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Íberos en Málaga: Revisión a la historiografía de los siglos XIX y XX

Íberos en Málaga: Revisión a la historiografía de los siglos XIX y XX

Una vez que se asientan las primeras bases de la arqueología en España y van surgiendo las obras nacionales se empieza a desarrollar el concepto de los iberos y su cultura con el fin de crear una identidad nacional. Sin embargo, y según la ideología de cada investigador, el mundo íbero se ha presentado de una manera distinta dependiendo de si el arqueólogo era paniberista, panceltista o simplemente abogaba por la cultura fenicia y romana. Seguir así la pista arqueológica de los íberos en algunos puntos de la península ibérica puede presentarse como una tarea ardua e incluso imposible como es el caso de Málaga. Es por ello por lo que la revisión de las obras de diversos autores malagueños es fundamental para buscar el rastro de esta civilización que ha estado silenciada durante toda la segunda mitad del siglo XX.

En la obra Historia General de España de Antonio Cánovas del Castillo publicada en 1891 aparece por vez primera vez el término «paniberista» dedicado al Periodo del Cobre y acuñado por Juan Vilanova y Juan de Dios de la Rada y Delgado (Bellón Ruiz, 2017, p.17). 

Previamente a esta publicación, en 1879 salía a luz Historia de Antequera elaborada por Trinidad de Rojas historiador y arqueólogo antequerano de finales del siglo XIX que habla sobre los primitivos pueblos de la comarca que existieron antes de la llegada de los fenicios, en otras palabras, los íberos. Finalmente, no fue hasta finales del XIX y principios del XX cuando Pierre Paris y José Ramón Mélida desarrollaron los estudios iniciales del Iberismo.

Foto en blanco y negro de un hombre con traje y sombrero

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Figura 1. Pierre Paris hacia 1920 . Fuente. Licencia: CC BY-SA

Así pues, eruditos españoles y extranjeros quedaban fascinados con la cultura íbera por los recientes descubrimientos dados en el siglo XIX en la costa levantina y en otras zonas de España a principios del XX dedicándose obras, ensayos y artículos donde se les daba una cronología y cierta visibilidad en el mundo científico. No obstante, otros arqueólogos como Rodríguez de Berlanga consideraban a los iberos como una raza inferior e incapacitada frente a las demás civilizaciones del mediterráneo. 

Por ello, la propuesta de Berlanga para escribir la historia de la provincia no pasaba por dedicarle una sección a los iberos pese a que aparecieran material arqueológico como monedas al pie de la Alcazaba, la figura del oso y el carnero de Cártama o la mención de armas encontradas en el Valle del Abdalajís y el Cauche, Antequera (Ríos y Fernández-Villalta, 1907, p. 40) sino que su intención era la de establecer una historiografía, y según su juicio, más realista que la que escribían los que él denominaba despectivamente como «Iberolatras».

En un tono más distendido, Amador de los Ríos consideraba que Berlanga tenía demasiados prejuicios al dotar a la raza íbera de poca inteligencia.  De hecho, la opinión del arqueólogo malagueño puede verse en la siguiente frase: «Los bárbaros Bástulos no comprenden, ni le interesaban lo más mínimo el funcionamiento de las piletas» (Ríos y Fernández-Villalta, 1907, p. 20). Lejos de este dictamen, Amador de los Ríos cree que la falta de datos arqueológicos por el expolio o la destrucción de los yacimientos hace difícil establecer en la provincia el estudio de los iberos.

Figura 2. Amador de los Ríos y Serrano hacia 1878. Fuente. Licencia:  Dominio Público.

El enfrentamiento prosiguió con la aparición de varias figuras indígenas en la ciudad de la Costa del Sol como por ejemplo la terracota de una mujer hallada en la Alcazaba descrita como una imagen tosca, elaborada por «manos inexpertas» que no se puede determinar fehacientemente en el período en el que se realiza (Ríos y Fernández-Villalta, 1907, pp. 40-42). Rodríguez de Berlanga (1908, p. 38), en cambio, replica a su contemporáneo argumentando que la datación de dicha figura es fenicia considerando a los exvotos iberos como «muñecos groseros».

El oso y el carnero de Cártama, a diferencia de la escultura antes mencionada, está labrada en piedra y representa a un oso que aprisiona con sus fauces la cabeza de un carnero. Este grupo escultórico no estaba exento de polémica ya que Pierre Paris lo incluyó dentro del imaginario de arte ibero (Rodríguez Oliva, 2002, p.17) mientras que Rodríguez Berlanga (1908, p. 561) determinó que dicho modelo estatuario estaba realizado por un escultor que «intentaba innovar en técnicas nuevas y que por ende no es ningún principiante», y que además, «la cabeza del cordero y la del animal que lo aprisionan distan enormemente, por razón de su técnica, de la tan rudimentaria de los muñecos iberos». Desmarcándose así de la cultura íbera aprovechando además para atacar a los defensores de los iberos y a la propia civilización prerromana basándose en el criterio de los antiguos historiadores griegos y romanos que los califican en sus obras de bárbaros y feroces entre otros calificativos. 

Figura 3. El oso y el carnero. Autor: Manuel Rodríguez de Berlanga. Fuente: Catálogo del Museo Loringiano. Pág.95 Lámina XVI. Licencia: Dominio Público

Este sentimiento anti-iberista contrarrestaban con las ideas de otros autores que abogan por un pasado más allá de los fenicios o los romanos reflejándose una sociedad intelectual dividida entre aquellos que sólo despreciaban otras civilizaciones y los que apostaban por la cultura púnica y romana. Con el paso del tiempo, esta contraposición de ideas va a marcar muchas de las investigaciones histórico-culturales de los yacimientos malagueños en los cuales los arqueólogos van a fijar el periodo fenicio en la costa del sur peninsular mientras que otros historiadores y arqueólogos coetáneos van a iniciar la labor de establecer las cronologías de los iberos resaltando además un nuevo concepto en arqueología: arte íbero

Conclusiones

La división ideológica entre arqueólogos españoles y foráneos por la cultura íbera así como la escasez de yacimientos, corrientes orientalistas, destrucción o expolio de materiales arqueológicos van a marcar durante el siglo XIX y el XX la metodología de las excavaciones y las posteriores publicaciones científicas. En el caso de Málaga, Rodríguez de Berlanga apuesta por una tradición oriental y romana antes que indígena la cual tenía su propia disciplina artística mientras que por otro lado, y fiel reflejo de la cautela en este ámbito ibérico, Amador de los Ríos o Pierre Paris rechazan los prejuicios sobre el mundo íbero. 

De manera que no podemos establecer una arqueología ibera en Málaga hasta la segunda parte del XX momento en el cual los arqueólogos e historiadores malacitanos inician la investigación del mundo íbero con diferentes proyectos arqueológicos en el territorio considerado tradicionalmente como orientalista.

Bibliografía

Amador de los Ríos y Fernández de Villalta, R. (1907). Catálogo de los monumentos históricos y artísticos de la provincia de Málaga firmada en virtud de R.O. de 22 de enero de 1907 [Manuscrito]. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. M-CCHS, fondo antiguo, RECS 1190-1193 http://biblioteca.cchs.csic.es/digitalizacion_tnt/buscar.html 

Bellón Ruiz, J. P. (2017). Los otros exiliados del franquismo: los iberos. En F.J. Moreno Martín (coord.), El franquismo y la apropiación del pasado: el uso de la historia, la arqueología y de la historia del arte para la legitimación de la dictadura (pp. 13-44). Editorial Pablo Iglesias.

Rojas de Rojas, T. (1879). Historia de Antequera I. Imprenta de M. Pérez de la Manga.

Rodríguez Oliva, P. (2002). Sobre las esculturas ibéricas e iberorromanas de los territorios malacitanos. Anales Arq. Murcia, 16-17, p. 301-320. https://revistas.um.es/apa/article/view/60111 

Rodríguez de Berlanga y Rosado, M. (1903). Catálogo del Museo Loringiano. Facsímiles Universidad.

Rodríguez de Berlanga y Rosado, M. (1908). Noticia de algunos descubrimientos realizados desde fines de diciembre de 1904 a mediados de junio de 1906 a derribar el último lienzo de la muralla del mar de la Alcazaba de Málaga que ha logrado examinar casi siempre en el mismo lugar donde se ha verificado. Imprenta de D. Jaime Vives 1905 – 1908.

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