El parto humano es un proceso que conocemos a la perfección cuando se trata de nuestra propia especie. Conocemos las diferentes fases del desarrollo y por supuesto somos conscientes de su dificultad. Una dificultad que radica precisamente en esas características que nos hacen diferentes, principalmente la bipedestación y la capacidad craneal. Nuestra historia evolutiva comenzó hace unos 7 millones de años, y consta de numerosos cambios que tuvieron como consecuencia la adaptación de las diferentes especies al entorno en el que vivían. Uno de los cambios más significativos fue la adquisición de la bipedestación. Un proceso que duró miles de años y que supuso numerosas variaciones anatómicas:
o La posición central del foramen magnum, respecto a la posición posterior en primates no bípedos.
o La adquisición de la forma de «S» en la columna vertebral, lo que permite repartir mejor el peso en el caso de la locomoción bípeda.
o La inclinación del fémur hacia la parte interna de las piernas.
o La alineación del dedo pulgar del pie respecto al resto de los dedos, lo que permite tener una mayor superficie de contacto al andar.
o Las variaciones en la pelvis, que hacen que sea una pelvis más ancha y corta que la de primates no bípedos.
Gracias a los descubrimientos realizados hasta la fecha, sabemos que estas adaptaciones anatómicas tuvieron consecuencias muy importantes para el parto humano. Las pelvis de especies pretéritas que se han conservado en el registro fósil nos permiten ahondar en algunos aspectos del parto de aquellos homininos. No se trata solamente del tamaño y de las características de la pelvis, ya que el tamaño del cráneo del feto también influye en el proceso del parto. Por desgracia, es muy complicado recuperar este tipo de restos, y más aún cuanto más atrás vamos en el tiempo. Por ello, muchas veces es necesario realizar complicados cálculos matemáticos para saber qué tamaño podrían tener los fetos y neonatos de los australopitecos y los primeros representantes del género Homo, entre otros.
¿Qué es lo que nos cuenta el registro fósil sobre el apasionante proceso del parto? Comenzaremos con uno de los esqueletos mejor conservados y conocidos por todos y todas: Lucy (individuo AL-288-1). Lucy era una hembra adulta de la especie Australopithecus afarensis que vivió al este de África hace unos 3,2 millones de años. Gracias a que se ha conservado en torno al 40% del esqueleto, podemos saber que se trataba de una especie bípeda, aunque mantenía ciertas características que le conferían una gran habilidad para moverse por los árboles. Probablemente, esta especie viviría en un entorno con densas masas boscosas, pero con grandes espacios abiertos entre ellas. Por lo tanto, se moverían por los árboles en busca de alimento, pero se verían «obligados» a caminar desde un espacio de bosque hasta el siguiente. La pelvis de Lucy nos indica que tenía un pubis alargado, muy parecido al de nuestra especie. Teniendo en cuenta que la capacidad craneal de esta especie estaba en torno a los 450 cm3, similar a la de los chimpancés, podríamos pensar que su canal de parto sería algo más holgado que en la actualidad. En lo que respecta al género Homo, se realizó el descubrimiento de una pelvis prácticamente completa en Gona (Etiopía) perteneciente a la especie Homo ergaster/Homo erectus que vivió hace 1,8 millones de años. Este hallazgo reavivó el debate sobre el parto en los homininos. Los investigadores encargados del estudio proponían que tanto los australopitecos como los primeros representantes del género Homo presentan una pelvis medio-lateralmente anchas, por lo que probablemente no tendrían un parto rotacional.
Dentro del mundo de los neandertales, tenemos la suerte de que se hayan recuperado numerosos restos fósiles y generalmente en muy buen estado de conservación. No obstante, en algunos casos como el de la pelvis de Kebara 2, la deformación del sacro hizo proponer la hipótesis (que posteriormente se rechazó) de que los neandertales tenían un canal de parto estrecho y que por lo tanto hubieran tenido dificultades a la hora de dar a luz. Gracias a las técnicas más novedosas de tomografía computerizada hoy en día es posible realizar reconstrucciones en tres dimensiones con un alto nivel de fiabilidad. Los estudios realizados hasta la fecha sugieren que las hembras neandertales tendrían un canal de parto más ancho que las hembras de nuestra especie, por lo que podríamos pensar que tendrían una mayor facilidad a la hora de dar a luz. No obstante, la especie neandertal contaba con una media de capacidad craneal mayor que la del Homo sapiens. Se trataría, por lo tanto, de conocer el desarrollo del cerebro del feto para poder establecer la proporción entre el tamaño del cráneo y el tamaño del canal de parto en el momento del nacimiento. Para ello, se hicieron reconstrucciones en tres dimensiones del cráneo de un recién nacido neandertal (Mezmaiskaya, Rusia), de dos neonatos (Dederiyeh, Siria) y de la pelvis femenina de Tabun 1 (Israel). Los investigadores concluyeron que estos homininos ya tenían un parto rotacional (como en nuestra especie) y que se trataría de un parto de gran dificultad debido a la estrechez del canal pélvico con respecto al cráneo del bebé. Sin embargo, la hipótesis contraria fue propuesta por otro equipo de investigadores, sugiriendo que el canal de parto era lo suficientemente ancho como para que no fuese necesaria una rotación durante el nacimiento.
En conclusión, podemos decir que el parto es un tema apasionante no exento de debate y sobre el que se sigue investigando. No solamente es interesante conocer este proceso en especies pretéritas, sino también poner el foco en especies de primates actuales, como los chimpancés. Todo con el objetivo de arrojar luz sobre una cuestión que aún entraña muchas incógnitas. Como hemos podido observar, la clave de estos estudios es conocer tanto el tamaño de la pelvis como el tamaño del cráneo del bebé en el momento del nacimiento, ya que la relación entre ambos influirá en la mayor o menor dificultad del parto. A pesar de que la falta de conservación de los restos óseos en el registro fósil es un gran obstáculo, la esperanza de nuevos descubrimientos científicos y técnicas analíticas es un estupendo aliciente para la continuación de las investigaciones.
Bibliografía:
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