En el verano de 1378, las calles de Florencia fueron testigos de un episodio sin precedentes en la historia medieval: la revuelta de los Ciompi, un levantamiento popular protagonizado por los trabajadores textiles más pobres de la ciudad. Marginados de la vida política y explotados por los poderosos gremios, los Ciompi decidieron tomar el destino en sus manos, alterando el equilibrio de poder en una de las repúblicas más influyentes de la época.
Florencia, en el siglo XIV, era una de las ciudades-estado más prósperas de Europa, impulsada por su pujante industria textil y el comercio internacional. Sin embargo, esta riqueza estaba concentrada en manos de una élite mercantil que controlaba los gremios y la política. La economía florentina estaba dominada por grandes familias de banqueros y comerciantes, como los Medici y los Albizzi, quienes monopolizaban las instituciones de poder. Mientras tanto, los Ciompi, trabajadores asalariados de la lana y el teñido de telas, carecían de representación en el sistema gremial y vivían bajo condiciones laborales extenuantes. Según Martines (2003, p. 214), «la oligarquía florentina no sólo gobernaba, sino que también diseñaba mecanismos para excluir a las clases trabajadoras del poder».
La crisis económica y las consecuencias de la Peste Negra habían exacerbado la situación de los trabajadores. La peste, que asoló Europa entre 1347 y 1351, provocó una drástica reducción de la población y alteró la economía. Si bien en algunas regiones esto llevó a mejoras en las condiciones laborales debido a la escasez de mano de obra, en Florencia la élite impuso regulaciones estrictas para mantener bajos los salarios y aumentar sus beneficios. Como señala Cohn (2006, p. 92), «las dificultades económicas tras la Peste Negra aumentaron la desigualdad y la desesperación de los trabajadores».
Además, el gobierno florentino implementó políticas fiscales que recaen con mayor peso sobre los más desfavorecidos. Los impuestos indirectos, como los gravámenes sobre el pan y otros bienes básicos, incrementaron la precariedad de los trabajadores. La Signoria, el órgano gobernante de la ciudad, ignoró sistemáticamente las peticiones de reformas sociales y políticas, aumentando el resentimiento entre las clases bajas.
El descontento popular estalló en junio de 1378. La chispa inicial fue una serie de protestas contra la corrupción y los abusos de los gremios mayores, especialmente aquellos vinculados a la industria textil. Los Ciompi, apoyados por otros sectores desfavorecidos de la población, tomaron las calles de Florencia y lograron derrocar al gobierno de la ciudad. La revuelta alcanzó su punto álgido cuando el Palazzo della Signoria, el centro del poder político florentino, fue ocupado por los insurgentes.

Durante unas semanas, los trabajadores instauraron un régimen inédito en el que tuvieron voz en la política. Bajo el liderazgo de Michele di Lando, un antiguo cardador de lana, lograron que se reconocieran nuevos gremios para los trabajadores sin representación y se aprobaran reformas para mejorar sus condiciones. Brucker (1977, p. 143) describe este momento como «una de las pocas ocasiones en la historia medieval en que los trabajadores manuales alcanzaron una influencia política real».
La organización política de los Ciompi, sin embargo, no estaba exenta de conflictos internos. No todos los sectores de la revuelta tenían las mismas aspiraciones, y pronto surgieron divisiones entre los artesanos cualificados y los trabajadores más pobres. Estas tensiones debilitaron el movimiento y facilitaron su posterior represión. En agosto de 1378, la reacción de la élite mercantil fue brutal. Con el respaldo de los sectores más acomodados y el apoyo de otros gremios, se organizó una contrarrevolución que aplastó la revuelta. Los líderes fueron perseguidos y ejecutados, y las concesiones obtenidas fueron revocadas. La oligarquía florentina retomó el control y castigó a los Ciompi, asegurando que no volvieran a representar una amenaza. Como destaca Najemy (2006, p. 211), «la revuelta de los Ciompi terminó siendo un recordatorio de la fragilidad de las alianzas entre diferentes estratos sociales».

El restablecimiento del orden significó la restauración del viejo sistema gremial, reforzado con medidas para evitar nuevas insurrecciones. Se implementaron restricciones adicionales para limitar la organización de los trabajadores y se reforzó la vigilancia sobre los sectores populares.
La revuelta de los Ciompi dejó una huella indeleble en la historia de Florencia y en la memoria de las luchas sociales. Aunque su rebelión fue sofocada, puso en evidencia las tensiones latentes dentro de las sociedades medievales y sirvió como antecedente para futuros movimientos populares. El miedo a nuevos levantamientos llevó a la élite florentina a reforzar su control sobre los gremios y limitar aún más la participación de las clases bajas en la política. El impacto de la revuelta no se limitó solo a Florencia. En otras ciudades-estado italianas, como Siena y Milán, las clases populares observaron con atención los acontecimientos florentinos. Como explica Rubinstein (1989, p. 187), «el temor a nuevas insurrecciones llevó a las ciudades italianas a consolidar regímenes más autoritarios y a restringir aún más la participación política».
Bibliografía
Brucker, G. (1977). Florence: The Golden Age, 1138-1737. University of California Press.
Cohn, S. K. (2006). Lust for Liberty: The Politics of Social Revolt in Medieval Europe, 1200-1425. Harvard University Press.
Martines, L. (2003). April Blood: Florence and the Plot Against the Medici. Oxford University Press.
Najemy, J. M. (2006). A History of Florence, 1200-1575. Blackwell Publishing.
Rubinstein, N. (1989). The Government of Florence Under the Medici (1434-1494). Clarendon Press.