Este pasado 2024 se cumplieron 50 años de uno de los hitos más destacados y peculiares de la arqueología menorquina: el hallazgo, en contexto arqueológico, de una estatuilla de bronce de Imhotep, el arquitecto de la Pirámide Escalonada de Djoser, posteriormente elevado a dios de la medicina. Su descubrimiento supuso la apertura de nuevos interrogantes e hipótesis, no sólo acerca de la cultura Talayótica, sino también sobre el alcance y expansión del Egipto faraónico en el Mediterráneo Occidental.
Un hallazgo inesperado
En abril de 1974, el equipo liderado por el historiador mallorquín Guillem Rosselló Bordoy acomete unas labores de acondicionamiento del poblado talayótico de Torre d’En Galmés (ocupado aproximadamente entre el 1400 y 123 ANE), en el municipio menorquín de Alaior, para poder realizar una planimetría del poblado yacimiento (Rosselló Bordoy et al. 1974, pag.1). Su principal interés se centra en el denominado Recinto de Taula. Estas estructuras, identificadas como santuarios, tienen una planta característica dividida en dos espacios: un espacio anterior, donde suelen concentrarse los restos de cerámicas y de fauna, y una zona sacra. Ambas zonas se ven separadas por la presencia de la taula, que da nombre a estos recintos y que consiste en dos rocas megalíticas superpuestas formando una gigantesca T. Este santuario ya había sido excavado en los trabajos realizados en 1942 y 1943 por Joan Flaquer Fàbregues, publicando sus hallazgos en 1953. Por tanto, en principio, la estructura había sidocon lo cual, ya se suponía explorada en su totalidad. Sin embargo, en los trabajos iniciados por Rosselló Bordoy, se advirtieron zonas que conservaban cierta potencia (Rosselló et al., 1974, pag. 2). Una de esas zonas era la correspondiente a la denominada «pilastra iconostásica», situada generalmente en la zona noroeste del recinto, en la zona sacra, llamada así porque suele coincidir con el lugar donde se depositan la mayoría de estatuillas o figuras asociadas al culto. La sorpresa fue mayúscula cuando, al completar la excavación que había quedado inconclusa en ese rincón, los investigadores se toparon con un hallazgo insólito: una estatuilla de bronce de factura egipcia. La figura del dios/arquitecto Imhotep. La pregunta que surgió fue obvia: ¿Cómo fue a parar un dios egipcio a un santuario talayótico?

Imhotep: de arquitecto a dios
Imhotep fue uno de los personajes más destacados del Imperio Antiguo, siendo conocido por ser el arquitecto responsable de la construcción de la pirámide escalonada del Faraón Djoser, de la tercera dinastía (2682-2663 ANE). Se trata de la más antigua pirámide conservada en Egipto y se construyó mediante la superposición de varias mastabas para alcanzar la forma triangular. Durante su vida ostentó los más altos cargos y títulos: el primero después del rey, perteneciente a la nobleza, jefe de la gran mansión, el que ve al Grande, jefe de escultores, entre otros. Tan grande fue su cercanía al poder que incluso se le mencionaba en jeroglíficos dedicados al propio faraón. Sin embargo, su fama y renombre no acabaron ahí, sino que trascendieron más allá de su época. Ya en tiempos del Imperio Medio, su figura, semi-divinizada, era asociada a la de un gran sabio y mago de su época. No obstante, fue durante el Imperio Nuevo y la Baja Época (1600-1100 y 1100-30 ANE) cuando se consolidó su divinización al calor de un renacimiento de los antiguos cultos. Su figura fue emparejada con la del dios Ptah como hijo suyo, siendo considerado como divinidad asociada a la medicina y, por ello, al dios griego Asclepio.
En los siglos VI-V ANE, su culto vino acompañado de una producción en masa de figurillas, generalmente de bronce y diversas calidades aunque con rasgos iconográficos reconocibles: generalmente es representadosentado con atuendo sacerdotal y un papiro entre las manos.
Una cultura talayótica abierta al Mediterráneo
Al otro lado del Mediterráneo, las sociedades mallorquina y menorquina viven inmersas en los cambios que marcan su paso a la Edad de Hierro, periodo denominado como Post-Talayótico (600-123 ANE). Dichos cambios se pueden observar tanto a nivel arquitectónico (abandono progresivo de talayots, aparición de los santuarios y las taulas), como a nivel social, traducido en una mayor estratificación social, aparición de ciertas élites y el uso bienes de prestigio A su vez hay una mayor apertura hacia el exterior que podemos observar tanto en el comercio como en la participación de honderos baleares en distintos conflictos en calidad de mercenarios.

Este gran intercambio económico y cultural podría explicar, en parte, la llegada del Imhotep al santuario menorquín. Es conocido el comercio púnico de productos egipcios por todo el Mediterráneo. Sin embargo, existen dos detalles que podrían indicar que no se trata simplemente de un mero «souvenir» de tierras lejanas.
Por un lado, tenemos el hecho de que el Imhotep de Torre d’En Galmés es la única estatuilla del dios encontrada en contexto arqueológico fuera de la región de Saqqara.
El segundo aspecto destacable es su ubicación en el recinto de taula y los elementos encontrados a su alrededor, que apuntarían a un culto de carácter sanador. Como ya hemos señalado, la estatuilla se encontró en la zona sacra conocida como pilastra iconostásica, asociada generalmente a la deposición de imágenes votivas y sacras. Además, junto a la imagen, se depositaron una pila de piedra que puede asociarse al rito de las libaciones, común en el culto al dios de la medicina, así como 2 lancetas de metal que tienen gran similitud con el instrumental quirúrgico, ya usado en la época, como los que podemos observar en los jeroglíficos de Kom Ombo.

El enigma sigue abierto
Tanto el lugar elegido como los elementos que la acompañan parecen indicar que las personas que colocaron la figura de Imhotep en ese espacio del santuario conocían el tanto su origen divino como sus atribuciones asociadas a la medicina. El hallazgo, a mediados del siglo XX, de una estatuilla de un Horus en un campo de cultivo cerca de Mahón, podría reforzar esta hipótesis.
Sin embargo, la intencionalidad real y la vía de llegada de estos elementos a la vida de los talayóticos menorquines siguen planteando muchos interrogantes.
El comercio directo con Cartago; la cercanía de la púnica Ibiza, receptora de la gran tradición fenicia de intercambios con Egipto; la propias vivencias de los honderos, que pudieron traer nuevos cultos de sus expediciones; los circuitos comerciales griegos; o, quien sabe, un remoto contacto de Menorca con algún elemento egipcio, podrían explicar los motivos por los que, en una apartada isla al otro lado del Mediterráneo, alguien decidió dedicarle un espacio sagrado al dios-arquitecto Imhotep.
Tanto el Horus como la figurilla de Imhotep permanecen expuestos en el Museu de Menorca. Desde sus vitrinas nos recuerdan que la antigüedad mediterránea fue un periodo más complejo, rico e interconectado de lo que nos hubiéramos podido imaginar.
Bibliografía
Flaquer Fábregues, J. (1953). Alayor (Menorca) Torre d’En Gaumés: Excavaciones de 1943. Madrid.
Flinders Petrie, W. M. (1998). La religión de los egipcios. Barcelona: Ediciones Abraxas.
Grimalt, F. (2020). Sobre els talaiots. Manacor: Món de Llibres Edicions.
Hurry, J. B. (1926). Imhotep the Egyptian god of medicine. Chicago: Ares Publishers.
Riudavets, I., & Ferrer, A. (2021). La cultura talaiòtica de Menorca: Una illa entre l’Edat del Bronze i l’Edat del Ferro. Madrid: Dilema.
Rosselló Bordoy, G., Sánchez-Cuenca, R., & De Montaner Alonso, P. (1974). Imhotep hijo de Ptah. Mayurqa, 12. (Separata). Palma de Mallorca.