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Ora et ¿labora? El monje ante el trabajo manual

«¿Trabajo manual? ¿Yo?» sería la pregunta que algunos monjes se harían cuando se les planteaba que trabajaran para su sustento. Así es, existió un debate en que se cuestionaba que los monjes tuvieran que realizar tareas manuales en un monasterio. Para muchos de ellos, un monje sólo se tendría que dedicar a tareas más espirituales como la oración o la adoración. Ahora bien, Agustín de Hipona, un obispo del norte de África no lo veía igual. Os invito a conocer lo que este obispo planteó a través de su obra llamada De opere monachorum.

Ofreceremos una breve explicación del contexto histórico y religioso ya que toda obra no surge de la nada y nos centraremos en la visión maniquea del trabajo manual, la cual fue probablemente la fuente de la controversia sobre la compatibilidad entre trabajo manual y la vida contemplativa. 

El contexto del tratado De opere monachorum

Agustín de Hipona defiende en De opere monachorum que, a través del trabajo, los monjes pueden participar en la obra creadora y redentora de Dios, convirtiendo sus actividades diarias en un acto de adoración. Con su obra ataca a un grupo de monjes que no aceptaban el trabajo manual. Pero, ¿por qué lo menospreciaban?

Figura 1. San Agustín en oración de José de Ribera (Museo del Prado). Fuente. Licencia: Dominio Público.

Agustín de Hipona (354, Tagaste, Numidia —actual Argelia— – 430) se convirtió al cristianismo en el año 386, con la influencia de su madre Mónica, su amigo Simpliciano y el obispo de Milán, Ambrosio. Su conversión estuvo marcada por la lectura de la vida de San Antonio Abad y de la Epístola a los Romanos de San Pablo (Romanos 13, 13-14):

«13 Comportémonos dignamente, como a plena luz del día, sin comilonas ni borracheras, sin lujurias ni desenfrenos, sin peleas ni envidias. 14 Revestíos del Señor Jesucristo y no os preocupéis de satisfacer los deseos carnales.»

Un año después, en el 387, se bautizó junto con su hijo y regresó a África (Colombás, 1974, p.276). Sin embargo, poco después sufrió la pérdida de su madre y su vástago. Decidió vender todo su patrimonio, salvo una casa familiar que convirtió en un centro monástico. En el año 391 fue ordenado sacerdote en Hipona Regia (actualmente en Argelia) y, posteriormente, ocupó el cargo de obispo hasta su muerte en el 430. Durante su episcopado, trabajó intensamente para convertir a la población al cristianismo. Los vándalos, que simpatizaban con el arrianismo, asedian la ciudad de Hipona, donde el obispo murió en 430 d.C. (Masoliver 1978: 113).

Figura 2. Conversión de San Agustín de Pablo Puchol. Fuente. Licencia: Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International.

Agustín de Hipona tomó el libro neotestamentario de los Hechos de los Apóstoles como modelo de vida cenobítica y eclesial:

«42 Todos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles y en vivir en comunión fraterna, en partir el pan y en asistir a las oraciones. 43 Por medio de los apóstoles se realizaban muchos prodigios y señales, y la gente sentía un gran respeto. 44 Todos los creyentes vivían unidos y todo lo tenían en común; 45 vendían sus propiedades y bienes y distribuían el dinero según las necesidades de cada uno. 46 Diariamente asistían unánimes al culto en el templo; en sus casas, partían el pan y compartían su alimento con alegría y sencillez de corazón. 47 Alababan a Dios y eran bien vistos por todo el pueblo. Y cada día el Señor añadía a la comunidad a los que habían de salvarse» (Hechos 2, 42-47).

El maniqueísmo y el trabajo manual

El maniqueísmo fue una religión surgida en Asia Central en el año 242 d.C., específicamente en la región noreste de Persia y el oeste del Tíbet. Se caracterizaba por ser una religión misionera, con una fuerte influencia en diversas regiones del mundo antiguo. De hecho, Alejandro de Licópolis (s. IV) llegó a referirse al maniqueísmo como «el nuevo cristianismo», lo que demuestra su relevancia durante la época (Burkitt, 1922). El maniqueísmo presentaba una visión dualista del mundo: lo espiritual era considerado bueno, mientras que el mundo material se percibía como intrínsecamente maligno. Como consecuencia, cualquier actividad relacionada con el ámbito físico, incluido el trabajo manual, era vista de manera negativa y asociada con la corrupción del mundo material (Burkitt, 1922).

Este contexto explica por qué Agustín de Hipona tuvo un período de adherencia al maniqueísmo entre los años 373 y 382 d.C. De hecho, su conocimiento sobre esta religión le permitió referirse a ella en sus obras. La influencia de estas doctrinas en su obra es clara en su interpretación del trabajo manual. Mientras que el maniqueísmo rechazaba cualquier actividad material por considerarla corrupta, el cristianismo, bajo la perspectiva agustiniana, reinterpreta el trabajo como una forma de acercamiento a Dios. De esta manera, el obispo elaboró una teología del trabajo manual que se oponía a la visión dualista maniquea.

En De opere monachorum, Agustín de Hipona defiende la idea del trabajo físico en la vida diaria de los monjes. En cambio, los monjes maniqueos no veían con buenos ojos el trabajo físico, ya que defendían la idea de que los monjes debían dedicarse exclusivamente a tareas espirituales, como la oración y la contemplación, y el trabajo manual no formaba parte de estas actividades. Sin embargo, argumenta que el trabajo físico es legítimo y necesario para una buena vida cristiana, en línea con lo que se encuentra en las Escrituras, en particular en los escritos de San Pablo, quien, mientras predicaba, trabajaba como fabricante de tiendas. El trabajo físico, además, contribuye a llevar una vida disciplinada y humilde, además de proveer las necesidades básicas del monje. El obispo enfatiza que el trabajo físico también tiene una dimensión espiritual, ya que mantiene a los monjes ocupados y los ayuda a evitar la tentación de la ociosidad. 

Conclusiones

De opere monachorum es una obra que aborda el tema del trabajo manual en la vida monástica. Un debate ya presente en los inicios de la vida monástica. Hemos podido conocer los argumentos a favor y en contra, y también cómo Agustín de Hipona fue influido por su entorno, ya que nadie vive aislado del mundo, viéndonos inmersos en una red de influencias diversas. San Agustín logró convencer pero ¿cómo? Esto es ya harina de otro costal, pero os animo a explorar los inicios de la vida monástica y conocer sus retos. No os defraudará.

Bibliografía

Burkitt, F. C. (1922). “The Religion of the Manichees”, The Journal of Religion, 2(3), 263-276. https://www.jstor.org/stable/1195142 

Colombás, G. M. (1974). El monacato primitivo, 2 vols., BAC. 

Masoliver, A. (1978). Història del monaquisme cristià. I. Des dels orígens fins a Sant Benet, Publicacions de l’abadia de Montserrat.

San Agustín. (1954). Obras completas de San Agustín X. Edición bilingüe. Tratados morales (F. García, L. Cilleruelo, & R. Flórez, Trans., Intro., & Notes). Biblioteca de Autores Cristianos (BAC).

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