más antiguas tienden a una forma más sencilla. Los lécitos eran recipientes para almacenar aceites con un fin votivo y aparecen en el catálogo de Getty Villa de Grossman porque fungían como sucedáneo de las estelas. Los lutróforos eran vasos de cerámica con doble asa para «llevar agua del baño», utilizados en distintos rituales mortuorios. En el Cerámico de Atenas se han encontrado muchos de ellos, pues al igual que los lécitos se usaban como vasos funerarios.
También, se menciona la presencia de ornamentos con forma de animales funerarios, palmetas (decoraciones con forma de hojas de palmeras) y sirenas, que acompañan a otros monumentos funerarios, como las estelas.
Para finalizar, cabe hacer una breve mención a la estructura de las inscripciones sepulcrales grabadas en los monumentos arqueológicos funerarios del mundo grecorromano. Las mismas fueron evolucionando progresivamente desde la Grecia arcaica en adelante hacia un género literario propio: el epigramático. Si bien existe un significativo acervo documental, como los epigramas de la Antología Palatina, en general prevalecen elementos comunes en cuanto a su estructura. Del Barrio Vega (1992, pp. 20-29) indica los siguientes:
- el sepulcro, en tanto instrumento de pervivencia de la memoria del fallecido, mediante la inscripción de su nombre;
- la llamada al caminante, peregrino o extranjero (ὁδοιπόρε; ξεῖνε/ξένε) que transita por el lugar;
- elogio del difunto y de sus virtudes terrenales;
- lamentos y lágrimas (στοναχή, δάκρυα) por parte de sus deudos;
- información biográfica del fallecido, tales como edad, estado, descendencia, profesión, condición socioeconómica, entre otros datos;
- consolatio o motivo de consolación a sus deudos, familiares y amigos, que a menudo aparece escrito en primera persona (en boca del muerto);
- causa de defunción.
Conclusiones
Los restos arqueológicos de monumentos funerarios representan espacios de memoria, un mnema, en un férreo anhelo de inmortalización del recuerdo de los difuntos. El arte funerario en el mundo grecorromano, en tanto manifestación cultural y religiosa de la vida cotidiana, sintetiza aspectos clave de la religiosidad imperante en un contexto histórico determinado. Asimismo, el epigrama funerario como corolario del ceremonial de la muerte, evoca la aflicción de los mortales tras la pérdida de un ser querido, llevándolo hacia la perennidad de los tiempos.
El análisis tanto de los monumentos arqueológicos como de las inscripciones denotan el imaginario religioso colectivo, exponiendo cuán importante son las creencias de las personas y su reflejo en la mentalidad de una época, que puede ser materia de estudio de arqueólogos, historiadores o epigrafistas.
Por último, el tema de la muerte es transversal a todos los contextos históricos y geográficos y se manifiesta como un aspecto crucial de la cotidianeidad, así como la necesidad de invocación a entidades religiosas de diversa índole y el anhelo de trascendencia hacia el «más allá», pues morir es un fenómeno inherente a la condición humana.
Bibliografía
Colosimo, N. M. (2017). Reconstructing the Dedicatory Experience: Flexibility and Limitation in the Ancient Greek Dedicatory Process. Bryn Mawr College.
Del Barrio Vega, M. L. (Trad.) (1992). Epigramas funerarios griegos. Gredos.
Eliade, M. (1964). Tratado de Historia de las Religiones. Ediciones Cristiandad.
Grossman, J. B. (2002). Greek funerary sculpture: catalog of the collections at the Getty Villa. Getty Publications.
Vermeule, E. (1981). Aspects of death in early Greek art and poetry (N° 46). University of California Press.